sábado, 10 de agosto de 2013

-De regreso a la edad media


Por Carlos Mira
 
Cuando uno lee la noticia de que la presidente, junto a un grupo de cinco colaboradores, comieron en el recientemente inaugurado restaurante de la Casa de Gobierno por $ 3 cada uno, pagando $ 18 en total, no sabe si reírse o llorar.
 
 El nivel de cargada ya ostensible, ya guaso, que la Sra. de Kirchner refriega por la cara de todos, francamente no registra antecedentes.
 
 Es patológico.
 
 Ese restaurante costó casi $ 8 millones de pesos y se hizo porque a la presidente le molestaba el olor a comida que entraba en su despacho proveniente del que anteriormente atendía la necesidades gastronómicas de la Casa de Gobierno.
 
 La Sra. de Kirchner llegó una mañana con la ocurrencia de que había que hacer uno nuevo, lejos de su oficina y todo el mundo corrió a satisfacer sus deseos. No conforme con estos actos de disposición – propios del dominio privado- sobre los bienes públicos, la presidente y sus acompañantes le toman el pelo a la gente diciendo que comieron tres platos con café incluido, por $3. Indigna. Yo me pregunto: ¿lo harán a propósito o la seguridad de la impunidad es tal que no les importa nada?
 
 También se difundieron ayer las fotografías del gobernador de Tucumán, José Alperovich, quien junto a su esposa, Beatriz Rojkes, y un grupo de amigos (uno de ellos ministro y otro legislador en la provincia), se fueron en noviembre del año pasado de vacaciones a Emiratos Árabes.


El matrimonio y su grupo se alojó
en el hotel Emirates Palace, uno de los pocos 6 estrellas del mundo, en donde la habitación cuesta U$S 20000 la noche.Otras voces dicen que la Sra. de Alperovich(segunda en la línea sucesoria de Cristina Fernández) quedó tan a gusto con el lugar que, al regreso, intentó una gestión con la Embajada de los Emiratos en Buenos Aires para “fabricar” una invitación oficial de modo de disimular un segundo viaje que tenía intención de hacer. La presidente provisional del Senado aclaró que solo quería contar con el salvoconducto de la “invitación”; que el viaje lo iba a pagar ella.

Resultaría interesante saber cómo le fueron permitidas al gobernador Alperovich, el uso de todas esas divisas, cuando a un grupo de jóvenes argentinos que querían comprar un puñado de reales para ir a ver al Papa a Brasil, se los negaron.


Todas estas demostraciones de impunidad, de “gaste” y de refriegue de opulencia y mentira fue el escenario del mundo durante más de 4000 años. En efecto, antes de la llegada del liberalismo (Carta Magna, Revolución Gloriosa, Independencia y Constitución de los EEUU, los inicios -y sólo los inicios- de la Revolución Francesa) el mundo transcurría bajo esta regla: por un lado, un conjunto de opulentos que vivía del Estado porque el Estado era de ellos, y, por el otro, una gran masa de miserables que no tenía para comer, que se moría de las más diversas pestes en la calle y que debían reverencia y obediencia a aquellos privilegiados, que eran los dueños de su vida.

La dignificación humana que trajo el liberalismo terminó con esas vergüenzas y, al hacer descansar el futuro de la vida en la creatividad y en el ingenio individual, asegurando la horizontalización del derecho de propiedad, produjo un despegue mundial nunca antes registrado. Se terminaron las pestes, la producción alimenticia se multiplicó geométricamente, los estándares de vida crecieron como nunca, la población se cuadruplicó. Pero este es un escenario “moderno” y “excepcional”. La regla en el 90% del tiempo de existencia de la raza humana, fue la pobreza, la muerte, el privilegio y el hambre.

La Argentina se haya empecinada en volver ese reloj atrás. El país se empeña con esmero en crear nuevamente un conjunto de personas desiguales que viven del Estado porque se apropian del Estado, que no rinden cuentas, que nos vigilan y a las que les debemos pleitesía (Moreno, por ejemplo, obliga a que quienes lo van a ver se pongan de pie cuando él entra en la sala); personas que utilizan los dineros públicos como si fueran de ellos y que disponen del patrimonio de todos con mayores libertades que con las que manejan el propio.

Resulta francamente increíble que los funcionarios del Estado pretendan hacerle creer a una parte de los ciudadanos (del sector privado) que los privilegiados y desiguales son otros ciudadanos (también del sector privado) que podrán tener más o menos que ellos pero que al lado de la casta gubernamental (
que goza de las impunidades y de los privilegios del Estado
) son una hoja de árbol en medio de un tornado.

Aun así, esos ciudadanos privados “desiguales” han puesto en juego su propio patrimonio para llegar a tener más, no basan su desequilibrio en el usufructo del Tesoro Público. La casta gubernamental en cambio goza del poder de policía, de hacer y modificar la ley y, según el juez que toque, también de juzgarla. Su desbalance respecto del ciudadano común 
es obsceno.


¿Cómo permite la ciudadanía que ocurran estas cosas? Hace cuatro años cuando LAN inauguró su ruta a Tucumán fui allí por el día invitado junto a otros periodistas. El acto -al que estaba invitado Alperovich- se desarrolló en el centro de San Miguel de Tucumán. Todo el camino desde el aeropuerto hasta un radio de unas 10 o 15 cuadras del centro de la ciudad, San Miguel, es una enorme villa miseria. Con gente lavando ropa en tachos, como hace 100 años, con construcciones precarias, con perros deambulando por la calle, con chicos descalzos… Pero el gobernador de la provincia vacaciona en Dubai a razón de U$S 20.000 la noche: es la vuelta al medioevo.

A 20 cuadras de donde la Sra. de Kirchner comía por $ 3 en el restaurante que ella ordenó por su sola voluntad construir, en la Villa 31, el escenario es el mismo que en Tucumán y, a 100 metros de sus tres pesos, un trabajador debe pagar como mínimo $ 40 para comer algo digno.

Por qué la Argentina permitió esta involución mientras abraza con fervor el verso de la Justicia Social?, es un misterio. Por qué parte de la ciudadanía ha permitido que conformeuna nueva oligarquía con dinero público, con infraestructura pública y con recursos de todos, no se sabe con certeza. Gran parte de los argentinos son fuertemente críticos de otros argentinos que han llegado a tener algo en la vida arriesgando bolsillo propio. Pero eso mismo que condenan y envidian a esa gente, se lo permiten a los funcionarios que los “gastan” todos los días desde el uso impúdico del poder.

Quien algún día logre explicar esa incongruencia probablemente haya abierto, al mismo tiempo, una vía 
para explicar el estrepitoso fracaso nacional.
 
 Fuente://thepostarg.com

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