agosto 7, 2013
A pocas horas de la realización de la gran marcha del 8A -forma en
que la ciudadanía encontró el mejor método para expresarse sin
diferencias ideológicas ni enfrentamientos desgastantes y sin sentido-,
la campaña electoral se desarrolla como si no existiera. Como siempre,
los candidatos se pelean entre sí y a último momento establecen alianzas
sin contenido, excepto encontrar la posibilidad de sumar votos con el
único sustento de las mismas promesas que giran con sus lugares comunes
con el único fin de ganar, ocupar una banca en cualquier lugar y
asegurarse una excelente jubilación anticipada.
Cualquiera puede ubicarse debajo de siglas indistintas que marcan la defunción de los partidos, las ideas, ausentes con preaviso, han descendido hasta los niveles municipales; allí las diferencias suelen tener sentido práctico y llevan la política a la vieja fórmula del debate y la confianza o desconfianza en los candidatos. Esto ocurre en todo el país y la sola mención de este pobre escenario nos facilita una reflexión: antes, la política tenía una jerarquía que analizaba la proyección de la República en el concierto que ofrecían la ubicación geográfica y las capacidades productivas. Estos dos factores establecían un norte, una estrategia que tomaba en cuenta al conjunto de la población, su proyección y la conquista de bancas para debatirla.
El presidente ofrecía una orientación política en función de la estructura de su Gabinete y la política exterior era un campo de acción para el ejercicio de la inteligencia, la búsqueda de jerarquía y hasta el dibujo de doctrinas para fijar rumbos y participar del eterno juego de la competencia y la ocupación de los espacios geográficos, del comercio y, sobre todo, de la defensa. La Argentina estaba en el mundo y se aprestaba a superar el quinto puesto en importancia.
Ser ministro era una distinción preparatoria para otros destinos superiores y sus palabras influían en la creación de proyectos y propuestas. El trazado de un rumbo global estaba esbozado y era motivo de análisis e intercambio de ideas entre quienes ejercían la inteligencia, la responsabilidad y la inquietud, cualquiera fuese la ubicación ante el poder, fuera o dentro de éste. El periodismo era un instrumento fundamental, por obvias razones, para que la sociedad se exprese y las ideas adquirieran forma y fuerza. Junto con los gobernadores, los ministros, secretarios, los funcionarios de probada responsabilidad estaban bien colocados para la carrera presidencial y en la Nación o las provincias, quienes aspiraban a ocupar una banca debían hacer méritos suficientes para ingresar con firmeza en el ámbito político.
La sola mención de estos factores que participaban de la gobernabilidad permitirá a nuestros lectores detenerse unos instantes para hacer comparaciones, evaluar el presente, atisbar el futuro y prepararse para el 8A sin saber todavía a quién votará.
Para ello mira la televisión, por donde pasan los candidatos mayormente desconocidos y fugazmente se entera de la existencia de partidos que se presentan para la ocasión. La Argentina política vive estos momentos sin mayores noticias y no repara que no existen figuras, soporta que la Presidente quiera acaparar el protagonismo y acepte que para el partido gobernante sea ella, y sólo ella, quien elija a los candidatos por el solo mérito de la sumisión, con el agregado de que no importe si ha robado, si roba o robará. Si lo hizo o lo hace estarán las carpetas que servirán para encarrilar a quienes se desvíen o resistan las órdenes que demanden las circunstancias.
Así se juegan las jerarquías en la Argentina de hoy, donde la oposición ve pasar los hechos como si no ocurrieran, excepto que sean útiles para la protesta o la acusación. Detrás de la pantalla se sellan los acuerdos y todo avanza a engrosar… el 8A. La política se basa en una marcha, aunque existan excepciones.
Hace pocos días surgió una voz desde el sector productivo del país, desde el sector históricamente más agredido y que hace insoportable para algunos su rol de sostén económico y financiero de la República, a la que le aporta más de 20 mil millones de dólares anuales. Señalar que la Presidente miente y que la incapacidad se ha convertido en el factor determinante de la situación constituyó un cimbronazo en la monotonía de una campaña electoral para elegir candidatos que ya han sido seleccionados. Luis Etchevehere, el flamante presidente de la Sociedad Rural Argentina, inauguró con ese tono la Exposición, que gozó de la ausencia de las principales autoridades gubernamentales. Paradójicamente, fue el representante urbano -Mauricio Macri- quien acompañó la presencia del campo en la Ciudad y en el país del revés, Etchevehere anunció desde esa tribuna que, junto con la Mesa de Enlace, se estudiaba la posibilidad de una nueva expresión masiva de protesta y exigencia de correcciones urgentes.
Para entonces ya se sabía que el país había incumplido una vez más con la cuota Hilton, que permite colocar en los mercados mundiales las carnes de máxima calidad. La realidad hace que esto sea nada más que un detalle frente al panorama global y que quede registrado el surgimiento de una dirigencia producida desde el ámbito de la producción y el trabajo, al margen de los partidos políticos y de la reducción de las inquietudes públicas a las discusiones que se viven en los municipios, donde también reinan la arbitrariedad y los intereses creados. Se avecinan tiempos difíciles más cercanos de lo que se supone y es alentador que aparezcan referentes que merecen el aplauso y llenen el vacío que hasta hoy deja el fracaso y el resentimiento.
Cualquiera puede ubicarse debajo de siglas indistintas que marcan la defunción de los partidos, las ideas, ausentes con preaviso, han descendido hasta los niveles municipales; allí las diferencias suelen tener sentido práctico y llevan la política a la vieja fórmula del debate y la confianza o desconfianza en los candidatos. Esto ocurre en todo el país y la sola mención de este pobre escenario nos facilita una reflexión: antes, la política tenía una jerarquía que analizaba la proyección de la República en el concierto que ofrecían la ubicación geográfica y las capacidades productivas. Estos dos factores establecían un norte, una estrategia que tomaba en cuenta al conjunto de la población, su proyección y la conquista de bancas para debatirla.
El presidente ofrecía una orientación política en función de la estructura de su Gabinete y la política exterior era un campo de acción para el ejercicio de la inteligencia, la búsqueda de jerarquía y hasta el dibujo de doctrinas para fijar rumbos y participar del eterno juego de la competencia y la ocupación de los espacios geográficos, del comercio y, sobre todo, de la defensa. La Argentina estaba en el mundo y se aprestaba a superar el quinto puesto en importancia.
Ser ministro era una distinción preparatoria para otros destinos superiores y sus palabras influían en la creación de proyectos y propuestas. El trazado de un rumbo global estaba esbozado y era motivo de análisis e intercambio de ideas entre quienes ejercían la inteligencia, la responsabilidad y la inquietud, cualquiera fuese la ubicación ante el poder, fuera o dentro de éste. El periodismo era un instrumento fundamental, por obvias razones, para que la sociedad se exprese y las ideas adquirieran forma y fuerza. Junto con los gobernadores, los ministros, secretarios, los funcionarios de probada responsabilidad estaban bien colocados para la carrera presidencial y en la Nación o las provincias, quienes aspiraban a ocupar una banca debían hacer méritos suficientes para ingresar con firmeza en el ámbito político.
La sola mención de estos factores que participaban de la gobernabilidad permitirá a nuestros lectores detenerse unos instantes para hacer comparaciones, evaluar el presente, atisbar el futuro y prepararse para el 8A sin saber todavía a quién votará.
Para ello mira la televisión, por donde pasan los candidatos mayormente desconocidos y fugazmente se entera de la existencia de partidos que se presentan para la ocasión. La Argentina política vive estos momentos sin mayores noticias y no repara que no existen figuras, soporta que la Presidente quiera acaparar el protagonismo y acepte que para el partido gobernante sea ella, y sólo ella, quien elija a los candidatos por el solo mérito de la sumisión, con el agregado de que no importe si ha robado, si roba o robará. Si lo hizo o lo hace estarán las carpetas que servirán para encarrilar a quienes se desvíen o resistan las órdenes que demanden las circunstancias.
Así se juegan las jerarquías en la Argentina de hoy, donde la oposición ve pasar los hechos como si no ocurrieran, excepto que sean útiles para la protesta o la acusación. Detrás de la pantalla se sellan los acuerdos y todo avanza a engrosar… el 8A. La política se basa en una marcha, aunque existan excepciones.
Hace pocos días surgió una voz desde el sector productivo del país, desde el sector históricamente más agredido y que hace insoportable para algunos su rol de sostén económico y financiero de la República, a la que le aporta más de 20 mil millones de dólares anuales. Señalar que la Presidente miente y que la incapacidad se ha convertido en el factor determinante de la situación constituyó un cimbronazo en la monotonía de una campaña electoral para elegir candidatos que ya han sido seleccionados. Luis Etchevehere, el flamante presidente de la Sociedad Rural Argentina, inauguró con ese tono la Exposición, que gozó de la ausencia de las principales autoridades gubernamentales. Paradójicamente, fue el representante urbano -Mauricio Macri- quien acompañó la presencia del campo en la Ciudad y en el país del revés, Etchevehere anunció desde esa tribuna que, junto con la Mesa de Enlace, se estudiaba la posibilidad de una nueva expresión masiva de protesta y exigencia de correcciones urgentes.
Para entonces ya se sabía que el país había incumplido una vez más con la cuota Hilton, que permite colocar en los mercados mundiales las carnes de máxima calidad. La realidad hace que esto sea nada más que un detalle frente al panorama global y que quede registrado el surgimiento de una dirigencia producida desde el ámbito de la producción y el trabajo, al margen de los partidos políticos y de la reducción de las inquietudes públicas a las discusiones que se viven en los municipios, donde también reinan la arbitrariedad y los intereses creados. Se avecinan tiempos difíciles más cercanos de lo que se supone y es alentador que aparezcan referentes que merecen el aplauso y llenen el vacío que hasta hoy deja el fracaso y el resentimiento.



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