27 de septiembre de 2019
Las tensiones internas que generan dudas sobre el Frente de Todos
La suma de dificultades económicas y desafíos a la investidura presidencial provenientes del kirchnerismo radicalizado sería el principal problema para Fernández si fuera elegido en octubre
Fuente: LA NACION
Sergio Berensztein
PARA LA NACION
El CEO de una importante multinacional le preguntó sin vueltas a su gerente local: "¿La Argentina gira hacia el chavismo si gana Alberto Fernández? Es lo que escucho por acá". Es posible que Mauricio Macri no haya encontrado hasta ahora demasiado eco entre los votantes independientes, pero aparentemente logró bastante más éxito a la hora de alarmar al círculo rojo internacional. Ese enigma prácticamente inexplicable que para muchas corporaciones e inversores extranjeros suele ser nuestro país se convirtió, una vez más, en una fuente inagotable de incertidumbre y dolores de cabeza. Para los más arriesgados, no obstante, puede constituirse también en una tierra de oportunidades.
Los variados interrogantes respecto de qué tipo de administración desarrollaría el candidato del Frente de Todos si resultara victorioso se multiplican exponencialmente como resultado de la polvareda que suelen generar las polémicas declaraciones de referentes relevantes de su espacio. Nada menos que la propia Cristina Fernández se expresó recientemente sobre la necesidad de controlar precios y márgenes de ganancias de las empresas a efectos de bajar la inflación. Para ella, con el fracaso de Macri "queda demostrado que no se trata de un fenómeno monetario". En este contexto, la diputada Fernanda Vallejos defendió los supuestos de la denominada "teoría monetaria moderna", que propone que la emisión no genera inflación. No debería entonces sorprender que algunos observadores, dentro y fuera del país, estén particularmente preocupados por los riesgos de una nueva hiperinflación en la Argentina: la demanda de dinero cae en picada y si aumentara el circulante (cosa que ya está ocurriendo) los precios se dispararían.
No son muchos los países que repiten eventos tan traumáticos. Lo natural es que atraviesen un proceso de aprendizaje muy significativo. Por citar dos ejemplos, tanto Perú como Bolivia (con liderazgos y concepciones totalmente disonantes) implementaron, luego de sus respectivas experiencias hiperinflacionarias, políticas fiscales y monetarias sensatas con resultados positivos. Habría que remontarse al peculiar caso de Alemania (durante la República de Weimar y luego de finalizada la Segunda Guerra) para encontrar un caso que presente algunas similitudes.
Los escenarios extremos aparecen entonces en las especulaciones de quienes podrían, en un entorno de mayor credibilidad y con políticas adecuadas, contribuir a la recuperación de la economía.
Otras clases de pronunciamientos generaron escalofríos similares. Juan Grabois alertó al sector agropecuario, que ya sufre ataques furtivos a los silobolsas, sobre eventuales expropiaciones para que 50.000 familias puedan producir sustentablemente productos frutihortícolas. Suponiendo que los menores no serían obligados a trabajar, se trataría de una "solución" para a lo sumo 100.000 personas, un número irrelevante si se consideran los problemas de desempleo, semiempleo y empleabilidad que prevalecen en el país. ¿Quiénes elegirían a los potenciales beneficiarios? ¿Con qué insumos y capital contarían para desarrollar sus unidades productivas? "Creo que nos amenazan con eso para que nos quedemos satisfechos con un fuerte incremento de las retenciones", comentó por estos días un importante productor del sur de Córdoba.
La estrecha interacción entre productores orgánicos de la periferia bonaerense y segmentos pertenecientes a La Cámpora (que comercializa y distribuye buena parte de esos productos) merece una investigación más rigurosa: redes de una profusa informalidad que se entrelazan y multiplican.
Las polémicas derivadas del sincericidio de Gisela Marziotta sobre la Conadep del periodismo y del absurdo planteo revisionista de Horacio González respecto de la violencia política de las formaciones guerrilleras de los 70 no hacen sino completar un panorama desolador para quienes buscan reafirmar las credenciales moderadas de Alberto Fernández. ¿Son estas inconsistencias declarativas del diverso Frente de Todos la razón que explica la renovada esperanza que embarga a los estrategas electorales del macrismo?
Parece tratarse de una excepción, más que de la regla. Uno de los principales secretarios de Estado no oculta su pesimismo respecto de las posibilidades concretas de revertir la tendencia revelada en las PASO. "Con suerte llegamos a los 35 puntos", señaló. Solo Luis Brandoni, con la obligada distancia de interpretar la Argentina desde Madrid, es capaz de suponer que Juntos por el Cambio podría ganar en primera vuelta en la medida en que mejore la fiscalización.
Verdad y consecuencia. Todos los gobiernos experimentan tensiones internas, enfrentamientos personales y conflictos de intereses que, en caso de escalar y prolongarse en el tiempo, pueden derivar en cismas y hasta en severas crisis de gobernabilidad. ¿Acaso la administración Macri estuvo exenta de esos contratiempos? Son inherentes a la política y ocurren en todas las latitudes. Hay mejores y peores momentos, es cierto, pero las gestiones suelen desgastarse a lo largo del tiempo. En ocasiones logran recuperarse, en particular en los casos en que la economía acompaña. Pero también sucede lo contrario: coyunturas de alta incertidumbre o volatilidad tienen el potencial de afectar de manera decidida la legitimidad de ejercicio y enturbiar el impulso de un triunfo electoral más contundente de lo esperado.
¿A que le debe temer más Alberto Fernández? ¿A la durísima realidad que tendrá que enfrentar, sobre todo en materia económica y social, o a los eventuales desafíos a su investidura presidencial provenientes de los segmentos más radicalizados de su coalición? Tal vez la respuesta correcta para este interrogante sea "a la combinación de ambas amenazas", en especial si se ve obligado a (o prefiere) implementar un programa de estabilización comprehensivo y consistente que sea visto como demasiado "ortodoxo" por algunos de los grupos más ideologizados.
La fórmula del Frente de Todos es una expresión de sumo pragmatismo: una síntesis entre los sectores más populistas y progresistas, referenciados en la figura de Cristina Fernández, y el ancho y complejo mundo de "típicos peronistas", representados por Alberto Fernández. Las contradicciones, por lo tanto, podrían presentarse de forma regular y hasta permanente. La historia argentina está plagada de relaciones conflictivas (en algunos casos extremas) entre presidentes y vices. La pregunta clave es si a la exmandataria le conviene un liderazgo presidencial debilitado. Fue ella quien convocó a Alberto Fernández para mejorar sus chances de ganar la elección y acotar así las consecuencias de su pesadilla judicial. Si lograse esto último... ¿qué sentido tendría afectar la fortuna de quien puede resolver su principal drama familiar y personal? Los intereses son más relevantes que las virtudes o los valores para imaginar comportamientos, aunque predecirlos escapa a los alcances de cualquier análisis riguroso.
El CEO de una importante multinacional le preguntó sin vueltas a su gerente local: "¿La Argentina gira hacia el chavismo si gana Alberto Fernández? Es lo que escucho por acá". Es posible que Mauricio Macri no haya encontrado hasta ahora demasiado eco entre los votantes independientes, pero aparentemente logró bastante más éxito a la hora de alarmar al círculo rojo internacional. Ese enigma prácticamente inexplicable que para muchas corporaciones e inversores extranjeros suele ser nuestro país se convirtió, una vez más, en una fuente inagotable de incertidumbre y dolores de cabeza. Para los más arriesgados, no obstante, puede constituirse también en una tierra de oportunidades.
Los variados interrogantes respecto de qué tipo de administración desarrollaría el candidato del Frente de Todos si resultara victorioso se multiplican exponencialmente como resultado de la polvareda que suelen generar las polémicas declaraciones de referentes relevantes de su espacio. Nada menos que la propia Cristina Fernández se expresó recientemente sobre la necesidad de controlar precios y márgenes de ganancias de las empresas a efectos de bajar la inflación. Para ella, con el fracaso de Macri "queda demostrado que no se trata de un fenómeno monetario". En este contexto, la diputada Fernanda Vallejos defendió los supuestos de la denominada "teoría monetaria moderna", que propone que la emisión no genera inflación. No debería entonces sorprender que algunos observadores, dentro y fuera del país, estén particularmente preocupados por los riesgos de una nueva hiperinflación en la Argentina: la demanda de dinero cae en picada y si aumentara el circulante (cosa que ya está ocurriendo) los precios se dispararían.
No son muchos los países que repiten eventos tan traumáticos. Lo natural es que atraviesen un proceso de aprendizaje muy significativo. Por citar dos ejemplos, tanto Perú como Bolivia (con liderazgos y concepciones totalmente disonantes) implementaron, luego de sus respectivas experiencias hiperinflacionarias, políticas fiscales y monetarias sensatas con resultados positivos. Habría que remontarse al peculiar caso de Alemania (durante la República de Weimar y luego de finalizada la Segunda Guerra) para encontrar un caso que presente algunas similitudes.
Los escenarios extremos aparecen entonces en las especulaciones de quienes podrían, en un entorno de mayor credibilidad y con políticas adecuadas, contribuir a la recuperación de la economía.
Otras clases de pronunciamientos generaron escalofríos similares. Juan Grabois alertó al sector agropecuario, que ya sufre ataques furtivos a los silobolsas, sobre eventuales expropiaciones para que 50.000 familias puedan producir sustentablemente productos frutihortícolas. Suponiendo que los menores no serían obligados a trabajar, se trataría de una "solución" para a lo sumo 100.000 personas, un número irrelevante si se consideran los problemas de desempleo, semiempleo y empleabilidad que prevalecen en el país. ¿Quiénes elegirían a los potenciales beneficiarios? ¿Con qué insumos y capital contarían para desarrollar sus unidades productivas? "Creo que nos amenazan con eso para que nos quedemos satisfechos con un fuerte incremento de las retenciones", comentó por estos días un importante productor del sur de Córdoba.
La estrecha interacción entre productores orgánicos de la periferia bonaerense y segmentos pertenecientes a La Cámpora (que comercializa y distribuye buena parte de esos productos) merece una investigación más rigurosa: redes de una profusa informalidad que se entrelazan y multiplican.
Las polémicas derivadas del sincericidio de Gisela Marziotta sobre la Conadep del periodismo y del absurdo planteo revisionista de Horacio González respecto de la violencia política de las formaciones guerrilleras de los 70 no hacen sino completar un panorama desolador para quienes buscan reafirmar las credenciales moderadas de Alberto Fernández. ¿Son estas inconsistencias declarativas del diverso Frente de Todos la razón que explica la renovada esperanza que embarga a los estrategas electorales del macrismo?
Parece tratarse de una excepción, más que de la regla. Uno de los principales secretarios de Estado no oculta su pesimismo respecto de las posibilidades concretas de revertir la tendencia revelada en las PASO. "Con suerte llegamos a los 35 puntos", señaló. Solo Luis Brandoni, con la obligada distancia de interpretar la Argentina desde Madrid, es capaz de suponer que Juntos por el Cambio podría ganar en primera vuelta en la medida en que mejore la fiscalización.
Verdad y consecuencia. Todos los gobiernos experimentan tensiones internas, enfrentamientos personales y conflictos de intereses que, en caso de escalar y prolongarse en el tiempo, pueden derivar en cismas y hasta en severas crisis de gobernabilidad. ¿Acaso la administración Macri estuvo exenta de esos contratiempos? Son inherentes a la política y ocurren en todas las latitudes. Hay mejores y peores momentos, es cierto, pero las gestiones suelen desgastarse a lo largo del tiempo. En ocasiones logran recuperarse, en particular en los casos en que la economía acompaña. Pero también sucede lo contrario: coyunturas de alta incertidumbre o volatilidad tienen el potencial de afectar de manera decidida la legitimidad de ejercicio y enturbiar el impulso de un triunfo electoral más contundente de lo esperado.
¿A que le debe temer más Alberto Fernández? ¿A la durísima realidad que tendrá que enfrentar, sobre todo en materia económica y social, o a los eventuales desafíos a su investidura presidencial provenientes de los segmentos más radicalizados de su coalición? Tal vez la respuesta correcta para este interrogante sea "a la combinación de ambas amenazas", en especial si se ve obligado a (o prefiere) implementar un programa de estabilización comprehensivo y consistente que sea visto como demasiado "ortodoxo" por algunos de los grupos más ideologizados.
La fórmula del Frente de Todos es una expresión de sumo pragmatismo: una síntesis entre los sectores más populistas y progresistas, referenciados en la figura de Cristina Fernández, y el ancho y complejo mundo de "típicos peronistas", representados por Alberto Fernández. Las contradicciones, por lo tanto, podrían presentarse de forma regular y hasta permanente. La historia argentina está plagada de relaciones conflictivas (en algunos casos extremas) entre presidentes y vices. La pregunta clave es si a la exmandataria le conviene un liderazgo presidencial debilitado. Fue ella quien convocó a Alberto Fernández para mejorar sus chances de ganar la elección y acotar así las consecuencias de su pesadilla judicial. Si lograse esto último... ¿qué sentido tendría afectar la fortuna de quien puede resolver su principal drama familiar y personal? Los intereses son más relevantes que las virtudes o los valores para imaginar comportamientos, aunque predecirlos escapa a los alcances de cualquier análisis riguroso.
Por: Sergio Berensztein
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