Miércoles 19 de febrero de 2014
Por Rosendo Fraga
Algunas medidas del Gobierno en los últimos días pueden plantear la pregunta de si está girando hacia el pragmatismo o no.
En política exterior habría decidido finalmente abandonar el acuerdo con Irán,
cuyo gobierno no demuestra el menor interés en que se cumpla. Está actuando un
abogado del partido republicano como representante de Argentina en el juicio con
los bonistas que no aceptaron el canje. El gobierno, a través del ministro de
Defensa, ha sincerado que la Argentina ya no es sólo un país de tránsito para la
droga, sino también de consumo y producción.
Se avanzó en el sinceramiento de la
inflación, aunque desconociendo lo que ello implica en términos de pobreza e
indigencia. Para evitar el descontrol inflacionario se busca una política
restrictiva en materia salarial. Los mercados en el día a día parecen haber
descartado que el peor escenario esté próximo. Pero estos hechos parecen más
decisiones forzadas por la necesidad de sobrevivencia para ganar tiempo, antes
que un cambio de rumbo por parte del oficialismo.
El encendido apoyo del gobierno argentino a Maduro en la crisis
que se ha desatado en Venezuela es clave en la posición interna y externa del
Kirchnerismo. Los EEUU, la UE y el mundo desarrollado en general, al igual que
la UN y la OEA, han asumido una posición crítica hacia la represión de las
protestas en la calles llevada adelante y por el uso en ella de grupos
parapoliciales integrados por militantes oficialistas. El gobierno argentino fue
el primero de la región en tomar partido por Maduro, denunciando los “firmes
intentos de desestabilización que enfrenta el país hermano” y llamando a la
“solidaridad activa y a la defensa común frente al accionar de grupos
autoritarios, las corporaciones y aquellos ligados a la especulación financiera
y productiva, que pretenden gobernar de hecho y suplantar gobiernos surgidos de
la voluntad popular”.
Con términos más moderados, fue la posición que asumió
después el Mercosur, grupo regional en el cual sus tres países más importantes
(Brasil, Argentina y Venezuela) se ven políticamente amenazados por las
protestas en las calles, aunque con modalidades, circunstancias y alcances
diferentes. El lunes 17 el Canciller ratificó el apoyo a Maduro, pero este
definido alineamiento ideológico en la política exterior se origina también en
que la mayor amenaza del Kirchnerismo para su permanencia en el poder en los
próximos meses es la pérdida del control de la calle. Es que en términos
políticos, la crisis económica puede ser manejada en tanto y en cuanto no se
pierda el control de la calle por la irrupción de la violencia.
Se trata de una amenaza determinada tanto por la historia
argentina reciente, como por la realidad política contemporánea. En la
Argentina, los cuatro presidentes que dejaron anticipadamente el poder desde el
restablecimiento de la democracia en 1983 (Alfonsín, De la Rúa, Rodríguez Saá y
Duhalde), lo hicieron en un contexto de dificultades económicas, pero cuando
concretamente ellas derivaron en violencia callejera.
Hoy esto se ha
globalizado: en Brasil, las protestas, aunque disminuyeron en las últimas
semanas, son la principal amenaza para la reelección de Dilma; en Ucrania, la
estabilidad del débil gobierno pro-ruso de Yanucovich se ve amenazada por la
violencia que se generó entorno a las protestas de los sectores pro-europeos en
las calles; la llamada “Primavera Árabe” puso en evidencia que la pérdida del
control de ellas fue del detonante de la caída de varios gobiernos; en Asia, el
gobierno de Tailandia se ha visto sistemáticamente amenazado en los últimos
meses por las protestas de la oposición; en Europa, tanto en Bosnia como en
Montenegro, grupos de manifestantes en protestas violentas tomaron las sedes de
los respectivos gobiernos. Por esta razón, moderar los efectos de la inflación
sobre los sectores de menores ingresos y controlar la puja salarial que se ha
desatado resulta decisivo, no sólo por razones económicas, sino ante todo
políticas.
El oficialismo como siempre redobla la apuesta y han sido las
manifestaciones de la Presidenta y el Jefe de Gabinete las más contundentes en
este sentido. El miércoles 6 Cristina Kirchner acusó de desestabilizadores a los
bancos y los medios, diciendo que intentaron “hacer volar por los aires” a su
gobierno; atacó a la Suprema Corte por el fallo -que no acatará- que dispone
incluir al Canal 13 del Grupo Clarín en la pauta de publicidad oficial y criticó
a los empresarios -y en particular a las cadenas de supermercados- por no
cumplir con los “precios cuidados”. El Jefe de Gabinete fue más lejos, al
afirmar que la Suprema Corte -muy elogiada cuando falló a favor del Ejecutivo en
la ley de medios- “pretende arrogarse la voluntad de legislar”.
La Presidenta en
los días siguientes profundizó esta línea a través de Twitter, criticando
indirectamente a Tinelli entre otros y desde Calafate realizó una encendida
defensa de su política energética, desconociendo que el costo creciente de las
importaciones de energía es uno de los problemas centrales de la economía.
Paralelamente, el oficialismo eligió a dos dirigentes de La Cámpora como sus
nuevos representantes en el Consejo e la Magistratura, presionó al PJ bonaerense
para que esta agrupación tenga un rol relevante en la reunión partidaria que se
realiza el 22 de marzo e impulsó tanto al gobernador de Entre Ríos (Uribarri)
como al Presidente de la Cámara de Diputados (Domínguez), para que avancen con
sus candidaturas presidenciales y así disputar con Scioli en las PASO de 2015. A
su vez, la Casa Rosada sigue presionando sobre gobernadores, intendentes y
sindicalistas oficialistas para que acompañen a los militantes kirchneristas en
el control de los “precios cuidados”.
En conclusión: algunos hechos políticos y económicos de los
últimos días pueden plantear si el Gobierno ha comenzado un giro hacia el
pragmatismo o si se trata sólo de ganar tiempo; la firme defensa de Maduro
realizada por el gobierno argentino frente a la crisis venezolana muestra que el
Gobierno no sólo mantiene su línea, sino que se anticipa ante el riesgo de
enfrentar situaciones similares; es que el Gobierno percibe con realismo que
tanto la historia argentina como la realidad política contemporánea muestran que
se puede perder el poder si se pierde el control de la calle; a su vez, la
Presidente insiste en acusar a empresarios y medios de intentar un golpe contra
ella, los responsabiliza de generar las dificultades económicas de su Gobierno y
critica a la Suprema Corte.
Fuente: www.nuevamayoria.com

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