18/09/2019 - 22:02
El nuevo deporte: pegarle a Macri
En esta gimnasia de cambios de viento, sobresale el obispo de la filípica salteña.
El saludo de rigor de Macri y el obispo Cargnello, quien le dedicó
duras palabras en la fiesta del Señor y la Virgen del Milagro en Salta.
Ricardo Roa
Del editor al lector
No hay mucha vuelta que darle: algo que va a quedar en la historia del gobierno de Macri y en la historia del propio Macri, es la filípica que un obispo le dedicó en Salta. Para que quede claro: fue la filípica de un obispo a un presidente de la Nación.
Sobran personajes que en estos días, que son los días más difíciles de Macri, aprovechan la debilidad de Macri para hacer leña del árbol caído. Difícilmente harían algo así si Macri estuviera fuerte. No se puede decir que el obispo Cargnello sea otro panqueque como los que hoy abundan. Hasta donde se sabe en el mundo de la Iglesia y no sólo de la Iglesia, se lo conoce por otras cosas, no por haber sido macrista.
Son varias esas cosas por las que se lo conoce. Y están muy mezcladas. Es hijo de un dirigente histórico del radicalismo catamarqueño y estudió en el seminario de Paraná en tiempos del arzobispo Tortolo. El seminario y el arzobispo eran dos emblemas del ala más conservadora de la Iglesia. Cargnello nunca fue parte de ese grupo. Tampoco fue un crítico de ese grupo.
Empezó su carrera religiosa en Catamarca, su propia provincia. Y fue el dos del vicario que, enfermo, lo dejó a cargo en los hechos. Desde ahí enfrentó a los Saadi por el asesinato de María Soledad. Muy joven, a los 42 años, el Papa Juan Pablo II lo nombró obispo de Orán.
Muy cercano al nuncio Calabresi, fue ascendido a arzobispo de Salta. Nunca fue amigo de Bergoglio ni de los amigos de Bergoglio. Más bien, adversario. El primer cortocircuito grande lo tuvo cuando ordenó sacerdote a un seminarista salteño al que Bergoglio había echado de los jesuitas por “conductas impropias”, la manera con la que en la Iglesia se llamaba y se llama a los abusos sexuales o a las prácticas homosexuales.
El caso de los abusos le trajo varios dolores de cabeza. El mayor: haber auspiciado el Instituto Hermanos Discípulos de Jesús San Juan Bautista. El sacerdote fundador, Agustín Rosa Torino, fue denunciado nada menos que por abusos y por vínculos con el Cartel de Sinaloa del Chapo Guzmán, del que habría recibido grandes donaciones. Rosa Torino está suspendido y bajo proceso en el Vaticano, que en agosto pasado cerró el Instituto.
Cargnello invitó a Macri a la festividad del Señor y la Virgen del Milagro, la más tradicional de Salta. Y el sacerdote que dio la misa le agradeció al presidente que hubiera ido. Pero ahí se cerraron los brazos abiertos. Fuera de libreto, Cargnello tomó el micrófono y sobreactuó con Macri: “Cuando empezó su mandato dijo que iba a luchar por la pobreza cero. ¿Qué puede decir Salta ahora? Le da los rostros de la pobreza”. Se aprovechó de que Macri no podía contestarle.
Ricardo Roa
Del editor al lector
No hay mucha vuelta que darle: algo que va a quedar en la historia del gobierno de Macri y en la historia del propio Macri, es la filípica que un obispo le dedicó en Salta. Para que quede claro: fue la filípica de un obispo a un presidente de la Nación.
Sobran personajes que en estos días, que son los días más difíciles de Macri, aprovechan la debilidad de Macri para hacer leña del árbol caído. Difícilmente harían algo así si Macri estuviera fuerte. No se puede decir que el obispo Cargnello sea otro panqueque como los que hoy abundan. Hasta donde se sabe en el mundo de la Iglesia y no sólo de la Iglesia, se lo conoce por otras cosas, no por haber sido macrista.
Son varias esas cosas por las que se lo conoce. Y están muy mezcladas. Es hijo de un dirigente histórico del radicalismo catamarqueño y estudió en el seminario de Paraná en tiempos del arzobispo Tortolo. El seminario y el arzobispo eran dos emblemas del ala más conservadora de la Iglesia. Cargnello nunca fue parte de ese grupo. Tampoco fue un crítico de ese grupo.
Empezó su carrera religiosa en Catamarca, su propia provincia. Y fue el dos del vicario que, enfermo, lo dejó a cargo en los hechos. Desde ahí enfrentó a los Saadi por el asesinato de María Soledad. Muy joven, a los 42 años, el Papa Juan Pablo II lo nombró obispo de Orán.
Muy cercano al nuncio Calabresi, fue ascendido a arzobispo de Salta. Nunca fue amigo de Bergoglio ni de los amigos de Bergoglio. Más bien, adversario. El primer cortocircuito grande lo tuvo cuando ordenó sacerdote a un seminarista salteño al que Bergoglio había echado de los jesuitas por “conductas impropias”, la manera con la que en la Iglesia se llamaba y se llama a los abusos sexuales o a las prácticas homosexuales.
El caso de los abusos le trajo varios dolores de cabeza. El mayor: haber auspiciado el Instituto Hermanos Discípulos de Jesús San Juan Bautista. El sacerdote fundador, Agustín Rosa Torino, fue denunciado nada menos que por abusos y por vínculos con el Cartel de Sinaloa del Chapo Guzmán, del que habría recibido grandes donaciones. Rosa Torino está suspendido y bajo proceso en el Vaticano, que en agosto pasado cerró el Instituto.
Cargnello invitó a Macri a la festividad del Señor y la Virgen del Milagro, la más tradicional de Salta. Y el sacerdote que dio la misa le agradeció al presidente que hubiera ido. Pero ahí se cerraron los brazos abiertos. Fuera de libreto, Cargnello tomó el micrófono y sobreactuó con Macri: “Cuando empezó su mandato dijo que iba a luchar por la pobreza cero. ¿Qué puede decir Salta ahora? Le da los rostros de la pobreza”. Se aprovechó de que Macri no podía contestarle.
En la filípica metió de todo. Al gobernador que él apoya y a los políticos. Un montaje: estaba claro que el verdadero destinatario era Macri, que fue al que se dirigió y al único al que nombró. Algo muy parecido había hecho un enemigo de Cargnello con una amiga de Macri: el obispo Lugones, del riñón de Bergoglio, con la gobernadora Vidal. La invitó a participar de la Pastoral Social para cerrar el encuentro y cuando ella terminó de hablar, Lugones le retrucó también fuera de libreto. Una curiosidad: Lugones fue quien reemplazó a Cargnello como obispo de Orán.
Nadie sabe mejor que Cargnello por qué hizo lo que hizo y el momento que eligió para hacerlo. Puede suponerse que está haciendo lo mismo que hacen muchos: acomodarse a los nuevos tiempos.
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