28 de diciembre de 2019
La buena noticia es que se muere 2019
LA NACION
Imbuido todavía del espíritu navideño, me preparo para afrontar la llegada de 2020 pletórico de paz y esperanza. Sí, paz, esperanza, amor. La fórmula #danielscioli de la felicidad. Suele pasarme en estas épocas, pero este año, mucho más. Es el nuevo clima político, sin dudas. El santo y seña de Macri era el cambio, y, pobre, al que cambiaron fue a él. Alberto, más pícaro, promueve la solidaridad, una solidaridad peronista, impuesta por el Gobierno. Detengámonos en el poder inconmensurable, mágico, de las palabras. Solidaridad, dije, impuesta. Impuesta con impuestos, impuestos impostergables, imposibles de eludir. Un impuestazo impactante, impertinente, impúdico, impiadoso. Para muchos, impagable. Muy impresionante. ¿Funcionará la impostura? Improbable.
Igual, insisto en ponerle a la cosa buena onda. Como nuestros líderes. El 24, los saludos en Twitter no pudieron ser más entrañables. "La Navidad nos invita a reflexionar", escribió Alberto, famoso por ser un tuitero irreflexivo. "Que el amor supere al odio", clamó, en un derroche de originalidad, Macri. "Los quiero mucho", nos mintió Cristina. Pero el que hizo llorar a todos los bonaerenses con su mensaje navideño fue Axel Kicillof. Entrando en la Nochebuena -literal: mientras en las casas se ponía la mesa y se colocaban los regalos al pie del arbolito- dio a conocer la suba del impuesto inmobiliario urbano y rural, que llega hasta el 75%. Un genio. Pirotecnia mata cacerolazo.
Buena onda es pedir cosas lindas, soñar con ellas, pensar que son posibles. Para el nuevo año, el Presidente tiene cinco deseos, según me confió ayer: que los argentinos vivan a fondo la solidaridad, porque si no estará obligado a correrlos con la AFIP y la policía; que la clase pasiva entienda que de ella se espera eso, pasividad ante el congelamiento de sus ingresos; que el castigo al Fondo Monetario por la irresponsabilidad de haberle prestado a Macri 60.000 millones de dólares sea pagarle con la misma moneda: dólares; que alguien le acerque algo parecido a un plan económico, y que Cristina se convenza de que sería una excelente embajadora en La Habana.
También Cris me contó sus aspiraciones para 2020: que nadie se dé cuenta de que le ofreció la candidatura a Alberto para que la cara del ajuste fuera él y no ella; que la salida de las cárceles de exfuncionarios, sindicalistas y empresarios kirchneristas inyecte liquidez al mercado y logre reactivar el consumo; que Maradona siga visitando a Alberto en la Casa Rosada, hasta hacerlo descender; que el congelamiento de las dietas de los legisladores en ambas cámaras, obligado por una movida de senadores macristas, sea compensado en julio con una suba mucho mayor, y que el llamado del Presidente a que la gente deje de ahorrar en dólares sea considerado la ocurrencia del año. En esto me permito discrepar, porque es mucho más ocurrente que el operador judicial ultrakirchnerista Javier Fernández esté al frente de la Auditoría General de la Nación. O que Carlos Zannini sea el procurador del Tesoro. Si Boudou logra dejar la cárcel, que le alisten el despacho principal de la Casa de Moneda.
Massa se propone, el 31 a la noche, brindar por "el mejor arranque que haya tenido un gobierno argentino en toda la historia: empezó arrancándoles la plata a los que votaron a Macri".
Lavagna hizo saber que no tiene ningún deseo, porque en realidad ya se le cumplieron: ubicó a todo su equipo en puestos del Gobierno.
Yo sí tengo, muchos, y voy a compartirlos. Como la Argentina es el único país del mundo que grava en niveles del 30% sus exportaciones agropecuarias (según me dateó Juan Llach), quisiera que se sume alguno más, para no estar tan expuestos; me gustaría también que, una vez cumplidos los seis meses estipulados en la ley de emergencia, el Presidente renuncie a los poderes excepcionales sin que las bancadas peronistas le inicien juicio político por insania. Pido que el congelamiento, también por 180 días, de boletos de trenes y colectivos no traiga aparejado un festival de subsidios y de corrupción entre los funcionarios que reparten los subsidios y las empresas de transporte que los reciben; en realidad, me parece que eso es mucho pedir, es un exceso de mi parte: lo retiro, ya está, generen déficit, llénense de guita, corrómpanse, que, de última, después de una temporadita a dieta en el penal de Ezeiza el premio es un futuro de lujos y placeres. Mi último deseo: que Frederic, la ministra de Seguridad, dedique sus mayores empeños a demostrar que Nisman no fue asesinado, porque eso es lo que le ordenó Cristina; y que con las fuerzas que le queden demuestre después que Maldonado sí fue asesinado; parece que el objetivo de Frederic no es salir a la caza de delincuentes o narcotraficantes, sino de la verdad.
Ah, me olvidaba. Ojalá que me equivoque, pero da la impresión de que estamos ante un típico gobierno peronista, con olfato para la economía, tacto político, oído puesto en las demandas de la gente, la vista enfocada en su mercado electoral y gusto, mucho gusto por el populismo, el relato, la profanación de las formas republicanas y el relativismo moral, por llamarlo de alguna forma.
Se muere, por suerte, este 2019 tan movido, tan traumático, tan inquietante. Y si no se muere, lo matamos.
Imbuido todavía del espíritu navideño, me preparo para afrontar la llegada de 2020 pletórico de paz y esperanza. Sí, paz, esperanza, amor. La fórmula #danielscioli de la felicidad. Suele pasarme en estas épocas, pero este año, mucho más. Es el nuevo clima político, sin dudas. El santo y seña de Macri era el cambio, y, pobre, al que cambiaron fue a él. Alberto, más pícaro, promueve la solidaridad, una solidaridad peronista, impuesta por el Gobierno. Detengámonos en el poder inconmensurable, mágico, de las palabras. Solidaridad, dije, impuesta. Impuesta con impuestos, impuestos impostergables, imposibles de eludir. Un impuestazo impactante, impertinente, impúdico, impiadoso. Para muchos, impagable. Muy impresionante. ¿Funcionará la impostura? Improbable.
Igual, insisto en ponerle a la cosa buena onda. Como nuestros líderes. El 24, los saludos en Twitter no pudieron ser más entrañables. "La Navidad nos invita a reflexionar", escribió Alberto, famoso por ser un tuitero irreflexivo. "Que el amor supere al odio", clamó, en un derroche de originalidad, Macri. "Los quiero mucho", nos mintió Cristina. Pero el que hizo llorar a todos los bonaerenses con su mensaje navideño fue Axel Kicillof. Entrando en la Nochebuena -literal: mientras en las casas se ponía la mesa y se colocaban los regalos al pie del arbolito- dio a conocer la suba del impuesto inmobiliario urbano y rural, que llega hasta el 75%. Un genio. Pirotecnia mata cacerolazo.
Buena onda es pedir cosas lindas, soñar con ellas, pensar que son posibles. Para el nuevo año, el Presidente tiene cinco deseos, según me confió ayer: que los argentinos vivan a fondo la solidaridad, porque si no estará obligado a correrlos con la AFIP y la policía; que la clase pasiva entienda que de ella se espera eso, pasividad ante el congelamiento de sus ingresos; que el castigo al Fondo Monetario por la irresponsabilidad de haberle prestado a Macri 60.000 millones de dólares sea pagarle con la misma moneda: dólares; que alguien le acerque algo parecido a un plan económico, y que Cristina se convenza de que sería una excelente embajadora en La Habana.
También Cris me contó sus aspiraciones para 2020: que nadie se dé cuenta de que le ofreció la candidatura a Alberto para que la cara del ajuste fuera él y no ella; que la salida de las cárceles de exfuncionarios, sindicalistas y empresarios kirchneristas inyecte liquidez al mercado y logre reactivar el consumo; que Maradona siga visitando a Alberto en la Casa Rosada, hasta hacerlo descender; que el congelamiento de las dietas de los legisladores en ambas cámaras, obligado por una movida de senadores macristas, sea compensado en julio con una suba mucho mayor, y que el llamado del Presidente a que la gente deje de ahorrar en dólares sea considerado la ocurrencia del año. En esto me permito discrepar, porque es mucho más ocurrente que el operador judicial ultrakirchnerista Javier Fernández esté al frente de la Auditoría General de la Nación. O que Carlos Zannini sea el procurador del Tesoro. Si Boudou logra dejar la cárcel, que le alisten el despacho principal de la Casa de Moneda.
Massa se propone, el 31 a la noche, brindar por "el mejor arranque que haya tenido un gobierno argentino en toda la historia: empezó arrancándoles la plata a los que votaron a Macri".
Lavagna hizo saber que no tiene ningún deseo, porque en realidad ya se le cumplieron: ubicó a todo su equipo en puestos del Gobierno.
Yo sí tengo, muchos, y voy a compartirlos. Como la Argentina es el único país del mundo que grava en niveles del 30% sus exportaciones agropecuarias (según me dateó Juan Llach), quisiera que se sume alguno más, para no estar tan expuestos; me gustaría también que, una vez cumplidos los seis meses estipulados en la ley de emergencia, el Presidente renuncie a los poderes excepcionales sin que las bancadas peronistas le inicien juicio político por insania. Pido que el congelamiento, también por 180 días, de boletos de trenes y colectivos no traiga aparejado un festival de subsidios y de corrupción entre los funcionarios que reparten los subsidios y las empresas de transporte que los reciben; en realidad, me parece que eso es mucho pedir, es un exceso de mi parte: lo retiro, ya está, generen déficit, llénense de guita, corrómpanse, que, de última, después de una temporadita a dieta en el penal de Ezeiza el premio es un futuro de lujos y placeres. Mi último deseo: que Frederic, la ministra de Seguridad, dedique sus mayores empeños a demostrar que Nisman no fue asesinado, porque eso es lo que le ordenó Cristina; y que con las fuerzas que le queden demuestre después que Maldonado sí fue asesinado; parece que el objetivo de Frederic no es salir a la caza de delincuentes o narcotraficantes, sino de la verdad.
Ah, me olvidaba. Ojalá que me equivoque, pero da la impresión de que estamos ante un típico gobierno peronista, con olfato para la economía, tacto político, oído puesto en las demandas de la gente, la vista enfocada en su mercado electoral y gusto, mucho gusto por el populismo, el relato, la profanación de las formas republicanas y el relativismo moral, por llamarlo de alguna forma.
Se muere, por suerte, este 2019 tan movido, tan traumático, tan inquietante. Y si no se muere, lo matamos.
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