28/09/2019 - 23:33
Los pasos para salvar a Cristina
La primera medida para aliviar a la ex presidenta sería retirar al Estado como auspiciante en causas de corrupción.
Ex presidenta Cristina Kirchner.
Dibujo de Hermenegildo Sábat
Eduardo van der Kooy
La trama
La campaña exhibe ahora dos comportamientos contrapuestos. Mauricio Macri recurre a una estrategia tradicional, con actos callejeros, divorciada de otra más sofisticada que caracterizó a Cambiemos en su época de auge. Pretende arrimarse al milagro de revertir la dura derrota en las PASO. Alberto Fernández, el peronismo y el kirchnerismo prefieren mayor pasividad. Confrontan con el oficialismo aunque sin ensayar ninguna audacia que pueda echar sombra sobre la primera victoria electoral que atesoran en el bolsillo.
Entre unos y otros existe un país, la Argentina, que nunca por buenas razones vuelve a asombrar al mundo. Sobrelleva a duras penas otra crisis casi terminal. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha decidido establecer un paréntesis en su asistencia financiera por la incertidumbre que se avizora en el horizonte. Esa incertidumbre no tiene que ver tanto con el desenlace de las elecciones como con el curso posterior de los acontecimientos.
El acostumbramiento a las crisis, tal vez, impide a la dirigencia y a la propia sociedad tomar acabada conciencia sobre lo que ocurre. Mirando fuera de las fronteras se comprendería mejor. En días recientes, el periódico inglés The Guardian publicó un artículo que debiera sonar como una alarma para Macri. Más aún para Alberto F., posicionado para convertirse en sucesor. La nota fue escrita por el economista Nouriel Roubini. Asesor clave de la Casa Blanca en épocas de Bill Clinton. Con pergaminos en el FMI, la Reserva Federal y el Banco Mundial.
Roubini sostiene que la posibilidad de cierto equilibrio en la economía global dependería ahora de cuatro factores. El primero, la disputa entre Estados Unidos y China por el comercio y la tecnología. El segundo, las tensiones crecientes entre Washington y el régimen de Teherán. El tercero, el grave conflicto irresuelto entre Gran Bretaña y la Unión Europea por el Brexit. Y el cuarto, la supuesta colisión entre el FMI y la Argentina después del probable éxito de Alberto F. en octubre. Creer o reventar.
El Presidente no estaría en condiciones objetivas de conseguir modificar aquel estado de duda que sobrevuela al mundo. Alberto F. asoma más ocupado en amalgamar una coalición heterogénea, de disparidad de pensamiento desconocido en el país que en reparar en el porvenir que le espera. Sólo se hizo un hueco para ratificar que cumpliría con las deudas. La gerencia del FMI arrimó la misma sugerencia al ministro de Economía, Hernán Lacunza, al titular del Banco Central, Guido Sandleris, y al propio candidato opositor cuando hablaron con él: que en la transición hasta diciembre, Macri y Alberto F. establezcan un acuerdo básico sobre la utilización de los fondos. Ese anhelo podría tener dos consecuencias: facilitar el desembolso de los US$ 5.400 millones pendientes; aflojar en buena medida la preocupación global por la crisis argentina.
Los puentes tendidos entre ambas orillas no han dado resultados. Macri se balancea entre el deseo de revertir la derrota en las PASO y el realismo de realizar la mejor elección que permita a futuro, si pierde, conformar un sólido bloque parlamentario. Un dique de contención contra la imprevisibilidad kirchnerista. Detrás de tal objetivo no recoge novedades alentadoras. En especial, en distritos que son determinantes. Hay intendentes en Buenos Aires que, para salvar su ropa, promueven el corte de boleta. Quizás el más llamativo resulte Néstor Grindetti, cercano al Presidente. El intendente de Lanús divulgó un spot instructivo acerca de cómo realizar el procedimiento. Lo mismo hace Diego Valenzuela, de Tres de Febrero. Sin tanto alarde, Ramiro Tagliaferro persigue una meta similar. Es el intendente de Morón y ex marido de la gobernadora María Eugenia Vidal.
Alberto F. también parece rodeado por desventuras. Aunque de otro tenor. No padece por la cosecha de votos que la natural ola triunfalista de las PASO podría consolidar y aumentar. Su empeño está focalizado en la construcción de su autoridad. Que espante las inevitables conjeturas del poder bifronte que podría alentar la presencia de Cristina Fernández como vicepresidenta.
El candidato opositor fue blanco últimamente de varios retos. No replicó ninguno de ellos. Prefirió la distracción con otros menesteres. Una polémica con el diputado radical de Cambiemos, Mario Negri, a propósito de la figura de Raúl Alfonsín. O la propuesta de rotar alternativamente la sede de la Capital en diferentes provincias. Como si no existiesen asuntos más urgentes. Un reflejo, además, de alfonsinismo tardío.
¿Podría haber dicho algo, acaso, sobre las palabras de la ex presidenta acerca del control de las ganancias de las empresas como uno de los resortes para controlar la inflación? Imposible. Pero ese pensamiento inoportuno no cuaja con su tiempo. Oyó a su compañera de fórmula luego de una reunión en la UIA. El candidato está intentando ganar la confianza del establishment con el propósito de arrancar su presunta gestión con un amplio pacto social.
Peor resultó todavía la admonición de Horacio González. El jefe de Carta Abierta y ex director de la Biblioteca Nacional sostuvo que Cristina no podría ser una mera vicepresidenta. “Hay un primer lugar que corresponde a Alberto Fernández, pero antes hay un primer lugar que corresponde a ella por abrir esta posibilidad”. Alberto F. piensa dos cosas. Es inútil e inconveniente prestarse a dicha discusión en estas circunstancias. Estima en términos personales a González pero calibra el anacronismo de muchas opiniones suyas. Ejemplo: la sugerencia de revalorizar el papel de la guerrilla de los 70.
Las respuestas del candidato a aquellos desafíos transitarían otro andarivel. Juntó a todos los gobernadores peronistas en Mendoza. Una demostración de fuerza a dos bandas. También, para respaldar la candidatura de Anabel Fernández Sagasti, la senadora cristinista que intentará arrebatarle hoy en la provincia cuyana el poder a los radicales y a Cambiemos.
En ese territorio, quizá, convendría detenerse. No sólo por la votación. Si Fernández Sagasti no lograra su objetivo podría ingresar en el juego de la integración del gabinete de Alberto F.. La ex presidenta la desearía como ministra de Justicia. Un sillón para el cual vienen sonando otros nombres. Entre ellos, los de León Arslanian o el diputado Eduardo de Pedro. Este joven camporista tendría destino en un área netamente política.
El anhelo de Cristina se vincula con su mayor apremio. También con el compromiso que selló con Alberto F. cuando le cedió el primer lugar en la fórmula. Desarmar desde el comienzo las causas de corrupción que comprometen a ella y a sus hijos. No existe apuro por Máximo Kirchner, protegido por los fueros de diputado. En cambio, la ex presidenta desespera por Florencia, refugiada por enfermedad en La Habana. Hacia allí volvió este sábado.
La maniobra de salvataje de Cristina está cargada de obstáculos. Pero un contundente triunfo electoral allanaría los caminos. Esto todavía no sucedió aunque en Comodoro Py es fácil advertir un montón de corcoveos. Rodolfo Canicoba Corral fue el primero en apoyar a Alberto F. cuando advirtió que muchos fallos de los jueces deberían ser revisados. El magistrado se atrevió aún a más: abrió una investigación contra Marcos Peña, el jefe de Gabinete, y otros funcionarios por presunta asociación ilícita. Se originó en una declaración de Martín Redrado por la supuesta inacción del Banco Central el día después de las PASO, que provocó una disparada del dólar.
Julián Ercolini, también apuntado por el candidato K, se encargó de enviarle un mensaje transigente. Es el juez que puso en prisión a Cristóbal López y Fabián De Sousa. El par de empresarios podría ser liberado por la Cámara Federal. También el juez tiene procesada por lavado de activos y asociación ilícita a Cristina y sus hijos en la causa Hotesur. Una empresa de la familia Kirchner que alquilaba inmuebles y habitaciones del hotel Alto Calafate. Existen otros magistrados, en cambio, que durante los últimos años no hicieron olas. No las hacen ahora. Ariel Lijo es uno de ellos. Habrá que reparar a futuro en ese nombre.
Los pasos para salvar a Cristina llevarán tiempo. Algunos, en cambio, podrían ser expeditivos si la oposición se aborda el poder. ¿Cuáles? Desactivar las actuaciones del Estado como auspiciante de las causas por corrupción. De arranque, aquellas que involucran a la familia Kirchner.
Dos organismos han tenido durante el macrismo, en ese sentido, un papel preponderante. La Oficina Anticorrupción que conduce Laura Alonso. Es querellante en la actualidad en 41 procesos. Varios de ellos de altísima sensibilidad. La causa “Los Sauces”, donde también están comprometidos Cristina y sus hijos. El escándalo de los cuadernos de las coimas, que Claudio Bonadio elevó a juicio oral, acompañado por otro pedido de desafuero para la ex presidenta. La OA fue creada en 1999 y tuvo actuaciones dispares. Con un denominador común: siempre prevalecieron las indagaciones a los gobiernos precedentes.
También cumplió una labor activa la Unidad de Investigaciones Financieras (UIF), a cargo de Mariano Federici. Propició el caso de los cuadernos y todas las causas en las que figura implicado Lázaro Báez. Se comprende: el dinero clandestino fue una de las prácticas más extendidas que se conocieron en la era de la corrupción kirchnerista.
Los votos y la política decidirían, al fin, el destino de esa historia tenebrosa.
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