4 diciembre, 2019
Accting, furia, mentiras, ninguna respuesta y una payasada que describe al punto que hemos llegado en el país
Por Ruben Lasagno
Quien esto escribe no perdería ni un solo minuto en escuchar los monólogos cargados de narcisismo, mentiras, falsedades y autorreferencias de la ex presidenta Cristina Fernández, como no lo hice mientras ostentó el cargo en la década perdida, cuando las cadenas nacionales de los émulos chavistas de aquel entonces, pretendían llegar “a todos y a todas” para que escucháramos las imbecilidades de quien no dice lo que debe decir y pretende que la escuchen decir lo que a nadie le importa. De hecho, nuestro portal reproduce en vivo los juicios orales de la CIJ por corrupción y el lunes fue decisión de OPI no hacer lugar a la reproducción en éste caso, un evento que ya pintaba carecer de interés con beneficio para nadie, solo para hedonizar a la protagonista de un accting bochornoso, vergonzoso, patético y típico de un país bananero como el nuestro, con jueces que, como dijo Hebe de Bonaffini, “no tienen huevos”.
Dicho esto, sería redundante remarcar que no escuché un solo minuto de las 3 horas y media que habló la multipocesada vicepresidenta electa en su lugar de imputada por delitos en la función pública. Pero sí pude apreciar las ediciones de los medios nacionales que rescataron las imágenes de esta mujer a quien se le fue transformando la cara y con el correr de los minutos pasó de una simil templanza a la rabia, la desobediencia y la injuria al Tribunal, la falta de respeto a la justicia en general y arrastró en su loca carrera desbocada y enfurecida, a su “elegido”, el presidente electo Alberto Fernández, a quien puso como responsable general del manejo de los fondos para la obra pública en épocas del kirchnerismo de los primeros años, allá cuando Néstor y ella diagramaron el plan sistemático para quedarse con los fondos públicos a través de la obra pública nacional, tirándole por elevación a los jueces la idea de que sea llamado a declarar. “Si yo caigo, éste se va conmigo”, pareció decir.
No hay calificativos para describir con palabras lo que me pareció el compilado de estupideces que dijo la ex presidenta, quien en vez de defenderse con el Código Penal, trató de defenderse con un discurso falaz, luciendo una soberbia típica de ella, una verborragia desbordada de bronca y un ataque permanente, no solo a los jueces presentes que permanecieron impávidos como espectadores de Hamlet, sino a la institución a la cual amenazó con destruir si no se ajusta a sus términos y condiciones y obviamente a su debilidad puntual: el periodismo crítico.
El análisis no puede estar fundado en los dichos de quien no dijo nada, si en la vuelta de esa forma de usar a la política como reducto y aguantadero de figuras de segundo orden, desprolijos, fuera de tiempo, ordinarios y marginales. Es el regalo que nos hizo Mauricio Macri, tras cuatro años de mirarse en un espejo prestado y creer que arreglar la Argentina era parecido a sanear las finanzas de Boca Junior. Y nos devolvió lo peorcito de la historia, que el día lunes, ante un Tribunal sin respuesta ni respeto por la balanza que simboliza el equilibrio de que “todos somos iguales y tenemos los mismos derechos y obligaciones”, volcaron uno de sus platos demostrando tener miedo a las palabras, a las posturas de la acusada, sin hacer valer sus investiduras ni machacar el mallete, como sí lo hizo en Brasil la jueza que a Lula Da Silva lo conminó a callarse o retirarse del Tribunal; acá los jueces silenciaron sus palabras como buenos y obedientes falderos quienes ya piensan en los 4 años venideros con Carlos Zannini a la cabeza del poder político-judicial.
Si a alguno de nuestros colegas capitalinos que amasaron las teorías alentadoras de “Cristina moderada”, “Cristina cambiada”, la “Cristina que se había corrido”, la que “había cedido para construir un nuevo gobierno”, no les basta lo visto el lunes y que ya les habíamos adelantado con excesiva anticipación en oportunidad de hablar con ellos, tienen un problema de percepción importante.
Además de lo grotesco de su accting, que obviamente ninguno de nosotros “compramos”, la cara de CFK, sus rictus, sus espasmódicos gestos, la torpeza que se adueñó de su cuerpo en el final del monólogo, la voz temblorosa y la falta de coherencia en sus movimientos, sumado a la amenaza explícita a los jueces cuando volvió sobre sus pasos para decirles que eran ellos quienes debían responder preguntas, evidenció que esa es la verdadera Cristina. Es su libro, su concepción del poder, es la preparación de lo que viene: la revancha. Todo coronado, claro está, con las focas aplaudidoras que festejan cualquier gansada que diga, haga o proponga la viuda.
Es lo que viene y no nos sorprende; era previsible. Es el único país del mundo que tiene a quien fue dos veces presidenta, como vicepresidenta después de 4 años en la que fue procesada 13 veces, le pidieron prisión en 4 oportunidades, la encubrieron desde el Senado, las causas rebalsan de pruebas, acusaciones, testigos y documental con la que se puede empapelar una autopista, le cambió el nombre al partido que fundó con su marido, eligió un candidato a presidente de cartón para que ponga la cara por ella quien en campaña no podía salir ni a la esquina, excepto con la excusa de “presentar su libro” y gracias a la buena voluntad de Sergio Massa, su núcleo duro y gobernadores peronistas, ganó.
El lunes demostró lo que fue y lo que es. No representa, para nosotros, una duda lo que será CFK en el tiempo que dure en el poder, a partir del 10 de diciembre.
(Agencia OPI Santa Cruz)
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