10/11/2019 - 19:18
Avant Premiére
Otro presidente puesto, carancheo en el Congreso y la despedida de soltero de Massa
Alberto Fernández, ante el dedazo de Cristina. Los bloques legislativos, en alerta por los saltos.
Massa y Monzó, en su primera reunión formal para la
transición en la Cámara de Diputados
Ignacio Zuleta
La despedida de soltero del presidente "puesto"
Alberto Fernández pertenece a una categoría muy pampa de mandatarios: es el presidente puesto. Son aquellos que suben al cargo sin haber hecho el trabajo de la construcción de poder, de abajo hacia arriba, sino por una decisión regia de un sistema preexistente, que se guarda el poder y la vigilancia sobre él. Presidentes puestos fueron Cámpora (puesto por Perón), Isabel (también por el general), Kirchner (puesto por Duhalde), Cristina (puesta por Néstor), ahora Alberto fue puesto por los gobernadores que tienen el poder del peronismo, y por Cristina, a quien esos gobernadores bajaron de la fórmula.
Con Cristina no había unidad del peronismo ni, en consecuencia, chance competitiva para esa fuerza. Ser puesto no es un mal en sí mismo, es un don, un gift, como ser poeta o ganador del Quini 6. Al que le toca, lo festeja y ya se verá cómo digiere hacia adentro esa condición excepcional en la política, un negocio que en los países del Occidente europeo suponen otros tipos de construcción: república, democracia, soberanía popular, representación, mandato. Al presidente puesto el sistema le regala todo eso. En los otros casos, hay que luchar mucho para conseguirlo.
Lula perdió cuatro elecciones antes de ser presidente, Mandela estuvo preso 27 años. Se dice fácil, pero hay que estar. Ser presidente puesto tiene una ventaja extraordinaria, además de que es un regalo de los dioses: le permite, en este caso a Alberto, una libertad extrema para tomar decisiones, probar métodos, escrutar elencos en una gama impensada de ideologías. Nadie le impone un mandato, nadie le pedirá cuentas cuando deje el cargo, porque él sólo se comprometió a una cosa. A ser el presidente puesto. Sus clientes no son los ciudadanos sino quienes lo pusieron. Todo le viene bien y es motivo de celebración.
El latiguillo con el que remata sus declaraciones en público ya es una consigna de trabajo: "Bienvenido sea", dice ante lo que le propongan. Y sigue festejando, porque después de asumir, como después de la boda, sabe que aparece la suegra… El costado oscuro es la soledad del presidente puesto. Cuando las cosas se ponen mal, no hay quien lo defienda.
Espejismos, la ONG Puebla y el nuevo grupo Mausoleo
Esa libertad absoluta para armar el nuevo gobierno les da a las movimientos públicos de Alberto el tono una despedida de soltero, más que de una luna de miel. Mucho viaje, guitarreadas, fotos, risas y canciones, mucho baile de caño y trencito, visitas a las galerías insondables del túnel del tiempo, asados con lo que Néstor llamaría el "grupo Mausoleo" –hasta ha dicho que tomó decisiones en el mausoleo de Néstor en Gallegos y que va a traer la mole de bronce de Ecuador que representa al santacruceño–.
Ese mote se lo puso Néstor en 2004 a una foto de Duhalde, De la Sota y Scioli en la quinta peronista de San Vicente. Él murió y el peronismo sigue recreando mausoleos con los nombres de siempre. A lo mejor no hay otros. La pasión por los mausoleos explica las algaradas con esa ONG –en el sentido literal, porque es un club de no gobiernos– que es el grupo Puebla, para algunos una patriada de la América Morena, como decía el llorado Buscapié Cardozo, para otros una punta de lanza de los chinos a través del gerente del grupo, el chileno Marco Enríquez Ominami, que no ha negado la información de que es personero de la consultora francesa que representa a los intereses chinos en varios países de América.
Para darle más morbo, usan el museo de Almagro del ex embajador Eduardo Valdés, que intenta replicar ese MOMA de los museos peronistas que es el que tiene Daniel Scioli en su casa –de paso, ¿habrá allí una catrera para Evo Morales, que es ya otra ONG–. Como decía el recordado Héctor Masnatta, todo se conocerá en el transcurso del juicio. Porque todo termina siempre en un juicio. Sobre tercerismos también hay muchas fantasías. Por ejemplo, que Alberto recibe órdenes de Cristina, que las recibe de Maduro, que las recibe de los cubanos. Ese es un circuito empastado que requiere, como dicen los cirujanos, una toilette quirúrgica. Si fuera cierto, no estarían allí ni Jorge Argüello ni Eduardo Valdés.
El riesgo de reflotar la trama judicial de Cristina, que dividió al peronismo
La música de la despedida de soltero de Alberto apabulla y crea espejismos sobre las presuntas contradicciones del Alberto bueno y el Alberto malo, como decía Di Tella cuando hablaba del Menem bueno y el Menem malo. Había que hacerle caso al bueno, pero nunca olvidar que estaba donde estaba, como Alberto está en donde está, por el malo. No está demás precisar algunas viñetas para disipar estas confusiones. La más estridente es la algarada lulista, que la ONG Puebla ha querido vincular con algunas rebeliones en el barrio. Hasta este domingo, el Guasón atacaba al neoliberal Piñera. Pero la caída Evo muestra que también la muchedumbre ataca al tercerista bueno.
La calle está alzada contra liberales y populistas. El Guasón no perdona. La caída del boliviano les cayó en plena sesión del Puebla. Y les aguó la fiesta lulista. He denunciado que es un plan perverso para enloquecerlo a Nelson Castro, El Corresponsal, que ya no da abasto entre Lula, el Miro, Evo, Chile, la Amazonia, etc. Para el nuevo gobierno la libertad de Lula es central, pero lo es más Milagro Sala. La migración de Alberto hacia Cristina comenzó en diciembre de 2016, cuando él apareció en Jujuy para pasar el año nuevo con la activista jujeña. Ahí rompió con su amigo Massa, en cuyas campañas había tenido un rol importante.
Alberto es uno de los directores de la defensa judicial de Cristina y alzar el caso Sala implica emplear en defensa de la ex presidente un símbolo internacional, el más internacional que tiene la Argentina, y que ha transitado cortes internacionales -la Interamericana ratificó detenciones, aunque le dio la domiciliaria-. Levantar un símbolo internacional cauteriza el problema principal de estas causas, que es la vigencia de los mecanismos de la justicia global. Hace 50 años un político con los papeles flojos, de cualquier palo político, se iba a otro país, se asilaba y la justicia no lo alcanzaba más. Hoy, salvo que se refugie en alguna guarida sin extradición -contadísimos países- lo intercepta Interpol en un aeropuerto y lo traen de las pestañas.
Todo lo que se logre en beneficio de Milagro Sala redundará en favor de Cristina. Esto explica la exageración del ex juez Zaffaroni de que hay que intervenir la justicia de Jujuy (lo puede decidir el Congreso por mayoría simple, pero despertaría el ánimo callejero de la nueva oposición, que se ha cebado con las plazas de Macri en campaña). Exagerado por la desmesura de rehabilitar la trama carcelaria de los ex funcionarios del último peronismo, que fue la razón de las divisiones en ese partido. El cisma del peronismo comenzó en 2009 –con la consecuente cadena de derrotas electorales– como reacción a las denuncias de corrupción. Si ese demonio renace, puede ocurrir una nueva división en un peronismo que ya la bajó a Cristina de la fórmula, y que no parece dispuesto a pagar un capítulo más de ese desprestigio. Ya pagó demasiado. Pero los festejos promueven desmesuras que, como en las tragedias clásicas, preparan el giro de la fortuna.
La balcanización de la oposición, una oportunidad para el carancheo
Hubo dimes y diretes sobre si Cristian Ritondo había adelantado la jugada con el anuncio de su nominación como nuevo jefe del bloque del PRO. Para algunos, Macri lo señaló para que quedase claro quién manda. “El anuncio lo hizo Peña”, agregó otro que dice estar mejor informado. Macri y Peña, ante los quejosos que los visitaron, zanjaron la información: la noticia la dio el propio Ritondo, para asegurarse la jefatura que alguien podría disputarle. ¿Quién? El actual presidente de la bancada, Álvaro González, que asumió cuando Massot pidió licencia, y que tenía un acuerdo para continuar en el cargo en la nueva legislatura.
La señal la dio la casa de gobierno la semana anterior, y creó rispideces en el bloque, por considerarse una fuerza federal que no tiene por qué, necesariamente, ser conducida desde el vértice Capital-Buenos Aires. Motivó reuniones con Macri del conservador Omar de Marchi, y de Silvia Lospennato, que renovó la banca, para ir a quejarse de que les impusieran el mando de Cristian, cuando lo que esperaban era que, o elegían ellos como bloque o, en todo caso, Mauricio sugería algún nombre. Esto levantó los tantos de Monzó como armador, por afuera, de un eventual sub-bloque dentro del PRO, para integrar el interbloque opositor.
La orden tiene la misma música que llevarla a Bullrich al partido -o sea apartarlo a Larreta de un cargo gravitante en el Congreso-, y puede ser el germen de una disidencia en el PRO, que aprovecharía el nuevo oficialismo en el Congreso. Que exista un sub-bloque rebelde del PRO es una posibilidad que se acerca a la amenaza de los radicales del eje Cornejo-Nosiglia, que piden la jefatura del bloque UCR para el saliente gobernador de Mendoza, en lugar de Mario Negri, y la del bloque de senadores para Martín Lousteau. En esa puja hay un solo acuerdo, que es la renovación de la presidencia del Comité Nacional del partido para Cornejo -necesita 2/3 del voto de los delegados-. Si no hay acuerdo, puede haber sub-bloques de radicalismo. Negri dice tener 31/35 votos para su jefatura.
El anuncio de Carrió de salir del juego lo ayuda, porque sus adversarios le cobran su amistad con la jefa de la Coalición, que ejerce el veto sobre el sector Cornejo-Nosiglia para sus pretensiones en Diputados, en donde la CC tendrá 15 diputados –y 14 desde marzo, cuando renuncie Carrió–. Esta balcanización de la oposición en el Congreso es comprensible por la heterogeneidad de los integrantes del arco, pero es también una oportunidad para el carancheo que puede hacer el nuevo gobierno.
Alberto tiene expertise en ese tipo de maniobras. Cuando era jefe de gabinete fue el autor de la convergencia del peronismo con un sector del radicalismo, que terminó en la fórmula Cristina-Cobos, de una liga de intendentes progresistas con Ibarra-Binner-Juez y aportó a la semántica criolla el verbo borocotear. ¿Cuánto puede tardar para que, ya presidente, reactive el carancheo entre los opositores con defensas bajas, y necesidades básicas insatisfechas?
Massa también de despedida de soltero
Otro que está despedida de soltero es Sergio Massa, que también está de maniobras probando circuitos, equipos y jugadas para estudiar la reacción no tanto de sus adversarios sino de los propios. Lo visitó el jueves a Monzó en el despacho de la presidencia de la cámara de Diputados, como si ya hubiera sido elegido. ¿Tiene los votos? Hace creer que sí, y en esa visita con fotógrafos, oficializó el cargo que le han prometido, pero que aún le tienen que cumplir. A menos que el peronismo del Patria quiera un cisma del massismo por adelantado. No es momento de decirle que no a nada, y por eso avanza con situaciones de facto que comprometen a sus socios.
Monzó se hizo acompañar por dos cancerberos de su observancia, el diputado provincial electo Guillermo Bardón, y el saliente Marcelo Daletto, apuntados en el proyecto de una plataforma del PRO que busca diferenciarse del eje Peña-Larreta-Vidal. Se fumaron varios cigarritos, de la misma marca con la que se daba Fernando de la Rúa (Café Creme), y cerraron un primer acuerdo de transición, que implica que continúe como secretaria administrativa de la Cámara, la mendocina e ingeniera Florencia Romano. Interesante gesto de Massa este de fotografiarse como jefe de la cámara, cuando los tantos para formalizarlo están sujetos a más negociaciones.
Nadie imagina que ganen hoy quienes piden que el presidente sea José Gioja, porque implicaría un golpe a Massa que rompería el nuevo gobierno. Pero hay que hablar, para pagar esa dignidad con otros cargos, como las vicepresidencias de las cámaras. Si no, la gente va a seguir preguntándose por qué no acompañaron a Massa en esa visita hombres clave del bloque peronista, como el propio Gioja o Agustín Rossi.
En el Senado hay más circunspección. Marcelo Fuentes, jefe del bloque cristinista, que tiene línea abierta con La Habana para consultar a Cristina sobre la organización de la transición que él conversa con Gabriela Michetti. Ya le transmitió a la vice electa el interés del peronismo que continúen en sus cargos los prosecretarios administrativo y parlamentario, Mario Daniele (ex senador de Chubut) y Eric Calcagno. Habrá que negociar, porque la oposición de Juntos por el Cambio querrá esos cargos por debajo de los nuevos secretarios. Uno de esos, el de secretario, parece reservado para Virginia García, ex cuñada de Máximo Kirchner. Para la agenda de transiciones: Michetti pidió renovación de pasaporte –ya que vence el oficial que tiene como vice– y acudió a mecanismos discretos para que le renueven la visa a los Estados Unidos.
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