miércoles, 7 de agosto de 2013

JMJ Brasil 2013






agosto 7, 2013

  By
 



 “Reflexiones de una anciana.”


Todavía conmovida por la presencia arrolladora de SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO, en las recientes Jornadas de la Juventud JMJ 2013 en Brasil, la semana pasada, me atrevo a hacer unas reflexiones acerca de un tema que me toca particularmente por mi condición de anciana, madre, abuela, bisabuela argentina y católica.

En medio del bullicio y la algarabía de tres millones de jóvenes venidos de todo el mundo, Francisco se refirió a los ancianos y los jóvenes como el fin y el principio de un mundo que cambia aceleradamente y que, por la misma circunstancia, deben estar unidos en el logro de un futuro mejor.

Para ello, recomendó a los jóvenes, “escuchar a los ancianos”, a los cuales, supuestamente, se los considera depositarios de la experiencia y la sabiduría…
Consejo muy loable, como todo el que puede salir de la boca y el corazón de un pontífice, pero que no puede ser escuchado a la ligera con sólo el aplauso, sino profundizar en el sentido escatológico con que fue expresado.

Los jóvenes deben escuchar a los ancianos, pero hoy, “LOS ANCIANOS DEBEMOS ESCUCHAR A LOS JÓVENES…”

Las nuevas generaciones claman ser escuchadas y lo hacen por medio de un reclamo insolente que, en el fondo es un dolor angustiante, reproche agresivo a lo que no supimos dejarles las viejas generaciones.

Los grandes flagelos que hoy arrasan la humanidad se los hemos dejado nosotros: los viejos y los no tan viejos.

“Que no les roben la Esperanza”, rogaba Francisco a viva voz.

Los jóvenes de hoy no conocen la Esperanza como virtud teologal, sino como el ansia de un futuro mejor. Y ese futuro se lo hemos convertido en consumismo, en tecnología y en fantasías de placer.

Los mercaderes de la droga, la pornografía, la corrupción, no son los jóvenes. Los fabricantes de paraísos inalcanzables no son los jóvenes. Los que camuflan la educación con fines siniestros no son los jóvenes. Los que empobrecen y denigran las familias no son los jóvenes…

Tres millones de jóvenes volvieron a sus vidas diarias. ¿Qué trajeron en sus mochilas? ¿Emoción, sentimentalismo, orgullo? ¿Qué cambió en ellos? ¿Captaron la fuerza del mensaje? ¿Sueñan con ponerlo en práctica ante tantos millones que no pudieron tocar a un Papa que les quiere regalar la ESPERANZA?

En mi país, en mi Patria, la euforia de la juventud hoy es aprovechada con fines absolutamente ilícitos a los que los patéticos mayores asistimos con críticas y monsergas, tapándonos ojos y oídos a una realidad que clama al Cielo.

Sin parámetros, los chicos, los “pibes”, como ahora se los banaliza, vagan desorientados por un camino que no los lleva a ningún lado que no sea frustración. 

Sin estudio, sin trabajo, sin hogar, sólo Dios en una mezcla rara de confidente y compinche.

Y los ancianos y los no tanto, envueltos en la maraña de nuestros propios desengaños, asistiendo al derrumbe de una sociedad que perdió el rumbo avasallada por el poder y el dinero.

Los jóvenes son usados descaradamente en campañas proselitistas, para escarnio de la Justicia, de la Libertad, de la Patria. Se les escamotean los verdaderos valores mostrándoles un paraíso al cual jamás tendrán entrada. Son testigos de corrupción, latrocinio, mentiras, prebendas en los más altos estamentos del gobierno, mentiras, engaños, calumnias como verdades mediáticas y hasta se les ofrece un voto inducido para poder seguir en la impunidad.

¿Qué les podemos decir, si cuando ofrecieron su vida heroicamente en Malvinas con un rosario en el cuello y los huesos calados por el frío, fusil en mano y Dios en el corazón, el miedo y la muerte de compañeros, los viejos los trataron despectivamente de “CHICOS DE LA GUERRA”?

“¡Hagan lío!”, les gritó Francisco. ¡¡¡LÍO!!! Pero ¿tendrán la Fortaleza que sólo entrega la Esperanza? En nosotros, los viejos, los no tan viejos, los que no se creen viejos, está hacerles sacar de sus mochilas ese tesoro que han traído escondido tal vez sin saberlo e impulsarlos a un verdadero LÍO de amor, de comprensión, de valor, de deber, de trabajo, de estudio… de FE.

Y entonces, los ancianos podremos mirar de frente a los jóvenes y gritarles como Francisco:

¡¡¡NO SE DEJEN ROBAR LA ESPERANZA!!!
María Delicia Rearte de Giachino

No hay comentarios:

Publicar un comentario