09/05/2020
Los manotazos oficiales
La foto de la Argentina actual es el comprobante del fracaso del estado. Al contrario del insistente relato oficial que pretende instalar las bondades de un estado grande y fuerte, lo cierto es que este obeso sector público falló antes, durante y muy probablemente, falle también después de la pandemia.
Por María Zaldívar
Antes, empezó con un diagnóstico equivocado: el virus no llegaría al país o llegaría mucho más tarde. “Estoy más preocupado por el dengue que por el coronavirus” dijo el máximo responsable de la salud, el ministro del área. No es que no haya motivos para preocuparse por el dengue; de hecho sigue matando más personas que el covid19 pero la moda internacional ha invisibilizado al mosquito. Cifras no oficiales, siempre más creíbles que las otras, dan cuenta de nuestra propia pandemia local de muertos por dengue.
En el durante, nos pidieron primero y exigieron después el confinamiento por tiempo indeterminado; ¿por qué? Porque el estado no está en condiciones de atajar el embate de la infección. El sistema de salud público representa apenas el 30% del total de la capacidad nacional; esto significa que el 70% lo provee la ideológicamente vapuleada “medicina privada” que no es otra cosa que ese mecanismo que mantienen vivo millones de personas que pagan, en su mayoría, dos veces por estar cubiertos en materia sanitaria. Esos individuos que contratan medicina prepaga o mutuales hacen, además, un aporte a través de sus impuestos que, se supone, debería estar destinado en parte a sostener el sistema público de salud.
En el durante el estado está destrozando ese mecanismo acordado entre particulares. Los establecimientos privados atraviesan una situación económica desesperante con camas vacías y una capacidad instalada ociosa (principalmente en mano de obra calificada) a la espera del famoso pico del que el ministro de salud descreía hace cuarenta días; pagando insumos con una carga tributaria leonina y sueldos de personal calificado que se mira la cara mientras espera.
En el durante arde la máquina de emitir billetes mientras descansan los planeros y los empleados públicos, ñoquis y no ñoquis aunque el trabajador independiente, el pequeño comerciante, el monotributista, el asalariado del sector privado y el jubilado están frente al abismo viendo cómo, al compás de la suma del gobierno de científicos más los científicos incorporados para asesorar al presidente en este tramo, se evaporan las raquíticas posibilidades que quedaban en el país de sobrevivir económicamente.
En el durante hubo: congelamiento de alquileres; prohibición de despidos de personal; abandono de los argentinos que están fuera del país, pagando el sustento con un impuesto del 30% sobre sus gastos con tarjeta de crédito (una desigualdad ante la ley escandalosa); congelamiento de tarifas; cero reducción de impuestos a la importación de insumos básicos para salud; cero baja de impuestos a una población asfixiada de cargas nacionales, provinciales
y municipales; cero racionalización de personal en el estado; cero reducción de dietas y sueldos de la maraña burocrática; poder Legislativo hibernado; poder Judicial ídem; patrullaje ideológico; compras estatales con sobreprecios; revoleo diario de DNU; algún que otro “palito” e insulto al periodismo; detención para quienes hubiesen interpretado que no hay decreto presidencial que esté por encima del derecho constitucional de transitar libremente y liberación indiscriminada de condenados (o discriminada para algunos escépticos que sugieren que, tras violadores y asesinos, salieron aquellos delincuentes que el actual gobierno necesita libres).
Tras este pantallazo del “durante”, cabe proyectarse y evaluar el posible “después”. Hasta ahora, lo confirmado por los hechos y los dichos: no hay plan económico pensado para atajar la tormenta que está gestando la desorbitada emisión monetaria, que se agrega al no plan respecto de la deuda externa que arrastrábamos pre-pandemia, bomba condimentada con el aumento de pobres y la destrucción de empleo y de riqueza, por supuesto toda concentrada en el sector privado.
Después de esta breve descripción del desempeño de los burócratas, el uso que hicieron del miedo, el castigo y el monopolio de la fuerza no a favor sino contra el individuo (esta vez sin distinción de distrito ni ideología política) urge reflexionar sobre el papel del estado en la sociedad porque ha quedado demostrado que su utilidad es inversamente proporcional a su tamaño y su tamaño es directamente proporcional a lo que nos cuesta mantenerlo.
http://www.mariazaldivar.net/
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