domingo, 23 de febrero de 2014

Horrible sospecha: Cristina está derrochando sus balas





"(...9 El problema es que este escenario “equilibrista” tiene implícito el riesgo de transformarse en ajuste “por las malas”. Es decir, es probable que en la 2da. mitad de año se vuelva a intensificar la crisis cambiaria. En ese contexto, habrá que ver qué instrumentos de política tiene a su disposición el gobierno para seguir pateando la “crisis” para más adelante. Sin embargo, el gobierno cada vez tendrá menos balas en su cartuchera. (...)"


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Economía & Regiones). Nuestro  país  atraviesa  una  crisis  cambiaria en la que el BCRA está registrando una sostenida y creciente pérdida de reservas como consecuencia de intentar mantener un tipo decambio fijo  o cuasi fijo (con pequeñas devaluaciones) y a la vez el gobierno sostiene una política fiscal excesivamente expansiva financiada con emisión. 
De esta manera el BCRA emite para financiar el exceso de gasto monetizando el déficit fiscal, esa emisión genera un exceso de oferta en el mercado de dinero, el público percibe que “sobran pesos” y se desprende de ellos  demandando  divisas  y  corriendo  contra  las reservas  internacionales.  
En resumen,  el déficit fiscal se financia con pérdida de reservas y, por ende, a mayor déficit mayor pérdida de reservas. 
De no mediar ninguna corrección, la pérdida de reservas continuará “de la mano” del déficit fiscal, cayendo hasta un nivel mínimo a partir del cual la agudización del ataque especulativo exigirá la depreciación y luego liberación del tipo de cambio. 
Con  la  liberación del tipo de cambio las reservas dejarán de caer y será el shock inflacionario el que licúe el exceso de gasto y el déficit fiscal. Este es el ajuste “por las malas”, el tipo de ajuste que hace el sistema económico cuando los políticos no están dispuestos a hacerlo previamente.  
Todo  este  enfoque, cuyo pionero es Paul Krugman, describe perfectamente lo que sucede actualmente en Argentina y muestra también lo que muy probablemente acontecerá si no enderezamos el rumbo con un cambio de política económica.  
El gobierno puede elegir entre hacer el “ajuste por las buenas”,  que implicaría reducir o eliminar el déficit fiscal y así  abortar el drenaje de dólares o,  por el contrario, seguir monetizando el déficit y dejar que la crisis haga el “ajuste por las malas”. 
Cualquier estrategia de ajuste aislado e incompleto le permitirá al gobierno ganar tiempo, postergando la decisión de hacer la corrección necesaria  a costa de empeorar el “desenlace por la malas”.
Este último escenario no sólo es fuertemente recesivo, sino que también es socialmente inequitativo ya que habrá un fuerte deterioro del poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones.   
En pocas palabras, el gobierno enfrenta la encrucijada de hacer el ajuste o dejar que la crisis lo haga  licuando gastos  y déficit.  
Luego a modo de ejercicio  intentamos medir  los escenarios posibles,  dado  que  resulta  fundamental  computar  los  costos  que  cada  ajuste  genera  en términos de nivel de actividad, salario, inflación y empleo. 
Nuestra hipótesis es que el “ajuste por las buenas” (como su nombre lo anticipa) es sustancialmente menos dañino para nuestra economía  en  términos  de  nivel  de  actividad,  salario  real  y  empleo  que  cualquier  otra alternativa. 
“Ajuste por las malas” 
El  ajuste  “por  las  malas”  es  el  escenario  resultante  de  no  cambiar  las  actuales  políticas económicas, sino potenciarlas.  
Suponemos que el gobierno continúa y acentúa (como viene haciendo año tras año) su política fiscal desmedidamente expansiva, acrecentando el déficit. A mayor déficit, mayor dominancia fiscal. 
El Tesoro sigue financiando el exceso de gasto público con emisión, que se traduce en pérdida de reservas creciente hasta que dicha pérdida se torna insostenible y el Central libera el tipo de cambio forjando una nueva devaluación brusca. 
En la actualidad el gasto público representa el 37% del PBI. En la estructura de gasto público se destaca el peso de las jubilaciones (27% del gasto y 10% del PBI), la coparticipación (22% del gasto y 8% del PBI), las partidas destinadas a subsidios económicos, tales como la energía y el transporte (13% del gasto y el 4.8%  PBI) y los salarios (10% del gasto y el 3.7%  PBI). Cada componente tiene distinto grado de elasticidad frente a la devaluación y es más o menos difícil de ajustar a la baja. 
De todos modos, en este escenario, el gasto total se incrementa cerca del 54% en promedio dado que si bien la mayoría de las partidas percibe incrementos nominales cercanos al 35% anual, el impacto de la devaluación encarece los subsidios económicos (energía importada) haciendo que esta partida de gasto aumente un 132% en términos nominales. 
Para entender esta fuerte elasticidad del gasto en subsidios económicos con respecto a la devaluación, hay que recordar que actualmente el gasto agregado en energía es financiado en un 67% por el Estado y en un 33% por el sector privado. Esto quiere decir que cada $100 de gasto en energía, el sector público nacional (SPN) pagaba $67 y los privados $33.

No hay comentarios:

Publicar un comentario