1º de diciembre de 2019
El kirchnerismo y la obsesión autoritaria con la prensa
Hebe de Bonafini (REUTERS/Agustin Marcarian)
Por Darío Lopérfido
En la Argentina pasa el tiempo y los temas que reaparecen son siempre los mismos. Hay algo obsesivo y bobalicón en la mirada conspirativa que tienen dirigentes y simpatizantes kirchenristas sobre la prensa. Para solucionar su paranoia siempre buscan caminos tanto violentos como autoritarios y, como siempre, el análisis que hacen está alejado de la observación de los hechos.
Convengamos en que no son los únicos que hablan de estos temas. En general, hay una tendencia de mucho sectores populistas en Latinoamérica a creer que cuando algunos de los políticos que son de su agrado caen en desgracia es por una conspiración entre los medios y la justicia. Lo afirman los partidarios de Lula, Rafael Correa, Evo Morales, Cristina Kirchner, entre otros. Aún cuando las pruebas de delitos sean clarísimas siempre usarán esa excusa. Hay algo que continuamente subyace en ellos: se sienten “el espíritu del pueblo” y por eso consideran un insulto que la Justicia de los hombres los acuse de corrupción. Es un concepto casi religioso basado en abstracciones: ¿cómo me van a acusar a mí que sólo pienso en la alegría de mi pueblo? Muchísimas derivas autoritarias surgen de este tipo de pensamientos. Los militantes y simpatizantes, cuyo fanatismo se impone sobre su capacidad de raciocinio, y los políticos, empresarios, et al. inescrupulosos, que se aprovechan de eso, son el combustible necesario para alimentar esas proclamas que esconden prácticas autoritarias y, en general, una corrupción sistemática.
Ante el cambio de gobierno es interesante observar cómo aparecen distintas manifestaciones que van creando masa crítica e instalando temas que, a simple vista, nos parecen disparatados, pero que reflejan el pensamiento más profundo de algunos de los individuos que adscriben al kirchnerismo. Este patrón de funcionamiento fue el que se impuso especialmente en la época K.
El humorista Dady Brieva lanzó hace un tiempo la idea de crear una Conadep del periodismo: una burrada conceptual y una nefasta utilización de un término que remite a una comisión que investigó la desaparición de personas. No habría que darle entidad dado que mucha gente del espectáculo argentino es pródiga en decir pavadas. Uno esperaría que ante su afirmación “hay que crear una Conadep del periodismo. Esmerilaron al gobierno de Cristina” hubiera una manifestación responsable de la ex presidente o de alguien que hable en su nombre para desmentir y desacreditar semejante idiotez. Por supuesto, no pasó. Más bien hubo, desde ese arco político, algunas manifestaciones de apoyo. El “intelectual” Mempo Giardinelli se mostró de acuerdo y, a partir de ese momento, fueron apareciendo manifestaciones y actos que avalaron esa línea política.
Pérez Esquivel ha convertido una “Comisión provincial de la memoria” (organismo que se supone se dedica al tema de la memoria relacionada a la dictadura) y que, por supuesto, es un organismo financiado por dinero público, de los impuestos, en una especie de tribunal para investigar a periodistas y averiguar de dónde sacan información para sus investigaciones sobre corrupción gubernamental. A la vez, son consultados por un juez llamado Ramos Padilla que se apoya en esa comisión para cuestionar publicaciones e intentar descalificar a un fiscal que acusa de corrupción a miembros del gobierno kirchnerista y empresarios. Si estos personajes hubieran vivido en Rusia en la época de Stalin habrían alcanzado un rango muy alto en el régimen. El tema es que sucede en Argentina y no se toma dimensión del nivel de locura en el que estamos inmersos.
También por estos días Rafael Bielsa, el ex Canciller de Néstor Kirchner, afirmó que “hay que revisar lo que hicieron algunos periodistas y medios. No puede ser gratis” y dejó una frase inquietante: “El periodismo que miente va a desaparecer”. Llama la atención la predilección de algunos por las palabras que utilizan. Siempre en torno a la “desaparición”. Es curioso que usen tanto esa palabra para hablar de la prensa habiendo tantas otras en el riquísimo idioma español. Cada cual puede usar la palabra que quiera, pero me resulta curioso. A algunos nos hace acordar que Bielsa fue asesor en el área de Justicia en la época de la dictadura. Seguramente, no era tan dicharachero por aquellos tiempos.
Hebe de Bonafini no podía faltar en esta sucesión de disparates y puso su granito de arena al afirmar: “El próximo gobierno se tiene que apoderar de los medios. Tenemos que volver a poner nuestra gente en los medios que cuente lo que pasa, que diga la verdad”. Es notable el “sincericidio”: no sólo quieren poner a su gente en los medios sino que usa la construcción “volver a poner” admitiendo que ya lo hicieron. Justamente ella que, además, tuvo un programa en la televisión pública durante la era Macri (una actitud incomprensible y mojigata de los responsables de esa decisión). Una cosa es el espacio a los opositores y otra es alimentar el golpismo y la violencia con los impuestos de todos.
Toda esa escalada merece una descalificación y aclaración pública de las nuevas autoridades. Deberían desactivar con una afirmación rotunda y decidida este espiral de violencia verbal. En la Argentina hay, como en todos los países, medios más serios y medios menos serios. Hay periodistas con mucho nivel y otros que no lo tienen tanto. Existe gente que ama su profesión y gente que hace dinero recibiendo prebendas del poder. Es así en casi todos lados. Pero si una analiza la historia el kirchnerismo debería mostrar que “vuelve mejor”. Son lógicas esas dudas ya que la última vez que estuvieron en el poder cometieron todas las barbaridades propias del populismo y autoritarismo. En ese momento de difamaba gente en la TV Pública (¿cómo olvidar ese insulto a la inteligencia que fue 678?). Fue en esa época en donde empresarios que se hicieron ricos con la corrupción de la obra pública se apoderaron de medios y los usaron para desinformar. Por entonces florecieron los medios oficialistas alimentados por la pauta oficial (dinero de todos los contribuyentes) y que luego dejaron gente sin trabajo y administraciones muy dudosas. Hubo también una extraordinaria cantidad de películas y series que se hacían con fondos públicos y que pocos veían, con temáticas, muchas veces, de un revisionismo histórico digno de un país subdesarrollado y con mucha oscuridad en el manejo de los fondos. En función de esos antecedentes deberían ser mas cautos en las declaraciones y más claros en cuál será el accionar del futuro gobierno en esta materia.
Intentar que pensemos que los que están involucrados en actos de corrupción son víctimas de los medios es tomarnos de idiotas. La mayoría no puede explicar de ninguna manera su evolución patrimonial y muchos de los que integraron esas bandas delictivas han confesado e involucrado a personas en sus testimonios judiciales.
Todo esto se da en un momento donde se agitan los pedidos de libertad para los que llaman, de manera desopilante, “presos políticos”. Sería grandioso que comprendiesen que ganaron las elecciones, pero que no tienen un cheque en blanco. La Argentina siempre se debate entre una vocación autoritaria y una republicana. Cada cual elige dónde ubicarse.
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