Por Jorge R.
Enríquez
Se han cumplido dos meses desde la asunción de
Mauricio Macri. Es un lapso escaso para un balance de su gobierno, pero
suficiente como para identificar algunos rasgos que probablemente se vayan
acentuando a lo largo de la gestión.
En primer lugar, se respira un
clima de normalidad que hacía muchos años no teníamos. No hay cadenas
nacionales, no hay puestas en escena constantes, no hay una figura que invade
casi diariamente nuestros hogares con el dedo levantado para señalar enemigos
por todas partes. No hay propaganda política del gobierno en la transmisión de
los partidos de fútbol. No hay relatores militantes. No hay programas que desde
los medios estatales se dediquen a hostigar a los adversarios del oficialismo.
No hay anuncios de obras que ya fueron anunciadas varias veces. No hay
convocatorias abruptas a gobernadores, empresarios y sindicalistas para servir
de decorado a discursos presidenciales cuyo contenido se ignora
previamente.
Hay, por el contrario, respeto
a las instituciones. El presidente dialoga con líderes opositores. También
dialoga con sus propios partidarios, a los que atiende y escucha. Sabe que no
es infalible y no tiene el menor empacho en rectificar alguna decisión cuando
advierte que no es la mejor. Los ministros, por su parte, trasladan esa forma
de trabajar a sus áreas, actuando en equipo, privilegiando el profesionalismo.
Los problemas heredados,
claro, son mayúsculos e imposibles de solucionar en pocas semanas. La
devastación producida por el kirchnerismo fue muy profunda. Algunos partidarios
de la señora de Kirchner descubren ahora candorosamente la inflación y dan
voces de alarma, como si hasta el 10 de diciembre pasado los precios se
hubieran mantenido estables. La sociedad argentina es menos tonta de lo que
ellos creen (como también debieron haberlo advertido con sorpresa luego de las
elecciones de fines de año pasado) y sabe que los incrementos se originan en el
enorme déficit dejado por la administración anterior, que era financiado por
una desbordante emisión monetaria. De aquellos polvos, estos lodos. A medida
que se ordene la macroeconomía, los precios van a bajar. No será de un día para
el otro, porque en las penosas condiciones en que debió asumir Mauricio Macri
una política de shock podría acentuar la recesión y la caída del empleo.
Será vital para encauzar la
economía restablecer una fluida relación con el mundo. Desde el primer día de
su gobierno, el presidente Macri lo está haciendo vigorosamente. El arreglo con
los holdouts es clave para destrabar créditos e inversiones. El gobierno
argentino ha demostrado firmeza y seriedad, pero también la inequívoca vocación
de cumplir lo que surge no solamente de compromisos contraídos por el Estado
argentino sino también de sentencias firmes del tribunal que nuestro país,
presidido entonces por Néstor Kirchner, eligió para la resolución de las
controversias que pudieran suscitarse. El lamentable desafío del anterior
gobierno a esos fallos y la demora en regularizar la deuda externa no han hecho
más que incrementar el monto que deberá pagarse. Pero hay que encontrar de
buena fe una solución al tema, porque sin ella seguiremos en un aislamiento que
solo puede prolongar nuestra decadencia.
El presidente no ha vacilado
en rescindir contratos de personas que no trabajaban y que cobraban un sueldo
sin otra contraprestación que su militancia partidaria. Pero nadie que trabaje
debe temer, sean cuales fueren sus ideas políticas. Lo que debe comprenderse es
que el Estado es un instrumento de la sociedad para cumplir fines comunes, no
un botín de guerra del partido que asume el poder.
El rumbo es claro; el timón
está empuñado firmemente, pero sin altanería ni jactancia. La meta es mejorar
sensiblemente la calidad de vida de los argentinos y establecer las bases para
un desarrollo sostenido con equidad social. Es un proyecto generoso, que recién
se ha iniciado y se halla abierto para ser enriquecido por todas las personas
de buena voluntad, cualquier sea su proveniencia. Como todo esfuerzo de cambio,
despertará resistencias, pero la gran mayoría de los argentinos sabe que no
podemos seguir mirando desde la estación como pasa el tren de la historia.
Viernes 12
de Febrero de 2016
El presente artículo del Dr. Jorge R. Enríquez es publicado en La Misère Porc, por gentileza de su autor.
Dr.
Jorge R. Enríquez
twitter:
@enriquezjorge
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