viernes, 30 de agosto de 2013

Lo que hay que desalojar es Aerolíneas Argentinas


Viernes 30 de Agosto de 2013



Por Agustín Laje

En clave kirchnerista, el conflicto entre LAN y el gobierno argentino se ha transformado en una batalla entre los representantes de lo “nacional y popular”, y el fantasma de Pinochet y “la derecha chilena”. Al menos eso es lo que ha pronunciado Mariano Recalde, el camporista que preside Aerolíneas Argentinas, en un polémico video de reciente filtración en el que se lo ve arengando a sus militantes aeroportuarios y admitiendo haberle pedido a Cristina Kirchner el desalojo de la compañía trasandina.

Parafraseando un popular apotegma, podría decirse que aunque la farsa se vista de ideología, farsa queda. Y es que detrás de toda la insensata paparruchada de épicas cruzadas entre los buenos y los malos de la historia, la verdad asoma sólo para quienes estén dispuestos a verla y aceptarla tal cual es. Y esa verdad ya no se viste con ropaje ideológico, sino económico.

Las cosas son más simples de lo que se pretende. Aerolíneas Argentinas no quiere a LAN como competidor sencillamente porque los yuppies de La Cámpora no son capaces de ofrecer servicios más baratos y/o de mejor calidad a los usuarios y, guste o no, la mayoría de los argentinos (que en sus decisiones económicas tienen poco de tontos) prefieren volar con la empresa chilena. El resto es mera justificación para la tribuna. “Si no puedes servir a las personas en el mercado, sirve a los gobernantes para que alteren sus reglas”, podría decir un manual para el empresario mercantilista o para los funcionarios buitres que se enquistan en las empresas del Estado que, como ocurre en Argentina, se vuelven propiedad del partido político que ocupa el gobierno.

Si el mercado (es decir, la infinita red de comportamientos y decisiones económicas de todos los ciudadanos) fuese el criterio por el cual se decidiera la suerte de una empresa (como ocurre en los países más prósperos del mundo), va de suyo que la desalojada no hubiese sido LAN sino Aerolíneas Argentinas, y no ya de un hangar, sino del mercado en general. En efecto, la supervivencia de una empresa que pierde 2,7 millones de dólares diarios resultaría imposible, de no ser por distribuir coercitivamente esos costos sobre las espaldas del pueblo, entendiéndose por “pueblo” tanto a quienes hacen uso de los servicios de Aerolíneas Argentinas (una minoría microscópica) como a quienes jamás en su vida han viajado en avión (la mayoría).

Si aceptamos esta verdad, por añadidura debemos aceptar que la existencia misma de Aerolíneas Argentinas supone una inmoralidad inaceptable; una especie de “robinhoodismo” invertido: quitarle al pobre para darle al rico. Considérese que las pérdidas acumuladas entre julio de 2008 (año en que el kirchnerismo se apropió de la compañía aérea y Recalde fue puesto al frente de ésta) y el año 2012, han superado los 3.249 millones de dólares; es decir, un promedio de 81,225 dólares por cada argentino.

Pero el kirchnerismo siempre encuentra alguna buena excusa y, ante estos datos que en materia económica demuestran un estruendoso fracaso empresarial, los camporistas suelen argumentar que, en verdad, Aerolíneas Argentinas tiene una “función social” y no comercial, con lo cual su desenvolvimiento no debería medirse en términos económicos (como si la economía no fuese parte de la realidad social) sino en términos de patrones extra-económicos. De lo que se trata –suelen discursear– es de proporcionar a los argentinos vuelos que bajo “la maldita lógica del mercado” no podrían ofrecerse en razón de dar pérdidas. No obstante, los muchachos K tienen los números en su contra también en lo que respecta a este ardid: el déficit de la empresa manejada por Recalde se ocasiona principalmente en las rutas internacionales en donde Aerolíneas Argentinas tiene competencia y no se puede argumentar ninguna pomposa “función social”. Por ejemplo, si quisiéramos volar a San Martín de los Andes desde Buenos Aires (1.200 kilómetros) el 30 de agosto, el pasaje más económico nos costaría $1461. Pero si quisiéramos volar a Río de Janeiro (casi 2.000 kilómetros) en la misma fecha, el precio sería de $917.

Asimismo, en destinos domésticos donde vuelan otras líneas, la compañía “nacional y popular” reportó pérdidas en el 2012. En cambio, ganó dinero allí donde no tiene o tiene casi nula competencia, como San Luis, Santiago del Estero, Mar del Plata, Esquel o Jujuy. Luego, la excusa de la “función social” es inadmisible, y es claro que Aerolíneas Argentinas pierde siempre que hay competencia por una razón obvia: sus precios son muy altos, su servicio es lamentable, y el despilfarro de recursos públicos dirigidos a mantener varios centenares de militantes kirchneristas nubla cualquier posibilidad de éxito comercial.

Según una investigación de Laura Di Marco, “el total de la oferta aérea que brinda la línea aérea, medida en asientos-kilómetros, revela que la mayor parte de la transferencia de fondos estatales subsidia viajes al exterior, como Miami y Madrid, y no destinos pobres. (…) Sólo el 5% de la oferta de Aerolíneas se dirige a sitios no rentables, donde no vuela nadie, como Catamarca, Trelew o Jujuy. Los analistas del mercado aerocomercial calculan que si el objetivo perseguido fuera subsidiar destinos sociales, alcanzaría con una transferencia de 10 millones de dólares anuales”.

En síntesis, Aerolíneas Argentinas es uno de los reflejos más exactos de la naturaleza oligárquica del kirchnerismo, camuflada bajo el simpático maquillaje de lo “nacional y popular”, que esconde una política parasitaria en favor de un puñado de incompetentes yuppies con pretensiones setentistas que se han enquistado en el poder. La sola existencia de la compañía es −además de antieconómica− inmoral bajo todo punto de vista. Esperemos que después del ya inevitable fin de ciclo, los desalojados sean ellos.

(*) En los próximos días saldrá el nuevo libro de Agustín Laje en coautoría con Nicolás Márquez, titulado “Cuando el relato es una farsa”. @agustinlaje | agustin_laje@hotmail.com

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