Miércoles 21 de Agosto de 2013
Pese al repudio que generaron en gran parte del ambiente periodístico y político, las advertencias del Dr. Nelson Castro parecieron estar en lo cierto. No sólo los médicos del equipo presidencial estarían preocupados por la salud de Cristina Kirchner, sino que hasta los propios integrantes del gabinete se manifestarían en igual sentido, aunque nadie se anime a decírselo.
Según pudo saber NOVA, excepto dos fieles funcionarios, ninguno se priva de señalar por lo bajo que la jefa de Estado está “desequilibrada” y que ha “perdido el rumbo”. La lectura que CFK hizo de las PASO, y el foco sobre las victorias en La Antártida y La Primavera Qom, terminaron de convencer a los más reticentes.
Nadie está seguro de que Cristina haya interpretado el veredicto de las urnas como debería hacerlo cualquier presidente. Por el contrario, la mandataria convocó a un diálogo con los “titulares” del poder económico para no tener que hablar con los “suplentes” que “le ponen en las listas”, en referencia al resto de los candidatos y, muy especialmente, a Sergio Massa, el triunfador en la provincia de Buenos Aires. Una muestra de ego insuperable hasta para su propio discurso, hundido cotidianamente en la megalomanía.
De acuerdo a los rumores que deslizan en distintas áreas del Gobierno, la apuesta de Nelson Castro por el “síndrome de Hubris”, conocido como la enfermedad del poder, no resultaría del todo descabellada. Sólo hay dos fieles colaboradores de su círculo íntimo que no suscriben esta teoría: Carlos Zannini y Juan Manuel Abal Medina.
Aunque con matices, esa es la misma lectura que hacen los gobernadores del PJ derrotados el 11 de agosto. Para octubre quieren “provincializar” los comicios y excluir a la Presidenta del primer plano. Son conscientes de que su imagen no suma, sobre todo teniendo en cuenta la confrontación a la que apela permanentemente. Los problemas del interior del país no tienen nada que ver con el microclima político del área metropolitana, se lamentan.
Lo dijo sin más un influyente operador de Balcarce 50 la fatídica noche de la elección: “El voto fue contra Cristina. El error fue nacionalizar la elección, cuando todos le decíamos que no lo hiciera”.
Otro hombre con despacho en la Casa de Gobierno fue más ilustrativo: “Hay gente que milita para el proyecto, y otra que milita para ella”. Hace referencia a la obsecuencia sin límites de su equipo, que cumple sus indicaciones a rajatabla, aún cuando la propia Presidenta se arrepienta al día siguiente. Nadie plantea una observación, una mirada que tiente la reflexión.
A eso se suma, ahora, el temor por sus desvaríos emocionales. La Presidenta se niega a reconocer la derrota y evita cualquier contacto con los funcionarios que no pertenecen a su selecto círculo íntimo. Muchos ministros se enteran de algunas medidas por los medios, y tienen que rogar para poder hablar con ella siquiera por teléfono.
Esa cerrazón en su forma de ejercer el poder la llevó a la derrota en gran parte del país, calculan algunos. Por eso le temen a sus reacciones. Hasta en las filas de Martín Insaurralde quieren sacarla del medio y jugar con más aire. Pero les pasa lo que a muchos: nadie se anima a decírselo.
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