miércoles, 3 de febrero de 2016

Carta abierta al Sr. Presidente de los argentinos






03/02/2016


Por José luis Milia


Su discurso del 12/10/2015 fue una relación de buenas intenciones y yo, que he sido crítico de muchas de sus actitudes en el pasado, he querido creerle. Hay dos frases en él que me llegaron hondamente y me llevan a ello, pues jamás las había escuchado de un político, una es: “La política no es el escenario para engañar a la gente con datos falsos; quiero pedirles que nuestro lugar de encuentro sea la verdad”, la otra: “Este Gobierno combatirá la corrupción, no habrá tolerancia”; pero es la primera la que da sustento a la segunda. Nada se puede hacer, y es menester que los argentinos empecemos a creer fervientemente en esto, si la verdad no respalda cualquier acción.

A cincuenta días de su asunción como presidente y haciendo caso a su pedido- también expresado en su discurso- “[quiero que] nos avisen, alerten cuando nos equivocamos, que participen”, me veo en la obligación de decir que en su equipo de gobierno hay funcionarios que, si no son mentirosos, el miedo del que hacen gala los descalifica para llevar adelante la ideas que Ud. ha expresado.

Me refiero a lo que sucede en el ámbito del ministerio de justicia, concretamente en el área de derechos humanos que ante la aseveración de un funcionario porteño que dijo que no era cierto que los “desaparecidos” fueran 30.000, el responsable del área, Claudio Avruj, escandalizado, rasgó sus vestiduras, y aseguró, soslayando la verdad que siendo 30.000 un número emblemático, como tal hay que aceptarlo.

En verdad, lo único emblemático que hemos visto en más de treinta años es que ese número ha servido tanto para dividir a los argentinos como para que, en épocas que espero su gobierno supere, un grupo de avivados hicieran pingües negocios con él. 

Negocios que, sospechados de corrupción como son, tarde o temprano su gobierno deberá investigar si es consecuente con lo que ha dicho respecto de cómo tratará a la corrupción. Que el secretario de DD.HH. se haya sentido violentado, o quizás sea mejor decir atemorizado, por la discusión que se ha entablado respecto a esto, no justifica sus esquivas actitudes.

No tengo dudas, Sr. Presidente, que Ud. conoce el por que de la política de DD.HH. que implementaron los gobiernos inmediatamente anteriores al suyo y cuanto de falaz tuvo el relato en que se sustentó. Que hoy su secretario de DD.HH. resuelva sostener la mentira, sea por miedo o por ideología, solo trae como consecuencia que los argentinos comencemos a dudar de las palabras presidenciales ya que alguien que debería conocer en profundidad el tema opta por seguir la política de enfrentamientos que Ud. prometió, en un momento, desarticular.

Tiene razón Darío Lopérfido al decir que no hubo 30.000 desaparecidos. Ninguna lista elaborada, ni aún aquellas que fueron elaboradas oficialmente llega, siquiera, a un tercio de esa cantidad, pero es cierto que aunque solo sea real ese valor, nadie puede quitarle dolor ni llanto a ese número, como nadie puede quitarle dolor y llanto a los más de mil quinientos asesinados por la guerrilla- hombres, mujeres y niños, civiles, militares- que, siendo parte también de la guerra que sufrimos, jamás han sido tenidos en cuenta ni por el estado, porque no le convenía, ni por la sociedad, por temor y vergüenza, ya que no había lugar para ellas en la historia adulterada de los años setenta que pretendían imponernos.

Tiene Ud., Sr. Presidente, la oportunidad de cerrar las heridas que después de cuarenta años siguen abiertas. Pero eso solo lo logrará con la verdad y no con un secretario cuya política consiste en “engañar a la gente con datos falsos” solo porque considera un número falaz como dato emblemático.
Dios guarde a Ud.

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