10 de mayo de 2020
La tontería y los impulsos fascistas
Por Darío Lopérfido
La crisis del Covid-19 va dejando al desnudo la mediocridad alarmante en la que navega la política argentina y, en especial, el oficialismo. A las reacciones fascistas y autoritarias, que han sido la característica dominante del kirchnerismo, hay que sumarle un nivel de gestión grotesco donde se llega a situaciones de ridículo.
Varios de nosotros hicimos notar el disparate que significaba que el Congreso no funcionara. CFK mostró que tiene muy poco interés en el funcionamiento de las instituciones, ya que prefiere un Senado inactivo e hizo perder el tiempo con absurdas presentaciones ante la Corte.
Esta semana la presidencia de la Cámara de Diputados presentó un estrafalario y carísimo sistema para sesionar por teleconferencia que, por supuesto, fracasó al primer intento de uso. El oficialismo argentino se convierte siempre en el hazmerreír internacional. En todo el mundo (y en algunos lugares de Argentina también) los legislativos funcionan sin problemas de manera presencial. El sistema argentino que quisieron implementar no se utilizó en ningún lugar del mundo, ni siquiera en los países con tecnología de avanzada. El fracaso en el primer intento de uso marca algo verdaderamente distintivo del kirchnerismo: el malgasto y la mala praxis. Es la estupidez en su máximo esplendor. Mientras tanto, el Congreso sigue sin funcionar.
Cada vez más se hace evidente que Alberto Fernández gestiona algunas áreas y se ocupa del Covid-19, y que CFK y sus acólitos manejan una agenda propia que lo deja afuera. La crisis por la liberación de presos peligrosos, alentada por los alfiles de CFK, lo dejó muy claro. El Presidente, mientras tanto, se enamoró de su precaria dicotomía -salud o economía- y lleva a esta última a una destrucción que no tiene precedentes. La cantidad de nuevos pobres que habrá después de esta cuarentena generará mas daño que el virus. La idea de que el mundo cambiará después de esta crisis y que eso beneficiará a la Argentina es una idea sin ningún asidero. El escritor francés Michel Houellebecq escribió esta semana una fantástica carta pública, cuyo último párrafo proclama: “No nos despertaremos, después del encierro, a un mundo nuevo; será lo mismo, sólo un poco peor”. Creo que sucederá precisamente eso. El mundo saldrá más pobre de esto, pero Argentina será uno de los lugares donde más se sufrirá. La catástrofe del Estado argentino inútil y carísimo pasará una factura enorme. La credibilidad internacional argentina está bajo mínimos. Para los que creen en los milagros que pregonan los populistas, les advierto desde ahora que el golpe será enorme. Los países que saldrán mejor parados serán, naturalmente, aquellos que hacen bien las cosas y los que despiertan confianza en el mundo. Argentina no se encuentra en ninguno de los dos grupos. A no ser que la política argentina entienda, de una vez por todas, la necesidad imperiosa de hacer reformas estructurales, desterrar las mafias de dentro del Estado y disminuir la presión fiscal a quienes trabajan, las cosas irán de mal en peor. Países como Alemania han tomado medidas de alivio fiscal de todo orden. La diferencia con Argentina no es simplemente que sea un país más rico; la diferencia esencial en el mundo hoy se da dramáticamente entre los que hacen las cosas bien y los que las hacen mal.
Prueba de esto es que países como Paraguay, Perú o Chile (entre otros) están colocando deuda en el mercado a tasas muy bajas (entre el 2,5 y el 4%) para paliar los efectos de la crisis. Argentina no puede ni soñar en eso y sólo imprime dinero haciendo presagiar un futuro de inflación altísima. Uruguay creó un fondo de 400 millones de dólares con un recorte del 20% de los sueldos del presidente, ministros, legisladores, directores de entes autónomos, entre otros y prepara un proyecto de ley para reformar el Estado y mejorar la seguridad. Hay miembros del gobierno uruguayo que están impactados con la extraordinaria cantidad de consultas de empresas que quieren cambiar su radicación a Uruguay. La reacción destemplada del presidente Fernández cuando un periodista internacional le mencionó el tema de la emisión monetaria desatada es señal de una situación por demás patética.
Frente a estos ejemplos, la única idea de la política en Argentina es que no se puede trabajar. No se les cae una idea respecto del día después de la cuarentena. También están los fiscales, políticos y militantes que amenazan a los que protestan pacíficamente o se manifiestan por la urgencia económica. Ese es el peronismo en su esplendor: mala praxis y fascismo. La indigencia intelectual de los periodistas, actores y militantes oficialistas se traduce en ataque a todo el que se expresa con algo distinto al discurso bobo y monocorde del oficialismo. ¡Hasta amenazan con demandas penales al que piensa distinto! Se pondrán cada vez más violentos porque la caída será fortísima. Muchos lo avisamos: el momento Galtieri y el embelesamiento por encuestas desopilantes era por un rato. Navegan tranquilos y no se dan cuenta del inmenso iceberg que yace delante.
Es muy impactante el nivel de tontería y de engaño que despliega el Presidente en sus desopilantes comparaciones con el exterior. Las características de los distintos países y la manera de cada uno de enfrentar los problemas son distintas y varían. Hacer una comparación lineal no está bien visto nunca en términos de análisis de situaciones. Fernández ya había hecho un papelón en una comparación desafortunada con Chile, que llevó a que los chilenos le explicaran, con mucha clase, que había dicho una idiotez (Chile realiza muchísimos más tests que Argentina). Como siempre se puede ir más lejos en el ridículo, el Presidente dijo: “Si abrimos la economía vamos a terminar como Suecia”. Se refirió así al modelo que usó ese país para enfrentar la crisis (sin cuarentena “dura”). Quiso criticar y formuló mal la frase. Fuera del Covid-19, Suecia se encuentra siempre entre los primeros países en términos de libertad económica. Argentina, entre los peores. Sería extraordinario que Argentina tuviera una economía abierta y sin mafias como la sueca. Fernández quiso decir que estaba manejando la crisis mejor que Suecia. En la época de CFK presidente teníamos menos pobres que Alemania y ahora le podemos dar clases a los suecos acerca de cómo manejar la salud pública. Esa es la megalomanía de la estupidez tan distintiva del peronismo.
A raíz de la comparación poco feliz del actual Presidente, decidí estudiar un poco más el caso de Suecia y su manejo de la crisis a fin de contrastarlo con el caso argentino. Fijé mi atención en varios datos de los últimos días y encontré grandes diferencias con el accionar del gobierno argentino: durante la pandemia no hubo ningún caso de sobreprecios en alimentos, barbijos o alcohol en gel. Además, no se excarcelaron a violadores ni asesinos. Tampoco mataron a ningún hombre humilde, ex futbolista, para robarle una bicicleta como pasó en Argentina en un episodio más de inseguridad.
La estupidez y el fascismo son peores que el virus.
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