05/02/2014
Por Elena Valero Narváez
A los argentinos se nos ha obligado a dejar la democracia por un
adefesio al que se le da el mismo nombre. En realidad se abandonó el orden
constitucional por el dirigismo y la
intervención estatal. Esto produjo
trastornos sociales, económicos, y políticos además de falta de respeto
por la persona humana y su derecho inalienable a la libertad.
Las declaraciones de estos días, del Jefe de
Gabinete, son las típicas de gobiernos
generadores de altos índices de inflación: responsabilizar a productores y
vendedores en vez de hacerse cargo de la errónea política monetaria.
El Gobierno
kirchnerista se está despidiendo del poder, jugando a las escondidas frente a la
sociedad, manteniendo medidas erróneas y con declaraciones tendientes a inventar
teorías conspirativas, que lo despeguen
de la culpa por la preocupante situación
económica.
Es el gobierno el
que obliga, con su política inflacionaria, a que se exija la elevación de los
salarios y a los empresarios a intentar recuperar esos aumentos subiendo los
precios sin que se produzca ningún beneficio;
la gente compra menos por la
devaluación de su dinero.
La razón de la
emisión es un presupuesto desequilibrado
provocado por un enorme gasto público. Este gasto tiene, como motivo principal,
las erróneas prácticas populistas. Se pretende desde el gobierno repartir la
riqueza para beneficiar a los que no producen ni trabajan y empobrecer a los que
lo hacen. Es así como no se incentiva la inversión y se liquida la ética del trabajo.
El gasto público,
permitido por un presupuesto engañoso y por toda clase de subterfugios, se
refleja en un excesivo incremento de la cantidad de moneda, aumento cada vez más
elevado de los precios y una disminución del empleo genuino.
El fenómeno inflacionario deteriora la economía de mercado y aumenta
cada vez más la intervención del Gobierno en la economía. Es así como se
conforma una situación de la cual es difícil salir sin apelar al sacrificio de
la gente.
El aumento
continuo de los salarios para emparejarlos con los índices de inflación provoca
emisión adicional y por eso más inflación.
Inevitablemente
llega el momento de sincerar la economía reduciendo el gasto fiscal y la emisión
espuria de dinero.
La primera medida
- no hay soluciones mágicas cuando no se
respetan las leyes de la economía- es generar confianza. Ello permite que la
gente acepte el camino hacia el equilibrio presupuestario reduciendo al mínimo
los gastos estatales innecesarios y
descartando el aumento de las tasas impositivas mutiladoras de los incentivos
que aumentan la producción.
Se debe disminuir
el empleo público y los subsidios, transferir las inversiones a cargo del Estado
a la actividad privada fomentando una política favorable a las inversiones
extranjeras.
Las empresas
estatales tienen que regresar a manos privadas, y el Estado abandonar la
protección a las industrias. Esto
retrasa la expansión económica.
Es indispensable, para recuperar la economía,
derogar las leyes que traban las
exportaciones e importaciones y abandonar el control de cambios.
No hay más
remedio, entonces, que restaurar la estabilidad del valor de la moneda y el
funcionamiento del mercado permitiendo el libre juego de precios y
salarios de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda. En resumen: controlar la
inflación y poner en marcha una política
de expansión económica que restaure la competencia.
Nada puede ser
posible si no se transparenta la situación ante la sociedad y, también, las
medidas que se tomarán a corto y largo plazo para solucionar los problemas
políticos y económicos.
La única manera de
que la gente apoye cualquier proyecto de estabilización económica es proveer
confianza en el futuro que saque del letargo a quienes desean invertir en el
país.
Es primordial que
el Banco Central deje de financiar al Estado y regresar a su función esencial:
garantizar el valor de la moneda.
Hay que ir por todo lo que
se ha hecho mal en el gobierno kirchnerista y para ello se necesitan gobernantes
decididos que no se basen en el pragmatismo, que siempre lleva para aquí y para
allá, sino en ideas liberales claras y distintas al del gobierno populista
actual.

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