lunes, 19 de agosto de 2013

Argentina: la probeta inimaginable





agosto 19, 2013

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Abrumado, como tantos otros ciudadanos, por esta realidad que nos ahoga y desmoraliza, me sorprendí rememorando nuestros últimos cincuenta años de vida política.

Al mejor estilo de la famosa frase de La Chona, misturada con otra no menos conocida de la inolvidable Catita: patente, “…underrepente“…, se me representa, patente… patente…” la galería de personajes que enriquecieron nuestras vidas en estos aciagos años de vaivenes y zarandeos.

Claro que resultaría menos sabrosa la degustación de nuestras tribulaciones, si no las comparáramos con las vicisitudes que experimentaron los países que nos rodean o los que tenemos cercanos, que además, como si las inmediateces geográficas no bastaran, fueron, en su gran mayoría, hijos de las mismas corrientes conquistadoras a partir de la llegada a estas dilatadas tierras, del navegante genovés visionario, que hoy mira resignado al cielo, acostado detrás de la casa rosada y esperando saber cual será el destino que le asignarán los personajes de los gobiernos en pugna.

Muchas veces nos preguntamos, en nuestros años jóvenes, qué diferencias podían existir entre los adelantados españoles y portugueses que recalaron en estas latitudes, comparándolos con los que rumbearon para otros lados.

¿Eran distintos Pedro de Mendoza, Solís, Álvar Núñez y otros varios, a los que llegando a las mismas costas, decidieron internarse en lo más profundo del nuevo territorio y fundaron otros virreinatos como bases culturales que dieron nacimiento a los que hoy son repúblicas que, después de algunos vaivenes llenos de incertidumbre, como todo lo que nace, encausaron sus funcionamientos como países serios y con futuro?

¿Eran de otra calaña?

Seguramente que no.

Todos los países, casi sin excepción, vivieron circunstancias similares.

La extensión como reguero de pólvora de la guerrilla marxista de fines de los sesenta, toda la década de los setenta y los dos o tres primeros años de los ochenta, no respetó fronteras ni diferencias culturales.

Fogoneada sin pausa por la revolución cubana y con el apoyo explícito de la ex URSS y otros países satélites, la subversión asoló a todos, con algunas características distintivas, pero a todos por igual.

Hemos tenido problemas similares los países de América, desde el Río Grande hacia el Sur.

La diferencia es que todos, en mayor o menor medida, han restañado sus heridas profundas y algunos más rápidamente y otros no tanto, se han inmerso en la vida democrática con resultados positivos.

En esta probeta insólita en que se ha convertido la Argentina, a contramano total de las expectativas que despertaba a principios del siglo veinte, han proliferado personajes que parecen sacados de un compendio de impresentables.

Para no retroceder tan abruptamente y porque seguramente no deben quedar muchos que recuerden la real historia desde 1947 hasta 1955, quizás con la excepción de los gobiernos de Arturo Frondizi y Arturo Illia, de allí para adelante, ni el viejo Rico Tipo podría haber nutrido mejor la galería de impresentables con más o menos peso en nuestra trabajosa y casquivana historia reciente.

Para qué nombrarlo al “Tío”, que duró lo mismo que un esquimal en el Sahara, pero que en pocos meses hizo más daño que una epidemia de cólera.

Ni que hablar de la gran broma pesada que nos infligiera el inefable don Juan Domingo, dejándonos un legado difícil de olvidar por muchas décadas: doña Isabel Martínez.

Claro que el “regalito” que nos ofreciera tan bonachonamente el viejo pícaro, transformado en león herbívoro por obra y gracia de su avanzada edad, o de su sabiduría, no se limitó a dejarnos a los muchachos alzados en rebelión, primero “juventud maravillosa” y luego “imberbes irrespetuosos”, para más tarde convertirse en “delincuentes terroristas”.

Como si hubiese sido poco haberlos alentado desde su mansión, en la que seguramente vivía de manera austera y sin lujos, nos dejó de herencia a la ex bailarina, acompañada por el ex cabo camarero de la Federal, convertido de la noche a la mañana en Comisario General, con un montón de símbolos y soles rampantes en su hermosísimo uniforme.

Junto al camarero con dotes de brujo, llegaron los Lastiri y se encumbraron otros personajes nefastos que mantenían el guiso caliente mientras el líder sufría el “exilio”.

Después, cuando todo parecía ser un caos y hasta los más claros políticos de la contra, lo preveían, llegaron los militares y muchos de ellos fueron tan impresentables como los políticos de profesión, hasta recalar con el que nos embarcó en una guerra, justa y sagrada, pero innecesaria e inoportuna, halagado sin límites por la euforia de un pueblo que gritaba en la famosa plaza y le llenaba los oídos con una música que interpretó como su pase a la gloria eterna.

Y finalmente se fueron, después de haber cometido el pecado de traer como a delincuentes y a escondidas a los mismos que habían mandado a pelear.

Y llegó la democracia de la mano de Raúl Alfonsín, que batalló durante algunos años con un sindicalismo que lo volvió loco y con un peronismo incorregible que no admite no ser gobierno y no sabe serlo.

Y llegó el riojano, al principio con sus patillas, sus autos obscenos, sus despliegues exagerados, sus mujeres, sus contrabandos y sus excentricidades, y todo era un carnaval y como había inventado que un peso era igual que un dólar, los argentinos vivieron los siete u ocho años de despilfarro más grandes de la historia, mientras se paraban los trenes, se extinguía la flota mercante, se cerraban fábricas emblemáticas y se privatizaban hasta las dentaduras postizas, en una diarrea de desprendimiento que llenaba los bolsillos de los vendedores, de los compradores y para varias generaciones de sus descendientes.

Y un día se acabó, como acaba todo, y llegó el hombre que no encontraba las puertas, el que a su abulia le agregó el estallido de la famosa Alianza pegada con saliva, y al que no lo salvó ni “el precio de la merluza”.

Y como si los dioses no se hubiesen cebado bastante con los argentinos, siempre con ese andar tambaleante e inseguro, llegó el “ladrón de ovejas”, que borró de un plumazo todas las historias reales y escribió unas nuevas a gusto y piacere, mientras la juntaba con pala y compraba sin moral ni escrúpulos terrenos fiscales a precio vil, bajaba cuadros y convertía los derechos humanos en un negocio bastardo.

Y un día también se fue y nos quedó la rémora.

Y mientras los sufrientes, pero responsables argentinos, vivimos encerrados para que los delincuentes puedan moverse libremente y los descendientes de los jóvenes maravillosos se llenan de guita de la noche a la mañana y mueren los pasajeros de los trenes millonarios por falta de preocupación y robo de los cuantiosos subsidios, y la educación es un desastre, y no hay ni harina ni “yerba de ayer secándose al sol”, ellos se siguen llenando de guita y tienen varios metros para medir: a algunos con metro de madera dura y a otros los miden con un metro elástico y caprichoso según sea el bando en el que están.

Y nos recitan todos los días los dogmas de la inclusión y la justicia social, mientras siguen muriéndose los viejos a los que los jueces les dieron la razón pero no les pagan porque es más importante que en siete canales de TV puedas ver el mismo partido, la misma carrera de autos o el mismo boxeo para todos y todas.

¿Los vecinos?

Los vecinos, como si hubiesen sido colonizados y culturizados por los habitantes del planeta Urano, viven otra historia.

Paraguay y Uruguay captaron todos los mercados de exportación de carne que perdió Argentina, los vinos argentinos deben envasarse en Chile, el granero del mundo no tiene ni harina y el pan es más caro que nunca, los generadores eólicos de Truchópolis consumen electricidad en lugar de crearla, hacen licitaciones millonarias para nuevas estaciones de subterráneos pero no les ponen vías férreas ni escaleras, Jaime sigue libre, y ahora, hasta la Miceli apela al olvido de su currículum y reaparece junto al equipo económico.

Importamos referentes de extranjía para defender el “modelo” y bastardeamos al Padre de la Patria mandando un corrupto a rememorar la fecha de su muerte.

Argentina: probeta insólita en la que se cuecen alquimias impensables en otros países del mundo.

Ciudadanos atados a los caprichos de unos pocos, con una desaforada bipolar en el timón.

¡Dios, permítenos salir de todo esto…!!

Jacinto Chiclana

Siempre el coraje es mejor
la esperanza nunca es vana
vaya pues esta milonga
para Jacinto Chiclana

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