14 de septiembre de 2019
Vaya sorpresa: nos llenamos de travestis
Carlos M. Reymundo Roberts
LA NACION
Todavía no elegimos a quienes nos van a gobernar y ya nos estamos divirtiendo a lo grande. Es francamente novedoso, interesante y entretenido lo que está pasando. Asistimos a un fenómeno extraordinario de travestismo político. Enseguida entraré en detalles. No sean ansiosos. Vaya por ahora una conclusión: Macri ya no es Macri y Alberto Fernández ya no es Alberto Fernández. Hasta la grieta sufrió una tremenda mutación después de la aprobación casi por unanimidad en Diputados de la emergencia alimentaria. Incluso esta columna, habitualmente una reflexión circunspecta y rigurosa de nuestra actualidad, siente la tentación hoy, por única vez, de tomar para el lado de la ironía y el humor. Cosa de estar a tono con la realidad. Es difícil ponerse serios cuando nos enteramos de que Alberto le pidió un plan económico a Carlos Melconian.
Imagínense ese diálogo. "Hola, Carlitos querido, qué gusto volver a hablar con vos. Decime, hermano, ¿andás con mucho laburo? ¿Muchas charlas? Porque quería pedirte un favorcito: ¿no me harías un programa económico bien completo?" Melconian: "Che, no jodas. ¿Quién sos? ¿Bossi? ¿Tarico? ¿Artaza?" Alberto: "No, bolas, soy yo, te lo estoy pidiendo en serio". Melco: "¿Alberto? ¿Alberto Fernández de Kirchner?" Alberto: "Alberto Fernández. No confundas una fórmula con un matrimonio. No estoy casado con Cristina. Solo somos amigos. Nos hicimos amigos para ganar, y bueno, ya viste, ganamos. Y ahora necesito un plan económico. Haceme la gauchada, dale". Melco: "OK, algunas ideas puedo arrimarte. Pero te va a costar carísimo. Digo, si se entera Cristina te va a querer matar". Alberto: "Por eso aproveché ahora que se fue a Cuba. Además, no te estoy ofreciendo ser ministro de Economía. Simplemente te pregunto qué habría que hacer. Una hoja de ruta. Ando medio despistado". Melco: "Bueno, me pongo a trabajar". Alberto: "Sabía que no me ibas a fallar, hermanito. Mil gracias". Después de cortar la llamada, Melco le comentó a su socio, Rodolfo Santángelo: "Lo que me temía. Alberto está totalmente pirado".
Sí, se lo ve un poco confundido. Desde Tucumán salió al cruce de la efervescencia de los movimientos sociales al pedir, con clamor indigno de un candidato nacional y popular, "evitar la calle". Albertito, te lo ruego: ¿cómo que tienen que irse a sus casas esas miles y miles de personas, en su gran mayoría votantes tuyos, que están pidiendo pan y trabajo? Albertito, ¿ya estás alineado con el Fondo Monetario? ¿O será que los revoltosos te están marcando la cancha? Ayer me lo decía Toty Flores, que conoce como nadie a esas organizaciones: "Hace rato que se mueven por intereses políticos y partidarios, no porque les preocupe la pobreza". Lo más gracioso de todo: los troscos que lideran los reclamos callejeros dicen en la intimidad que es más fácil sacarle algo ahora a Macri que después a Alberto. Glup. Albertito, la última pregunta: ¿por qué elogiaste a Juan Grabois? Dejá, no hace falta que me contestes. Te vamos conociendo. En cualquier momento Juancito pide asilo en Santa Marta.
Mientras AF, en medio de sus tribulaciones, pide de urgencia un programa neoliberal de ajuste e intenta frenar la protesta social, Macri lleva ya unas semanas de populismo kirchnerista: desde suba del salario mínimo, congelamiento de naftas y tarifas, baja del IVA a productos de la canasta básica, aumento de los subsidios y un bono de 5000 pesos a los empleados públicos hasta reestructuración -perdón, reperfilamiento- de la deuda e implantación de un cepo o un cepito en el mercado de cambios, que ahora incluye redadas en la City con mastines prestados por Guillermo Moreno. Solo le falta dibujar las cifras del Indec, porque la inflación fue del 4% en agosto y será aún peor en septiembre. Lo singular de esta situación no es que Cristina pueda entrar en conflicto con su compañero de fórmula, sino que cuando vuelva de Cuba lo llame al Presidente para pedirle que le presente Sinceramente en la Casa Rosada.
Todo está travestido por estos días. Federico Sturzenegger dice que la herencia económica kirchnerista no fue tan mala como para echarle la culpa de la crisis. No le falta razón, pero que lo diga él suena fuerte. Mirá si Zannini dijera que la fortuna de Cristina no puede explicarse por sus años de abogada exitosa. Varios intendentes macristas del conurbano llaman abiertamente a cortar boleta: quieren el abrigo de los Fernández y Kicillof, y no la intemperie de Mauricio y María Eugenia. Tremenda diáspora. Atájenlo a Marcos Peña antes de que diga que hubo un problema de conducción. Y a Durán Barba antes de que se ofrezca para hacer focus groups en el Instituto Patria.
La emergencia alimentaria es otra muestra de lo fugaz y cambiante de la política argentina. La apoyó sin importarle nada el oficialismo porque será parte del muerto que le va a quedar al próximo gobierno, y la votó tapándose las narices el Frente de Todos. Unos y otros fueron arrastrados por las protestas callejeras. Yo a veces también me despisto: esta semana escuché hablar tanto de hambre que llegué a pensar que se referían a Venezuela. No. Se trataba de los 2000 kilos de asado y las 10.000 empanadas con los que Manzur agasajó a Alberto.
Les dije: la realidad daba para la ironía. Por suerte, estuve más serio que nunca.
Todavía no elegimos a quienes nos van a gobernar y ya nos estamos divirtiendo a lo grande. Es francamente novedoso, interesante y entretenido lo que está pasando. Asistimos a un fenómeno extraordinario de travestismo político. Enseguida entraré en detalles. No sean ansiosos. Vaya por ahora una conclusión: Macri ya no es Macri y Alberto Fernández ya no es Alberto Fernández. Hasta la grieta sufrió una tremenda mutación después de la aprobación casi por unanimidad en Diputados de la emergencia alimentaria. Incluso esta columna, habitualmente una reflexión circunspecta y rigurosa de nuestra actualidad, siente la tentación hoy, por única vez, de tomar para el lado de la ironía y el humor. Cosa de estar a tono con la realidad. Es difícil ponerse serios cuando nos enteramos de que Alberto le pidió un plan económico a Carlos Melconian.
Imagínense ese diálogo. "Hola, Carlitos querido, qué gusto volver a hablar con vos. Decime, hermano, ¿andás con mucho laburo? ¿Muchas charlas? Porque quería pedirte un favorcito: ¿no me harías un programa económico bien completo?" Melconian: "Che, no jodas. ¿Quién sos? ¿Bossi? ¿Tarico? ¿Artaza?" Alberto: "No, bolas, soy yo, te lo estoy pidiendo en serio". Melco: "¿Alberto? ¿Alberto Fernández de Kirchner?" Alberto: "Alberto Fernández. No confundas una fórmula con un matrimonio. No estoy casado con Cristina. Solo somos amigos. Nos hicimos amigos para ganar, y bueno, ya viste, ganamos. Y ahora necesito un plan económico. Haceme la gauchada, dale". Melco: "OK, algunas ideas puedo arrimarte. Pero te va a costar carísimo. Digo, si se entera Cristina te va a querer matar". Alberto: "Por eso aproveché ahora que se fue a Cuba. Además, no te estoy ofreciendo ser ministro de Economía. Simplemente te pregunto qué habría que hacer. Una hoja de ruta. Ando medio despistado". Melco: "Bueno, me pongo a trabajar". Alberto: "Sabía que no me ibas a fallar, hermanito. Mil gracias". Después de cortar la llamada, Melco le comentó a su socio, Rodolfo Santángelo: "Lo que me temía. Alberto está totalmente pirado".
Sí, se lo ve un poco confundido. Desde Tucumán salió al cruce de la efervescencia de los movimientos sociales al pedir, con clamor indigno de un candidato nacional y popular, "evitar la calle". Albertito, te lo ruego: ¿cómo que tienen que irse a sus casas esas miles y miles de personas, en su gran mayoría votantes tuyos, que están pidiendo pan y trabajo? Albertito, ¿ya estás alineado con el Fondo Monetario? ¿O será que los revoltosos te están marcando la cancha? Ayer me lo decía Toty Flores, que conoce como nadie a esas organizaciones: "Hace rato que se mueven por intereses políticos y partidarios, no porque les preocupe la pobreza". Lo más gracioso de todo: los troscos que lideran los reclamos callejeros dicen en la intimidad que es más fácil sacarle algo ahora a Macri que después a Alberto. Glup. Albertito, la última pregunta: ¿por qué elogiaste a Juan Grabois? Dejá, no hace falta que me contestes. Te vamos conociendo. En cualquier momento Juancito pide asilo en Santa Marta.
Mientras AF, en medio de sus tribulaciones, pide de urgencia un programa neoliberal de ajuste e intenta frenar la protesta social, Macri lleva ya unas semanas de populismo kirchnerista: desde suba del salario mínimo, congelamiento de naftas y tarifas, baja del IVA a productos de la canasta básica, aumento de los subsidios y un bono de 5000 pesos a los empleados públicos hasta reestructuración -perdón, reperfilamiento- de la deuda e implantación de un cepo o un cepito en el mercado de cambios, que ahora incluye redadas en la City con mastines prestados por Guillermo Moreno. Solo le falta dibujar las cifras del Indec, porque la inflación fue del 4% en agosto y será aún peor en septiembre. Lo singular de esta situación no es que Cristina pueda entrar en conflicto con su compañero de fórmula, sino que cuando vuelva de Cuba lo llame al Presidente para pedirle que le presente Sinceramente en la Casa Rosada.
Todo está travestido por estos días. Federico Sturzenegger dice que la herencia económica kirchnerista no fue tan mala como para echarle la culpa de la crisis. No le falta razón, pero que lo diga él suena fuerte. Mirá si Zannini dijera que la fortuna de Cristina no puede explicarse por sus años de abogada exitosa. Varios intendentes macristas del conurbano llaman abiertamente a cortar boleta: quieren el abrigo de los Fernández y Kicillof, y no la intemperie de Mauricio y María Eugenia. Tremenda diáspora. Atájenlo a Marcos Peña antes de que diga que hubo un problema de conducción. Y a Durán Barba antes de que se ofrezca para hacer focus groups en el Instituto Patria.
La emergencia alimentaria es otra muestra de lo fugaz y cambiante de la política argentina. La apoyó sin importarle nada el oficialismo porque será parte del muerto que le va a quedar al próximo gobierno, y la votó tapándose las narices el Frente de Todos. Unos y otros fueron arrastrados por las protestas callejeras. Yo a veces también me despisto: esta semana escuché hablar tanto de hambre que llegué a pensar que se referían a Venezuela. No. Se trataba de los 2000 kilos de asado y las 10.000 empanadas con los que Manzur agasajó a Alberto.
Les dije: la realidad daba para la ironía. Por suerte, estuve más serio que nunca.
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