14 de septiembre de 2019
¿Qué significa el "nuevo orden"?
Francisco Olivera
LA NACION
Al Gobierno le molestó la foto. Es del miércoles, en San Miguel de Tucumán: en una conferencia de prensa posterior a la celebración por el Día de la Industria, escoltado por Alberto Fernández y Verónica Magario, candidata a vicegobernadora bonaerense por el PJ, y sobre un decorado con el logo y la leyenda del Frente de Todos, aparece Miguel Acevedo, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA). Completan la imagen Héctor Daer, de la CGT; Juan Manzur, gobernador de la provincia, y Sergio Massa.
"Yo solo hablo por la foto que vi -dijo a este diario un funcionario del Gobierno-. ¿Quién está a la izquierda de Acevedo? ¿Y a la derecha? ¿Y qué dice el cartel que está atrás...?". No bien empezó a sentirse incómodo por esa puesta en escena en el Hotel Sheraton, el empresario advirtió que ya era tarde: estaba ahí, rodeado de peronistas en campaña. Más que institucional, parecía un acto partidario. Dante Sica, ministro de la Producción, lo analizó horas después desde Córdoba. "Lo que nos demuestra es que, en los hechos, la Unión Industrial ha tomado una posición política. No era una foto en un ambiente descontracturado, sino con un cartel partidario con los principales candidatos de esa agrupación. También es bueno que las instituciones muestren su posición política para saber cómo estamos construyendo ese diálogo".
Los empresarios han quedado en falsa escuadra después de las primarias. Por razones económicas, porque la corrida y la inflación posteriores al 11 de agosto profundizaron la caída en la actividad y la incertidumbre, y políticas: el limbo electoral hasta el 10 de diciembre es demasiado extenso para intentar equidistancia. El martes, en una reunión a solas con Alberto Fernández en las oficinas que el candidato presidencial tiene en la calle México, Acevedo le había aclarado que tenía con él muchas coincidencias, pero también que necesitaba que la entidad fabril siguiera manifestando una actitud "antipartidista". Fernández le contestó que no habría problema, e incluso coincidió con esa postura. Agregó que procuraba atenuar la fractura en la sociedad y que estaba intentando conseguirlo con determinados gestos recientes, entre los que incluyó su reunión con la Mesa de Enlace, su presencia semanas atrás en un seminario del Grupo Clarín y algunas visitas a programas televisivos con periodistas que venían exponiendo una posición antagónica a su proyecto político, a quienes enumeró con nombre y apellido. "Cuando Alberto se reúne con algún periodista de esos, por la puerta de la calle Rodríguez Peña sale lava", bromeó ante LA NACION un intendente del Frente de Todos. En la calle Rodríguez Peña queda el Instituto Patria, sede del kirchnerismo.
Pero los empresarios son desconfiados: no se conforman con intenciones. Y a la incógnita más concreta que tienen desde el 11 de agosto, que es el rol que tendrá Cristina Kirchner en una eventual nueva administración, se le agregó esta semana una duda conceptual: ¿qué significa, como propuso el sábado la expresidenta en la presentación de su libro en Misiones, eso de fundar un nuevo orden en el que quienes ganan deberán tener una mayor responsabilidad? "Ni idea de dónde surge eso", contestó otro intendente del PJ ante la consulta. "Nada extraño: Benedicto XVI hablaba del nuevo orden", opinaron en una de las organizaciones que integran la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Es cierto que, de tan usado, el concepto resulta ambiguo. Lo emplearon desde Thomas Woodrow Wilson hasta George Bush padre en Estados Unidos. Pero para el establishment económico representa un enigma terminológico de importancia superlativa. Dilucidarlo explicaría, por ejemplo, cuáles son los sectores que, según la nueva coalición, deberán sostener fiscalmente a la Argentina durante el neokirchnerismo. Y cómo se resolverá finalmente la interna entre facciones que respaldan al candidato: los gobernadores, los intendentes bonaerenses, La Cámpora y los movimientos sociales.
Frente a Acevedo, Fernández se limitó a insistir en la necesidad de encabezar un acuerdo de precios y salarios de 180 días con sindicatos y empresas. Pero ¿en qué condiciones? ¿Se harán al cabo de esos seis meses reformas en los sistemas tributario, previsional o laboral para ganar competitividad? Son respuestas que no solo dependen de los resultados de octubre y de la conformación del nuevo escenario legislativo, sino también del modo en que, incluso ganando, decidan convivir las fuerzas del PJ.
Por eso el epicentro de la política argentina ha vuelto a ser la provincia de Buenos Aires. El territorio desde donde se podrá observar cada uno de los reacomodamientos. Si repite los resultados de las primarias, esta tarea de equilibrios vuelve a recaer en Kicillof. Tuvo que ejercerla en el último tramo del gobierno de su jefa, cuando heredó áreas de la administración que hasta la muerte de Kirchner habían recaído en Julio De Vido. Un antecedente útil para gestores perturbados: al arquitecto no lo investigó. "No soy de La Cámpora", se preocupa últimamente en aclararles el exministro de Economía a intendentes peronistas a quienes les recuerda que habla sin intermediarios con Cristina Kirchner y que empezó a convivir con sus actuales compañeros de militancia recién a partir de su paso por Aerolíneas Argentinas. Allí lo llevó un camporista, Mariano Recalde, entonces presidente de la empresa. Los jefes comunales dicen estar gratamente sorprendidos con quien descuentan que será el gobernador. Y confían además en que Fernández le dará a su gobierno una impronta peronista, sustentada en la interacción con las provincias, acaso con un único gesto nacional hacia la agrupación que conduce Máximo Kirchner: darle poder a Eduardo De Pedro.
Este reparto de fuerzas podría determinar el rumbo de la nueva conducción. En el PJ hay quienes ya han hecho sus apuestas al respecto. Algunos jefes comunales dicen, por ejemplo, haberle descubierto repentinas afinidades camporistas a Massa. Eterno imprevisible, el líder del Frente Renovador anticipó además ante empresarios amigos que sus anhelos no son provinciales: "El próximo soy yo", dijo. El PJ no sería fiel a sí mismo si el proyecto Alberto Fernández-Cristina Kirchner no incluyera en el horizonte la pelea por 2023. Son elucubraciones absurdas cuando todavía faltan 45 días para las elecciones, pero inevitables cada vez que el peronismo se siente cerca del poder, y terreno espinoso para empresarios: exenta de sutilezas, la campaña no distingue una foto institucional de un volante partidario.
Al Gobierno le molestó la foto. Es del miércoles, en San Miguel de Tucumán: en una conferencia de prensa posterior a la celebración por el Día de la Industria, escoltado por Alberto Fernández y Verónica Magario, candidata a vicegobernadora bonaerense por el PJ, y sobre un decorado con el logo y la leyenda del Frente de Todos, aparece Miguel Acevedo, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA). Completan la imagen Héctor Daer, de la CGT; Juan Manzur, gobernador de la provincia, y Sergio Massa.
"Yo solo hablo por la foto que vi -dijo a este diario un funcionario del Gobierno-. ¿Quién está a la izquierda de Acevedo? ¿Y a la derecha? ¿Y qué dice el cartel que está atrás...?". No bien empezó a sentirse incómodo por esa puesta en escena en el Hotel Sheraton, el empresario advirtió que ya era tarde: estaba ahí, rodeado de peronistas en campaña. Más que institucional, parecía un acto partidario. Dante Sica, ministro de la Producción, lo analizó horas después desde Córdoba. "Lo que nos demuestra es que, en los hechos, la Unión Industrial ha tomado una posición política. No era una foto en un ambiente descontracturado, sino con un cartel partidario con los principales candidatos de esa agrupación. También es bueno que las instituciones muestren su posición política para saber cómo estamos construyendo ese diálogo".
Los empresarios han quedado en falsa escuadra después de las primarias. Por razones económicas, porque la corrida y la inflación posteriores al 11 de agosto profundizaron la caída en la actividad y la incertidumbre, y políticas: el limbo electoral hasta el 10 de diciembre es demasiado extenso para intentar equidistancia. El martes, en una reunión a solas con Alberto Fernández en las oficinas que el candidato presidencial tiene en la calle México, Acevedo le había aclarado que tenía con él muchas coincidencias, pero también que necesitaba que la entidad fabril siguiera manifestando una actitud "antipartidista". Fernández le contestó que no habría problema, e incluso coincidió con esa postura. Agregó que procuraba atenuar la fractura en la sociedad y que estaba intentando conseguirlo con determinados gestos recientes, entre los que incluyó su reunión con la Mesa de Enlace, su presencia semanas atrás en un seminario del Grupo Clarín y algunas visitas a programas televisivos con periodistas que venían exponiendo una posición antagónica a su proyecto político, a quienes enumeró con nombre y apellido. "Cuando Alberto se reúne con algún periodista de esos, por la puerta de la calle Rodríguez Peña sale lava", bromeó ante LA NACION un intendente del Frente de Todos. En la calle Rodríguez Peña queda el Instituto Patria, sede del kirchnerismo.
Pero los empresarios son desconfiados: no se conforman con intenciones. Y a la incógnita más concreta que tienen desde el 11 de agosto, que es el rol que tendrá Cristina Kirchner en una eventual nueva administración, se le agregó esta semana una duda conceptual: ¿qué significa, como propuso el sábado la expresidenta en la presentación de su libro en Misiones, eso de fundar un nuevo orden en el que quienes ganan deberán tener una mayor responsabilidad? "Ni idea de dónde surge eso", contestó otro intendente del PJ ante la consulta. "Nada extraño: Benedicto XVI hablaba del nuevo orden", opinaron en una de las organizaciones que integran la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Es cierto que, de tan usado, el concepto resulta ambiguo. Lo emplearon desde Thomas Woodrow Wilson hasta George Bush padre en Estados Unidos. Pero para el establishment económico representa un enigma terminológico de importancia superlativa. Dilucidarlo explicaría, por ejemplo, cuáles son los sectores que, según la nueva coalición, deberán sostener fiscalmente a la Argentina durante el neokirchnerismo. Y cómo se resolverá finalmente la interna entre facciones que respaldan al candidato: los gobernadores, los intendentes bonaerenses, La Cámpora y los movimientos sociales.
Frente a Acevedo, Fernández se limitó a insistir en la necesidad de encabezar un acuerdo de precios y salarios de 180 días con sindicatos y empresas. Pero ¿en qué condiciones? ¿Se harán al cabo de esos seis meses reformas en los sistemas tributario, previsional o laboral para ganar competitividad? Son respuestas que no solo dependen de los resultados de octubre y de la conformación del nuevo escenario legislativo, sino también del modo en que, incluso ganando, decidan convivir las fuerzas del PJ.
Por eso el epicentro de la política argentina ha vuelto a ser la provincia de Buenos Aires. El territorio desde donde se podrá observar cada uno de los reacomodamientos. Si repite los resultados de las primarias, esta tarea de equilibrios vuelve a recaer en Kicillof. Tuvo que ejercerla en el último tramo del gobierno de su jefa, cuando heredó áreas de la administración que hasta la muerte de Kirchner habían recaído en Julio De Vido. Un antecedente útil para gestores perturbados: al arquitecto no lo investigó. "No soy de La Cámpora", se preocupa últimamente en aclararles el exministro de Economía a intendentes peronistas a quienes les recuerda que habla sin intermediarios con Cristina Kirchner y que empezó a convivir con sus actuales compañeros de militancia recién a partir de su paso por Aerolíneas Argentinas. Allí lo llevó un camporista, Mariano Recalde, entonces presidente de la empresa. Los jefes comunales dicen estar gratamente sorprendidos con quien descuentan que será el gobernador. Y confían además en que Fernández le dará a su gobierno una impronta peronista, sustentada en la interacción con las provincias, acaso con un único gesto nacional hacia la agrupación que conduce Máximo Kirchner: darle poder a Eduardo De Pedro.
Este reparto de fuerzas podría determinar el rumbo de la nueva conducción. En el PJ hay quienes ya han hecho sus apuestas al respecto. Algunos jefes comunales dicen, por ejemplo, haberle descubierto repentinas afinidades camporistas a Massa. Eterno imprevisible, el líder del Frente Renovador anticipó además ante empresarios amigos que sus anhelos no son provinciales: "El próximo soy yo", dijo. El PJ no sería fiel a sí mismo si el proyecto Alberto Fernández-Cristina Kirchner no incluyera en el horizonte la pelea por 2023. Son elucubraciones absurdas cuando todavía faltan 45 días para las elecciones, pero inevitables cada vez que el peronismo se siente cerca del poder, y terreno espinoso para empresarios: exenta de sutilezas, la campaña no distingue una foto institucional de un volante partidario.
Por: Francisco Olivera
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