11 noviembre, 2019
Las ideologías ya no importan, solo cuenta el hartazgo de los pueblos a los abusos del poder
Por Rubén Lasagno
Hasta hace poco en Sudamérica todo parecía ceñirse a la pelea “izquierda y derecha”, pero luego del fenómeno chileno y del reciente escándalo político boliviano, está clarísimo que las ideologías fueron relegadas por los pueblos, que actúan, independientemente del lado de la grieta en que se encuentren, en contra de los abusos del poder, la corrupción, los autoritarismos y el sojuzgamiento de una parte de la sociedad que miran atónitos como otros se llevan tajadas de la torta y a ellos no les dejan ni las migajas.
Lo de Venezuela es, quizás, el paradigma de las desigualdades sobre las que se ha rebelado un pueblo. Pero allí el déspota mantiene ungida con riquezas a un poder militar que en cierta manera le es eficaz para retener un gobierno ilegal, apuntalado por Cuba, Rusia y el narcotráfico, donde cada uno hace su propio negocio merced a las riquezas petroleras y el comercio de estupefacientes. En este caso, Maduro y Cabello se han transformado en verdaderos genocidas hacia su propio pueblo, quienes, al contar con el poder militar de las FFAA y FFSS han obligado a 6 millones de venezolanos a dejar su tierra para no ser parte de las más de 7 mil ejecuciones que lleva el régimen, repudiado en todo el mundo civilizado.
En Chile, el gobierno de Piñera, claramente de derecha ortodoxa mantenía una economía “prolija” pero también mantenía y mantiene las desigualdades en su máxima expresión. En Chile la clase media es muy difusa y el que no tiene plata está marginado de los servicios esenciales como salud, educación, etc. El gran error de Piñera, ante la crisis, fue apoyarse en sus reflejos condicionados más prusianos y al primer desborde implantó el toque de queda y sacó a los militares a la calles. Eso es de otros tiempos o en todo caso, corresponde a regímenes totalitarios, autoritarios y fascistas como el de Maduro que utiliza las fuerzas represivas del gobierno para asesinar a sus opositores, como antes lo hizo Pinochet en Chile.
En Bolivia el pueblo se hartó del populismo. Bolivia tuvo una época de cambio durante el primer gobierno de Evo Morales; repitió la historia en el 2010, reelecto por casi el 60% y personalmente viví aquella inigualable experiencia por encontrarme en La Paz y asistir a la ceremonia indígena que realizaron en Tiahuanaco (a 100 kms de la capital).
Allí, en la Puerta del Sol en cuyo friso se revela el Dios Sol, ví como Evo fue coronado presidente ante un campo aledaño donde se juntaron más de 150 mil almas, distribuidos en coloridas tribus que llegaron de todos los puntos de país, incluyendo más de mil jujeños que llegaron el decenas de colectivos y acompañaron a Milagros Sala su invitada de lujo, en aquel momento empoderada por el máximo rango que le había dado el kirchnerismo, como “luchadora social”.
Allí Evo parecía un semidios azteca; y se lo creyó. Cuando llegamos a Santa Cruz de la Sierra Ual este de Bolivia), el panorama era otro y costaba encontrar una imagen de Evo en un paredón. Obvio, era el contrapoder del indígena que se cubrió de gloria con los votos del oeste, una parte del país sumida en la pobreza.
Pero Morales desarrolló el síndrome del poder y ya no le bastaron dos mandatos, quiso el tercero, el cuarto y si fuera posible, la eternización de su gobierno en Bolivia. En las anteriores elecciones las sospechas de fraude fueron sofocadas a tiempo. Esta vez cundió el hartazgo y el pueblo reaccionó. Más allá de que siempre hay sectores encaramados en el oportunismo para agitar las aguas y sembrar el caos, no es menos cierto que cuando el poder está cohesionado y bien determinado sus roles, excepto por malos ejemplos como los de Chile y Venezuela, los gobiernos hacen uso de las fuerzas de seguridad para controlar los incidentes. Pero en el caso de Bolivia, no hubo un golpe de estado, sino una desobediencia del aparato militar, cuando Evo Morales pidió el apoyo en las calles y las FFAA se negaron a obedecer. Allí Morales pretendió dar marcha atrás y llamar a una nueva elección, pero era tarde. Solo y a merced de la clase más perjudicada, el presidente no tuvo otra opción que dimitir.
De ninguna manera lo de Bolivia es un golpe de Estado. Evo Morales hizo todo lo posible por hacer caer su gobierno. La ambición desmedida, la eternización, el fraude y la corrupción, le pusieron punto final a su populismo que hasta hace dos semanas atrás era “ejemplo” de esta tendencia en Latinoamérica, como Piñera lo era de la derecha desde Chile. El resultado en el plebiscito, donde perdió toda esperanza y el fraude posterior para sostenerse, selló su destino.
A pesar de todo, podemos decir que Argentina es el “más equilibrado” de la región. Pasó del populismo a un modelo capitalista-liberal y de éste nuevamente al populismo, sin que (hasta ahora) se hayan desperdiciado esfuerzos institucionales para desmoronar a un gobierno “no peronista” por primera vez en al historia (lo cual no significa que muchos no lo desearan); pero indudablemente la sociedad ha madurado en este sentido (el equilibrio de fuerzas en las elecciones así lo demuestra) y este cambio brusco de modelos en solo 4 años, debe ser un llamado de atención para los entrantes y para Mauricio Macri, un verdadero aprendizaje.
Está claro que las ideologías ya no importan (ni pesan) en la realidad de Latinoamérica. Solo aquellos gobiernos que no engañen, no roben, no defrauden, sean solidarios y participativos, tendrán oportunidad de prevalecer. Y esto es lo importante, el resto es politiquería barata que exudan los sectores radicalizados, tanto de la derecha como la izquierda, quienes ya no deciden gobiernos; ahora lo está decidiendo la propia sociedad que se siente usada, castigada y perseguida por quienes dicen representarla y deberían protegerla.
Quizás esta nueva tendencia mejore a una clase política deshonesta, inmoral y abusiva y empecemos a ver una nueva clase política que ya no esté puesta en los gobiernos por grupúsculos militantes, empresarios y bancos, sino colocadas y quitadas del poder, por las víctimas de sus corruptelas y delitos de lesa humanidad.
(Agencia OPI Santa Cruz)
N de R La Misère Porc:
La Excelente nota del SR. PERIODISTA, Don RUBÉN LASAGNO, es la fiel realidad de los Pueblos cansados de sus gobernantes charlatanes, sean de derecha o de izquierda.
Los dos ejemplos que cita: Chile y Bolivia, son la indiscutible realidad del hartazgo de los PUEBLOS, de ser tratados indignamente.
Los argentinos, deberíamos aprender a comportarnos como Pueblo Soberano y no depender de políticos que sólo pretenden ser millonarios, a costa de sojuzgar muchas veces, al Pueblo que los votó y al que no. Basta ya de populismos de cualquier signo. Aprendamos.
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