Por Enrique Guillermo Avogadro
“La
política es el arte de conseguir que tus intereses egoístas parezcan intereses
nacionales”. Thomas Sowell
Más allá de los
estropicios habituales que practica el Gobierno con su ya increíble manipulación
de los datos estadísticos, que le permite anunciar inexistentes caídas en los
niveles de pobreza e indigencia, ignorar la galopante inflación e irritar a la
compungida ciudadanía con declaraciones ridículas sobre comer con seis pesos
diarios, ahora la Presidente y la banda de delincuentes que encabeza y la rodea
han pergeñado la nueva versión de un robo mayúsculo.
Al dar a conocer un
falso porcentaje de crecimiento del PBI, que no ha sido confirmado por ningún
estudio serio, nacional, extranjero o multinacional, se verá “obligado” a pagar
por los cupones atados a esa variable la muy bonita suma de tres mil quinientos
millones de dólares, que volverán a salir de las cada vez más magras reservas
que aún conserva el Banco Central, afectadas por el consuetudinario saqueo
oficial.
Cuando se compara esa inexplicable generosidad hacia los
tenedores de esos bonos con las penurias que el cepo cambiario de Patotín
impone a la industria nacional y al ciudadano común, una medida justificada por
la catarata de animaladas y negociados que este Gobierno realizara en materia
energética, resulta aún más llamativa.
Si bien es cierto que el kirchnerismo ha pagado
religiosa e injustificadamente (lo curioso es que los países serios de la región
los han refinanciado a tasas cada vez menores) hasta la fecha sus compromisos
internacionales –si se exceptúa, obviamente, a los holdouts, al Club de
París, a las sentencias del CIADI y a los dueños de empresas confiscadas- no lo
es menos que la Argentina despierta cada vez menos interés en los inversores
internacionales, aún de aquéllos que están dispuestos a asumir riesgos inmensos
en escenarios de guerra, como las compañías petroleras, por ejemplo. Entonces,
cabe preguntarse quiénes son los mayores tenedores de esos bonos a los cuales
les hemos pagado tanto y, ahora, les regalaremos esa enorme suma de dinero,
sobre todo cuando el desembolso se realizará a contramano de la
realidad.
Mi sospecha –por cierto justificada, conociendo la
catadura moral de quienes nos han gobernado durante la “década ganada”-
es que estos cupones fueron comprados por quienes, al poder manipular las
cifras del INDEC, podían también asegurar esta pasmosa ganancia. Si no fuera
así, ¿qué sentido tendría hacerlo si pensamos que, con ella, podríamos arreglar,
al menos parcialmente, nuestros problemas con el Club de París, por ejemplo?; si
lo hiciéramos, los organismos estatales comunitarios podrían, nuevamente,
garantizar a los exportadores europeos contra el riesgo argentino, o nos
permitirían volver a los mercados internacionales de crédito, aún baratos. Y ni
que decir si los fondos en cuestión fueran destinados a construir rutas,
ferrocarriles, hospitales o viviendas; en cambio, irán a parar, una vez más, a
los bolsillos de los mismos delincuentes.
Hoy, mientras escribo esta nota, los argentinos estamos
votando (¿o botando?) en esta encuesta general camufladas de primarias. No puedo
negar cuán sorprendido estoy, ya que siempre descreí de su realización, porque
sólo servirán para identificar, en cada distrito, a quien esté en mejores
condiciones de derrotar al oficialismo en octubre.
Pero lo
adjudico a la mala información de inteligencia de la que, a pesar de los
ingentes fondos que el Gobierno destina –al menos, teóricamente- a su obtención
se suministra a la Presidente, a punto tal que se le dijo, casi hasta la fecha
de cierre de las listas, que Sergio Massa no se presentaría; ahora, es probable
que haya permitido las primarias pensando en que Martín Insaurralde ganaría la
Provincia de Buenos Aires. La otra explicación plausible es la seguridad en
poder manipular las cifras, realizando un fraude monumental, pero debo confesar
que me parece harto difícil de lograr.
Es altamente probable, por el contrario, que más allá de
las formas del relato, esta noche comience el final de la era
kirchnerista. Lamentablemente, y las pruebas están a la vista, la retirada será
cubierta arrasando e incendiando todo a su paso. Porque, como ya sabemos por el
odio y la fragmentación social que la familia imperial ha sabido instalar en la
sociedad, y como producto de las reiteradas humillaciones que ambos consortes y
sus funcionarios han derrochado sobre todos los estamentos, cuando pierdan el
poder todos ellos serán arrojados a la arena del circo, sin compasión ni
tolerancia. Tal vez sea previendo esa situación que será consumado el atraco
descripto más arriba.
La sociedad argentina, tan habituada y necesitada de
transferir sus culpas a terceros -se llamen éstos sinarquía,
monopolios internacionales, viejos militares, menemistas no reciclados,
formadores de precios, amantes de la convertibilidad, etc., etc.-, tendrá a
cercana disposición una serie de individuos a los cuales endosar la
responsabilidad por todos sus males, que no serán pocos, y pedirá cárceles y
confiscaciones. La monstruosa impudicia (el filósofo Yabrán definía al poder
como impunidad) con que la asociación ilícita que nos gobierna se ha comportado
traerá para sus integrantes inevitables consecuencias, porque sólo un pueblo
ahíto está dispuesto a tolerar bajo el lema “roban pero hacen”; cuando la
escasez y la miseria crecen, las sociedades tienden a pedir venganza y
reparación.
Si esta mini-campaña electoral se transformó en un mero
anticipo de las prácticas a las que recurrirá el kirchnerismo en la verdadera,
que comenzará mañana, el robo perpetrado en la casa de Sergio Massa, la muerte
del Lauchón, y el tiroteo al automóvil del Intendente de Tigre nos
parecerán juegos de niños. Estas acciones resultan más trágicas, aunque menos
gravitantes, que las que ya se intentaron contra Luis Juez, Lilita
Carrió, Enrique Olivera, por inventados enriquecimientos, y contra Francisco
de Narváez, con la pretensión de vincularlo al tráfico de efedrina. Parece que
los métodos utilizados, como sucede con la brutal crispación instalada en la
sociedad, involucionan rápidamente hacia la violencia.
Pero, como digo, tengo esperanzas; hoy los ciudadanos
comenzaremos a optar entre volver a ser República o convertirnos, sin remedio,
en Argenzuela. Esta noche se develará esa incógnita, tan esencialmente
trascendente para el futuro.
Bs.As., 11 Ago 13
Enrique Guillermo Avogadro
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La presente nota del Dr. Enrique Guillermo Avogadro es publicada en La Misère Porc, por gentileza de su autor.
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