Por Marcos Aguinis
Gran parte de los argentinos manifiesta un creciente agobio. Ya no es sólo dolor por la inflexible decadencia política, económica y social, sino cansancio. Agotamiento. Nos hundimos sin haber sido ocupados por potencias extranjeras, ni haber padecido tsunamis catastróficos, ni ser masivamente asesinados por epidemias bíblicas, ni quemados por la lava de los volcanes. Nos hundimos por propia voluntad, al haber entregado por más de 70 años el timón de nuestra nave a una variopinta legión de malos o ineficaces dirigentes.
Hace tiempo comparé nuestro país
con un tobogán ondulante. Tobogán porque lo hace deslizar a uno desde lo alto
hasta el piso. Ondulante porque en el curso de la bajada existieron instantes de
subida, como las presidencias de Frondizi, Illia y Alfonsín (saboteadas por
obstáculos ciegos o mezquinos).
Nuestra historia es breve. Aunque
no tan breve como quiere parte del relato oficial, que propone la fecha de
comienzo en el año 2003 y tiene la ilusión de instalar a Néstor Kirchner en el lugar de San Martín. ¡Ni a Enrique
Santos Discépolo se le hubiese ocurrido tan disparatada profanación! Nuestra
historia es breve, sí, porque luce dos siglos de vida independiente, con un
somnoliento prólogo colonial. Pero la vida independiente estuvo signada por un
conflicto que no cesa entre los proyectos ilustrados y verdaderamente
progresistas contra los que prefieren el corral de la infancia pretérita, tan
amada por el "revisionismo" histórico. La infancia pretérita es el pater
familias , el caudillo omnipotente e infalible, el servilismo a cambio de la
protección, la lealtad en vez del mérito, una corrupción sin límites ni
vergüenza, descalificación de los adversarios, silenciamiento de la prensa,
apropiación del Estado, devastación de las instituciones que garantizan la
democracia, anhelo de perpetuación, hipocresía en el discurso, estímulo
incesante del odio entre los ciudadanos, técnicas extorsivas. Quizá olvido otras
características, para no ser demasiado duro... Esto ha sido común a Rosas, las
dictaduras militares y parte de los gobiernos peronistas (cualquiera haya sido
su tendencia dominante). Los proyectos ilustrados y verdaderamente progresistas,
al revés, buscan los modelos que miran hacia futuro, que dignifican a cada
hombre y mujer, que ponen a todos bajo límites de leyes sabias, parejas y
estables, que jerarquizan el trabajo por encima de las limosnas, que premian el
esfuerzo, que ponen una obligación junto a cada derecho, que estimulan el
respeto del individuo por encima de sus creencias.
Ahora asfixia la situación
imperante. Desde el poder se trabaja para bloquear los caminos del pensamiento
crítico, la iniciativa individual, el mérito, el esfuerzo genuino, la decencia y
el imperio de las leyes. No cesan las iniciativas para llenar de trampas y
moretones a nuestra tambaleante democracia, convertir a los legisladores en
milicos obsecuentes y a muchos de los jueces en encorvados siervos. El tango
"Cambalache" alcanza tanta vigencia que corta la respiración. Ya no sólo lo
cantamos, sino que le ponemos más actualidad que nunca. "Hoy resulta que es lo
mismo/ ser derecho que traidor,/ ignorante, sabio o chorro,/ generoso o
estafador.../ ¡Todo es igual!/ ¡Nada es mejor!/ Lo mismo un burro/ que un gran
profesor./ No hay aplazaos ni escalafón,/ los ignorantes nos han igualao." En
otro verso hace la más grave de las denuncias: "¡El que no afana es un gil!"
Esta consigna fue bien ejercitada por diversos gobiernos populistas y está
llegando a una cumbre que da vértigo con el abismal saqueo que actualmente se
denuncia.
Una publicación extranjera acaba
de preguntarme si el escándalo por las bóvedas en Calafate y un diluvio de corrupciones asociadas a
ellas no me inspiraría una novela desopilante. Respondí que no. Que es un tema
que ahora me produce el mismo freno que tuve antes de empezar La furia de
Evita . Al asunto de las bóvedas y la ruta del dinero K ya lo cubre una
montaña de investigaciones y comentarios que impiden abrir la narración por una
senda original. Supongo haberlo conseguido con Evita por el tiempo transcurrido
y razones literarias que sería largo describir ahora. Pero dudo que lo pueda
lograr de inmediato con el tema de las bóvedas y el huracán de denuncias que
ruge en el país, pese al disimulo oficial. Aunque uno se resista, vuelven a la
memoria historietas del Pato Donald y su Tío Patilludo, que gustaba zambullirse
en piscinas llenas de billetes y dejaba caer sobre su cabeza una ducha con
monedas de oro. Es demasiado. Las novelas deben ser verosímiles, aunque naveguen
por la ciencia ficción o el disparate. La realidad que padece la Argentina
excede el disparate. Para colmo, aún es apoyada por millones de personas.
Constituye parte de nuestra realidad. El "lavado de cerebro" no sólo fue
realizado por las dictaduras nazi-fascistas, stalinistas, maoístas y africanas,
sino que ahora lo están haciendo enclenques democracias latinoamericanas que han
encendido los motores de la genial maquinaria propagandística inventada por
Goebbels. De ahí que hasta se modifiquen los horarios de los partidos de fútbol
para quitar audiencia a quienes hacen denuncias difíciles de refutar y poder
seguir lavando cerebros con el repiqueteo oficial.
A propósito, vale una anécdota de
Jorge Luis Borges, que nunca se molestaba por ser calificado de "gorila", quizá
porque le hubiese gustado tener también el vigor físico de un gorila. Casi
ciego, pero aún capaz de movilizarse solo, se detuvo junto a la avenida 9 de
Julio con su bastón blanco y pidió ayuda a un joven para que lo ayudase a
cruzar. En el trayecto Borges empezó a manifestar su rabia por las últimas
medidas del gobierno peronista. El joven, indignado, lo insultó y abandonó en
medio de la avenida. Mientras los autos zumbaban por delante y atrás del poeta,
y el muchacho se alejaba presuroso, Borges atinó a gritarle: "¡No se enoje,
jovencito: yo también soy ciego!"
Es penoso observar los discursos
presidenciales por la cadena nacional. Digo observar y no escuchar, porque lo
que ella dice -con contradicciones, soberbia y el esfuerzo de imitación al
desenfado tropical de Chávez- será material de realismo mágico dentro de poco.
Deprime ver a hombres y mujeres convertidos en aplaudidores y sonreidores
indignos que festejan hasta los errores. ¿No temen que sus hijos y nietos algún
día les pidan rendición de cuentas? Lo mismo vale para los legisladores,
gobernadores, intendentes, gremialistas y ciertos magistrados que se someten a
un poder que en 2015 será reemplazado por otro. ¿Tanto les cuesta mirar el
horizonte?
Desde las altas esferas se
realiza lo inimaginable para proteger a megadelincuentes. Si "siempre se roba",
pocas veces se ha llegado a una situación equivalente a la actual. Hay
"blanqueos" para conseguir dólares, pero también para borrar el pecado de
fraudes, coimas y extorsiones gigantescas. Corremos el peligro de instalar a la
Argentina en el catálogo de los paraísos fiscales que, por suerte, poco a poco
van siendo acotados en el mundo. Pero nuestro país da la impresión de seguir
eligiendo la peor ruta; nuestra fraternidad con Irán y Venezuela son un botón de
muestra.
Instrumentos públicos como la Inspección Nacional de Justicia y la
Unidad de Información Financiera se han convertido en aparatos encubridores del
delito en lugar de servir a la transparencia. ¿Exagero al decir que nos falla la
moral?
En este aquelarre de
despropósitos, corrupción, aprietes, ineficiencia administrativa, destrucción,
incoherencias y mentiras, se nos está deshaciendo la República.
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