15 de agosto de 2019 • 14:22
Macri-Fernández, el pacto del miedo
Macri y Fernández, rivales y también de alguna
manera aliados ante la crisis Fuente: Archivo
Martín Rodríguez Yebra
LA NACION
Se necesitan mutuamente. Mauricio Macri y Alberto Fernández tardaron 48 horas en comprender que la insólita geografía política que dejaron las PASO los empuja, por su propio bien, a ensayar una suerte de pacto de gobernabilidad que condiciona de manera inevitable la campaña que volverá a enfrentarlos en octubre.
El tembladeral cambiario y financiero que empezó tras los aplastantes resultados del domingo expuso a Macri a la evidencia de la transfusión de poder en curso desde la Casa Rosada hacia las oficinas de su rival. Acusarlo por la crisis, en la malograda conferencia del lunes, solo agravó las consecuencias.
Fernández parecía decidido a sentarse a ver el derrumbe. Sus asesores financieros se habían comunicado con inversores en Nueva York para sondear el humor de los mercados. Les pidieron que el candidato interviniera para llevar tranquilidad. "Solo si Macri se lo pide públicamente", fue la réplica.
Lo que parecía un juego de póker en el Titanic terminó cuando Macri "invitó" a Fernández a dialogar, en medio del discurso en que pidió perdón por su reacción tras la derrota y anunció medidas para paliar los efectos que tendrá el nuevo golpe devaluatorio.
Algo descolocado, el candidato kirchnerista primero dijo que no tenía sentido hablar con Macri y cuatro horas después recalculó. Estaba a punto de cometer un error político de libro. Y, peor aún, de actuar contra sus propios intereses.
Entonces hablaron. Y quedaron en claro los hilos que los unen. El Presidente necesita que su rival lo ayude, con gestos sensatos, a poner un ancla al tipo de cambio y moderar así el traspaso a precios de la devaluación. En términos proselitistas se asemeja bastante una claudicación ante el candidato al que debe enfrentar en poco más de dos meses. Le está reconociendo una capacidad de influir sobre los actores económicos que a él se le escurre. Y blanquea una realidad ingrata: antes que pensar en ganar una elección, la prioridad de Cambiemos es llegar dignamente al 10 de diciembre.
¿Qué gana Fernández con ayudar a su adversario? Macri, a través del Banco Central, tiene bajo su órbita los cerca de 65.000 millones de dólares de las reservas, un cañón inmenso para actuar contra una corrida o incluso para revolear medidas electoralistas. Al candidato kirchnerista lo aterra llegar al Gobierno con las arcas vacías, en medio de una espiral inflacionaria y sin credibilidad externa.
Otra necesidad, que todavía no le planteó al Presidente, es que la actual administración negocie con el FMI una reprogramación de los vencimientos correspondientes al programa pactado el año pasado. Así, 2020 y 2021 serían años menos dramáticos para quien tenga que gobernar.
"Antes que pensar en ganar una elección, la prioridad de Cambiemos es llegar dignamente al 10 de diciembre"
Hoy Fernández puso a prueba el peso de su palabra. Dijo que el dólar a $60 estaba en precio "razonable" y la cotización bajó. Lo mismo pasó con el riesgo país, al que le apuntó cuando prometió cumplir con todos los compromisos asumidos por el Estado.
Macri también cumplió su papel: en la reunión del gabinete ampliado en el CCK, no habló de Venezuelas por venir, no echó culpas fuera y se declaró al frente del combate contra la crisis. Arengó a los suyos para revertir el resultado electoral, pero sin estridencias. Le dejó a Elisa Carrió la bandera de la batalla de vida o muerte. Un "permitido".
El pacto no escrito regirá mientras las condiciones electorales se mantengan inalterables. Es decir, el favoritismo total de un triunfo kirchnerista en primera vuelta.
Es una intriga que marcará los días por venir. ¿Será capaz Macri de contenerse en esa dinámica de campaña positiva, sin recurrir a la grieta y el terror a la restauración kirchnerista? ¿Se ajustará Fernández al discurso moderado de estas últimas 48 horas y contendrá a los sectores más radicalizados de su alianza?
El escenario es dinámico. Pero se vislumbra una campaña nunca vista, con dos candidatos que caminan atados por un campo minado.
Por: Martín Rodríguez Yebra
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