sábado, 21 de septiembre de 2019

La columna de los sábados

Clarín



21/09/2019 



Sobre la raíz cuadrada, la violencia, la educación y la Constitución


La corrupción produce inequidad. Y la impunidad consagra la injusticia como modelo.


Santiago Goodman, docente y gremialista chubutense.




  MIGUEL WIÑAZKI



Resulta sensato admitir que no habría civilización sin el conocimiento milenario que la humanidad ha acumulado sobre la raíz cuadrada. No existirían el álgebra, la geometría, la arquitectura, la astronomía, la informática, la economía, la química, la nanotecnología… No entenderíamos ni siquiera lo que es formalmente un triángulo rectángulo. Observaríamos todo como los animales (con el debido respeto por los seres irracionales), pero sin comprender, sin volver inteligible al mundo. Estarían abismadas todas las ciencias, la lógica y la filosofía. Se desmoronaría la inteligencia universal. Sin embargo, Santiago Goodman, un docente gremialista chubutense, ha considerado y vociferado que el hecho de que “los alumnos aprendan a luchar es más importante que saber la raíz cuadrada".

Es curioso que un docente proponga como método una regresión a la prehistoria, al paradigma de la lucha, soslayando el saber. Es una apuesta radical por la ignorancia.

La inteligencia se basa en la luminosa capacidad de reversibilidad del pensamiento. La matemática ayuda a revertir circunstancias conceptuales. La raíz cuadrada, por ejemplo, es el reverso de la potencia.

La raíz cuadrada es la operación inversa -y por lo tanto complementaria- a la de la multiplicación de un número por sí mismo. Es imposible comprender el teorema de Pitágoras si se ignora el concepto de raíz cuadrada. “El cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos”.

El gremialista evidenció un problema central y nefasto: la postergación de la educación por razones ideológicas, la proposición de la ignorancia como camino. Es una ruta al desastre. No hay transformación posible sin raíz cuadrada.

En Chubut, pero no solo en Chubut, hay entonces quienes proponen afrontar la justificada lucha social difiriendo la matemática y facilitando de ese modo el predominio de la militancia por sobre la educación tradicional. El gremialista niega el derecho de los educandos al aprendizaje inmediato al imponer una pedagogía del desplazamiento político de la didáctica de la ciencia, demorando la urgente socialización de la aritmética y de la geometría. Desde el ideologismo retiene el conocimiento. Se apropia de la currícula, la vuelve feudal, oscurantista y arbitraria. Todo brota en el campo ardiente de una gran convulsión y de una desigualdad económica manifiesta. Pero no se vence a la pobreza, ni a la injusticia social posponiendo la enseñanza.

Algunos van aún mucho mas lejos que Goodman y sustituyen a las ciencias por los tiros, como esa facción de la UOCRA que parece responder a la luminaria del señor Pata Medina. Vienen descerrajando balazos para dirimir internas y no perder el poder que el Padrino encarcelado supo construir.

En esa línea de conducta distante de todo laboratorio algebraico se inscriben también ciertos barras bravas de River, portadores de armas de fuego, facas y otros juguetes, con la intención declarada de combatir con otros hinchas no menos bravos. El objetivo singular de tales batallas declaradas es ocupar primero y haciendo correr sangre las tribunas para el próximo superclásico.



La Argentina irracional no se rinde.


Entre todos esos volcanes reapareció Cristina Caamaño, la titular de Justicia Legítima, proponiendo reformar la Constitución, entre otras cosas, para controlar a los periodistas que, según su mirada, no han visibilizado como es debido atrocidades de toda laya que habrían sido perpetradas por el actual oficialismo y encubiertas desde la prensa.

Los Jinetes del Apocalipsis que siempre amenazan las democracias sobrevuelan excitados: el rechazo a las reglas que empieza en general a manifestarse por la justificación de reformas a la Constitución que no son en realidad ni necesarias ni urgentes. La irrupción de la violencia, y la disposición a restringir las libertades de los periodistas.

Podemos tomar algunos recaudos frente a estos abismos. Sería prudente estudiar el teorema de Pitágoras, practicar raíces cuadradas, y recordar que la Constitución no es una herramienta para oportunistas inútiles y autoritarios, sino una garantía de libertad y de racionalidad.

Claro, el hecho de tener derechos garantizados constitucionalmente no alcanza si no están dados las condiciones materiales para ejercerlos con plenitud.

No se trata de reformar la Constitución sino de reducir al máximo la desigualdad, en aras de lo cual es imprescindible sancionar la corrupción. Porque la corrupción produce y propaga inequidad. Y la impunidad consagra a la injusticia como modelo socio político.

Somos la conjunción de la Constitución, de la Educación, del trabajo y de la Justicia.

O no somos nada.

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