lunes, 26 de agosto de 2013

Habría un presidente provisional del país





agosto 26, 2013
 
 
 
 
 
 
 
  By Carlos Manuel Acuña


No siempre los analistas coinciden en el trazado de los escenarios posibles cuando hay crisis de la magnitud de la que asedia el futuro de la Argentina. Entre nosotros no es novedad y la etapa que vivimos oscila entre posibles acuerdos entre quienes ocupan el lugar de la dirigencia y la posibilidad de una violencia que puede concluir en una nueva tragedia. Ésta sería relativamente breve y en parte así lo esbozó anoche el periodista Jorge Lanata al mencionar con imágenes probatorias a las distintas organizaciones que dependen del gobierno, que las alimenta financieramente y les permite ofrecer cargos que sirven para el reclutamiento, la extensión territorial y generar aspiraciones políticas de primer nivel. También para el entrenamiento, la formación ideológica y en determinados casos, para el ejercicio del narcotráfico.

 Algo de esto último señalamos hace muy poco cuando hablamos del caso de la empresa aérea LAN, cuyo desenlace será importante, incluso para nuestra casi inexistente política exterior. Por supuesto, el tema enlaza todos los factores de la crisis, habido el grado de penetración que ha logrado esta lacra social, cuyo poder la coloca en un nivel de prioridades entre los temas que deberá afrontar el próximo gobierno que podría asumir -después o antes- del plazo constitucional vigente, plazo que coloca al año 2015 en una lejanía dentro de cuyo vacío cabe toda clase de especulaciones.

Sin querer hacer una prognosis casi imposible hasta que no se concreten los pases que engruesan la corriente peronista más tradicional que encarna el intendente del Tigre, empeñado en incorporar a otros sectores, y hasta que no cobre forma la posibilidad de que se forme un frente de centro izquierda a partir de la sigla UNEN, es imposible hacer vaticinios acerca de lo que hará Cristina Kirchner, atada a sus cambiantes problemas emocionales y a la influencia de los pocos asesores más cercanos que saben que su destino está atado al de Cristina. Como recordarán nuestros lectores, la todavía presidente de nuestra ex República ya tomó conciencia de la debacle que se le vendrá encima el 27 de octubre, lo que la llevó a buscar contactos con su actual enemigo más importante -Sergio Massa- para negociar su estabilidad pero sobre todo su propia libertad y la de sus hijos. En pocas palabras, generar un compromiso tendiente a frenar los juicios que por múltiples motivos y en especial los relacionados con la corrupción, surgirán apenas pierda sus fueros presidenciales. Por renuncia o por incapacidad de gobernar.

Por cierto, también hay otras razones de similar peso, por ejemplo qué harán las víctimas de todo orden que sufren la organizada aplicación de leyes penales retroactivas y la aceptación de testigos falsos y remunerados por el Estado, para que presten testimonios en procesos escandalosos donde los perjudicados emprenderán acciones que abarcarán a jueces y fiscales que comienzan a sentar las bases para modificar este aspecto de la problemática y adaptarlo a la etapa posterior al kirchnerismo.

 Como se recordará, el escándalo que recién comienza a partir de la denuncia de la breve estadía en las Islas Seychelles contribuyó a que las conversaciones privadísimas que mantuvieron los correspondientes representantes concluyeran con una tajante negativa que en Olivos causó una tremenda rabieta. Esta no pudo disimularse con el maquillaje en el rostro de la viuda y abuela, sobre todo después que se conocieron los números de encuestas que anuncian una marcada caída de los votos en el orden nacional. La tendencia anticiparía que ya se está por debajo del 20 por ciento, número que es conocido por los gobernadores que durante su reciente reunión acordaron defender sus propios territorios y aportar tranquilidad a los intendentes que manejan a sus seguidores que constituyen las respectivas bases electorales.

La gran movilidad que anunciamos en su momento se encuentra en plena ebullición. En la provincia de Buenos Aires, el pase de los intendentes emblemáticos del kirchnerismo marca una constante cotidiana junto con mensajes de apoyo y solidaridad de otros que por razones económicas permanecen en un silencio tenso y muchas veces incómodo. En estos casos, el gobernador Daniel Scioli ha dado pasos relativamente enigmáticos. Por un lado, no quiere quedar atado al derrumbe cristinista que vislumbra y, por el otro y concurrentemente, no abandonó aún su proyecto de ser el sucesor para ocupar constitucionalmente la Casa Rosada. Más aún, no ignora que aun y cuando llegue antes de finalizar este período gracias a una aceleración y agravamiento de la crisis que derive hacia un estado de excepción manejado por los gobernadores, una vez instalado en el sillón de Rivadavia y amparado por la norma constitucional que permite la reelección, podría aspirar a cuatro años más y romper el anatema que sufrieron todos los gobernadores de Buenos Aires, en el sentido de que históricamente jamás pudieron alcanzar ese objetivo. 

Como marchan las cosas, la historia en este caso se mostraría inexorable. Sus asesores le aconsejaron un cambio completo en su estilo componedor y sumiso y adoptar una postura de firmeza acorde con al rango institucional que ejerce. Daniel Scioli parece que cumple esos consejos pero en los hechos deberá romper las consecuencias de un comportamiento que, bien evaluado, contribuyó a que el país llegue al actual estado de decadencia y peligro social.

Precisamente, este componente del panorama que se abre serviría para que los diputados que cumplían las órdenes del kirchnerismo amolden su conducta a la realidad donde se mueven vertiginosa y confusamente, factores que incorporan al habitual juego político en torno de personas y negociaciones, la posibilidad de que la promesa de Cristina de provocar “una tierra arrasada” cuando ocurra su derrota, las organizaciones que le serían fieles salgan a la calle con su carga de violencia y de odio. Muchos pensarán en el Vatayón Militante y los fugados de Ezeiza. Es posible que acierten aún cuando el “gran escape” haya sido financiado por el narcotráfico exclusivamente para sacar del penal de Ezeiza a los dos presos brasileños pertenecientes a importantes carteles de la droga. Aquellos que los siguieron vieron la oportunidad y la aprovecharon y, de paso, complicaron la situación para facilitar la huída de quienes posiblemente ya se encuentren fuera de nuestro territorio a la espera de mejores condiciones para regresar.

Lo relajado profundiza más aún el escándalo y demuestra lo que decimos en torno de este problema generalizado y agrandado desde que se retiró parcialmente a la Gendarmería Nacional de las fronteras. Pero volvamos a las negociaciones políticas, cuyo razonamiento sostiene que, si los votos cristinistas giran alrededor del 20 por ciento, quien hoy ejerce el Poder Ejecutivo se encontrará con las manos atadas para imponer sus deseos y lograr el apoyo legislativo.


 Surgirá el fenómeno de la ingobernabilidad y, sobre todo, del complejo y extremadamente complejo manejo de una economía obligada a efectuar un ajuste de tales proporciones, que muchos entendidos lo definen superior al “rodrigazo”. La imperiosa necesidad de lograr una mejor situación cambiaria para poder exportar mostraría como único camino la devaluación, temas todos éstos que deberían estar acompañados de otras innumerables iniciativas que hoy sería demasiado extenso explicar pero que son obvias y están en la cabeza de los observadores y en la de responsables directos que, con excepciones, no supieron evitar lo que sucede, incluso el grado monumental de la corrupción que ya se ejecuta públicamente.

Frente a este escenario, todavía en voz baja se menciona como algo muy factible la salida de Cristina. Como el sucesor constitucional es inviable por razones morales e incapacidad manifiesta -será procesado- Boudou será dejado de lado a la espera del juzgamiento y la prisión y tampoco es vista positivamente la presidente provisional del Senado, señora de Alperovich -la acompaña la pésima imagen de su marido, gobernador de Tucumán- por lo que se designaría para completar el período a Julián Domínguez, Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación quien, con la Constitución Nacional en la mano, recordaría a todos los legisladores que representan a las provincias, desde donde los gobernadores respaldarían lo actuado en concordancia con la Corte Suprema de Justicia. Por ahora, la disidencia más notable frente a este eventual curso de acción, está el argumento de que habría que dejarla a Cristina para que, envuelta en las consecuencias del derrumbe, busque soluciones para lo que no está capacitada, con lo que se intentaría que nunca jamás pueda esgrimir el remanido argumento de la conspiración destituyente. Por cierto, habrá que volver sobre este asunto substancial después del 27 de octubre, excepto que los acontecimientos se precipiten. Ya veremos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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