08/05/2020 - 22:19
El desafío de la libertad y el dilema entre autoritarismo o democracia
El porvenir será biovigilado, robótico, virtual, medicado y quizá, menos transitado.
Cambio total. Nada será igual, ni en la Argentina ni en
el mundo, después de la pandemia. Y se resignifica la
lucha por la libertad. Foto Juano Tesone
Miguel Wiñazki
La columna de los sábados
El nuevo mundo exige a la imaginación.La cuarentena es un examen universal.
¿Cómo salimos?¿Con más democracia o con renovados populismos arcaicos?
Esta “terra incognita” obliga a un intento de diseño del futuro que irrumpió ahora bajó su fase negativa.
Ya sabemos todo lo que nos ocurre: No hay abrazos, excepto por escrito; “un fuerte abrazo”, nos despedimos con palabras, sin el cuerpo.
Los niños de la pandemia nacen junto a padres aislados y con barbijo permanente. No hay visitas.
Los muertos de la pandemia mueren sin funerales, con lágrimas a distancia, sin llantos de cuerpos entrelazados por el duelo.
Los cementerios jamás estuvieron tan desolados.
En las calles transitamos enmascarados. Antes la máscara provocaba sospechas. Hoy es a la inversa. No cubrirnos el rostro desnudo es peligroso y motiva alto recelo.
Se multiplican las superficies catódicas, amanece el nuevo imperio de la pantalla total.
Los ojos se adaptan a las transformaciones. Es una revolución de la mirada.
Lo que se gana en virtualidad se pierde en presencia. El lenguaje no verbal se fuga, se sustrae, nos atisbamos los unos a los otros a través de monitores, o de teléfonos.
Mientras rogamos por la vacuna deseada e imprescindible, la pobreza se ahonda.Las desesperaciones se multiplican.
Nos mudamos todos a los archipiélagos repentinos del confinamiento.Hay una nueva fraternidad acurrucada y tangible; la del temor.
Es el miedo, no solo al virus, sino a la carencia, a la demolición económica, a las otras enfermedades que deben demorar su tratamiento.
La política navega entre la comodidad de las confrontaciones atenuadas, y la tentación de continuar arrellanada en esa “pax viral”, que la enfrenta a la infección colectiva, pero que ofrece la serenidad del aligeramiento del escrutinio opositor.
El pasado parece un sueño olvidado, está irremediablemente recluido en el ayer.La búsqueda del tiempo perdido es un naufragio. Ya fue.
El desamparo canta victoria.¿Por ahora o para siempre?
El Apocalipsis aconteció mil veces a lo largo de la historia y el mundo siguió andando.
La cuarentena ya no es unánime. No todos están encerrados. Hay puertas que se abren.
Todo es riesgoso.La cuarentena es la antesala del futuro.
El porvenir que será biovigilado, robótico, virtual, medicado, vacunado y quizás menos transitado que el pasado. El concepto de lo público se transforma.
La multitud y la aglomeración perderían preeminencia.Se irían apagando los prestigios de los apretujamientos políticos en las plazas, los estadios y las calles, clamando los unos y los otros pegados y entusiastas en favor de algún líder o pastor político ungido en los balcones antiguos.
Ganarían las bicicletas y las motos; garantizan la soledad del conductor, el alivio de los embotellamientos y la distancia social a velocidad.
Hay dentro de las oscuridades algunas luces.Recobraron fuerza las conversaciones culturales, virtuales pero reales, los estudios a distancia pero intensos, la lectura, el intercambio de saberes que el apuro anterior achicaba y arrinconaba en el arcón de lo secundario.
La ciencia es urgente y prioritaria. En medio de la desgracia su preponderancia es una buena noticia. La investigación seria desplaza toda superstición, sustituye en buena medida al pensamiento mágico y conlleva todas las expectativas.
El futuro será científico. No debe ser cientificista, porque la vida es más que antídotos y vacunas.
Aunque la vacuna será la invención de la imprenta. O el descubrimiento del heliocentrismo. Otro Mundo.
Un nuevo mundo, como el descubrimiento de América o la llegada a la Luna.Pero todavía no llegamos a la vacuna.
Entretanto, la libertad busca su camino.El miedo a la libertad y el deseo de tutela en tiempos tan difíciles favorecería a los autoritarismos que aguardan detrás de las pantallas por la conversión voluntaria de los ciudadanos en súbditos. Los, o las autócratas se están entrenando para imperar sin disimulos después del camuflaje que por ahora otorga el bosque de la pandemia.
El miedo a la libertad estará y ya está frente a frente con el deseo de libertad. Es la lucha por la vida futura.
Es curioso. Es la lucha de siempre. Ahora se resignifica por la escala planetaria de la enfermedad.No se trata de un desafío restringido a las élites políticas.
Al contrario.Es la contienda en la que luchamos todos.
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