La emergencia de seguridad dispuesta por Daniel Scioli no sólo
disparó megaoperativos de seguridad en otras jurisdicciones, por ejemplo
en Santa Fe, sino que activó la disputa por la candidatura presidencial
del oficialismo para el 2015. Para el 9 del mes que viene está prevista
la reunión del Congreso Nacional del PJ para la designación de un nuevo
Consejo Nacional. Hoy Daniel Scioli, en su carácter de vicepresidente
primero, ejerce la presidencia desde el fallecimiento de Néstor
Kirchner. Hasta ahora, Carlos Zannini, el comisario político del armado
del congreso, parece apuntar a que el jujeño Eduardo Fellner sea el
nuevo presidente del PJ.
Esta distribución de cargos tiene un valor político indirecto. Se supone que la vicepresidencia primera debería recaer en un dirigente de Buenos Aires, por tratarse del distrito más importante. Ahora bien, ¿será éste el nuevo rol de Scioli o directamente quedará excluido de los primeros cargos? En el clima de suspicacias que hoy crece, se menciona la posibilidad de que la presidente decida herir al gobernador, designando como vice primero a Florencio Randazzo o Julián Domínguez. Un desaire de estas características marginaría a Scioli como en sus peores momentos, dando a entender que cada vez está más lejos de ser el candidato “natural” del Frente para la Victoria. En la mesa chica del sciolismo, el debate sobre qué hacer si lo último se concreta ya está instalado. El jefe de gabinete Alberto Pérez adhiere a la postura de mantener la prudencia y no dar pretextos para una crisis. En cambio Guillermo Ferrari, segundo de Francisco de Narváez y ahora asesor del gobierno platense, plantea que hay que prepararse para ir a elecciones por fuera del Frente para la Victoria y como expresión disidente del kirchnerismo.
En otras palabras, ir sobre el electorado de Sergio Massa. Este grupo rupturista, minoritario, prepara la designación de De Narváez como ministro de Seguridad en reemplazo de Alejando Granados. Por experiencia en carne propia, Scioli sabe que no puede romper lanzas con la Casa Rosada sin sufrir el desfinanciamiento inmediato, por lo cual no haría nada por el momento. Pero el golpe que se le estaría preparando para marginarlo de la conducción del PJ sería duro de soportar. Además, crecen a toda velocidad los nervios de los cientos de funcionarios que se enrolaron en el sciolismo y que carecen de todo peso territorial. Si el cristinismo no les da cabida en las listas y Scioli termina no llegando a la Casa Rosada, toda esta gente se convertiría en desocupada en diciembre del año que viene. Claro está que al rival de Scioli en la carrera presidencial, Sergio Urribarri, no le va precisamente bien. Entre 2009 y 2012, el Estado entrerriano, con la firma de Sergio Daniel Urribarri, concedió 5,5 millones de pesos a un grupo empresario de dudosos antecedentes, para que construyera una cosechadora de última generación, destinada a ser exportada a Venezuela y otros países. Ese mismo año, el periodismo denunció la escasa seriedad del proyecto.
El único prototipo construido fue presentado en la Casa Rosada, con la Presidenta en la cabina y una corte de funcionarios y “empresarios” celebrando. Se anunció la exportación a Angola, pero la prueba a campo fue un fracaso. A los proveedores de las piezas con las que se construyó el engendro se les pagó con cheques sin fondo. La “fábrica” resultó ser un galpón vacío. La “empresa” se declaró en quiebra. Sólo se fabricó el fallido “prototipo”. Se supo luego que el mismo “cuento del tío” había funcionado poco antes en Formosa (2007). Pese a las causas judiciales, las denuncias periodísticas de medios locales y los pedidos de informes de legisladores provinciales, el hecho recién cobró relevancia nacional cuando volvió a denunciarlo Jorge Lanata en Canal 13, en abril de 2012. Se dilapidaron no menos de 6 millones de pesos, además de las facilidades otorgadas para la instalación y los gastos pagados por el Gobierno Nacional para “concretar las exportaciones”. Ni Urribarri ni los restantes funcionarios involucrados han emitido declaraciones públicas sobre todo esto en los últimos dos años.
Según una interpretación, en la Casa Rosada estarían decididos a restarle votos a Massa y para esto les vendría bien un Scioli menos oficialista. Otros opinan que la presidente está decidida a impulsar una interna salvaje en el peronismo, como una forma de asegurarse conservar, como árbitro, una importante cuota de poder. De un modo u otro y ajuste mediante, hasta después del Mundial de Brasil habría pocas jugadas fuertes. Es que, si la selección nacional volviera con la Copa, el escenario electoral del 2015 volvería a cambiar.
Esta distribución de cargos tiene un valor político indirecto. Se supone que la vicepresidencia primera debería recaer en un dirigente de Buenos Aires, por tratarse del distrito más importante. Ahora bien, ¿será éste el nuevo rol de Scioli o directamente quedará excluido de los primeros cargos? En el clima de suspicacias que hoy crece, se menciona la posibilidad de que la presidente decida herir al gobernador, designando como vice primero a Florencio Randazzo o Julián Domínguez. Un desaire de estas características marginaría a Scioli como en sus peores momentos, dando a entender que cada vez está más lejos de ser el candidato “natural” del Frente para la Victoria. En la mesa chica del sciolismo, el debate sobre qué hacer si lo último se concreta ya está instalado. El jefe de gabinete Alberto Pérez adhiere a la postura de mantener la prudencia y no dar pretextos para una crisis. En cambio Guillermo Ferrari, segundo de Francisco de Narváez y ahora asesor del gobierno platense, plantea que hay que prepararse para ir a elecciones por fuera del Frente para la Victoria y como expresión disidente del kirchnerismo.
En otras palabras, ir sobre el electorado de Sergio Massa. Este grupo rupturista, minoritario, prepara la designación de De Narváez como ministro de Seguridad en reemplazo de Alejando Granados. Por experiencia en carne propia, Scioli sabe que no puede romper lanzas con la Casa Rosada sin sufrir el desfinanciamiento inmediato, por lo cual no haría nada por el momento. Pero el golpe que se le estaría preparando para marginarlo de la conducción del PJ sería duro de soportar. Además, crecen a toda velocidad los nervios de los cientos de funcionarios que se enrolaron en el sciolismo y que carecen de todo peso territorial. Si el cristinismo no les da cabida en las listas y Scioli termina no llegando a la Casa Rosada, toda esta gente se convertiría en desocupada en diciembre del año que viene. Claro está que al rival de Scioli en la carrera presidencial, Sergio Urribarri, no le va precisamente bien. Entre 2009 y 2012, el Estado entrerriano, con la firma de Sergio Daniel Urribarri, concedió 5,5 millones de pesos a un grupo empresario de dudosos antecedentes, para que construyera una cosechadora de última generación, destinada a ser exportada a Venezuela y otros países. Ese mismo año, el periodismo denunció la escasa seriedad del proyecto.
El único prototipo construido fue presentado en la Casa Rosada, con la Presidenta en la cabina y una corte de funcionarios y “empresarios” celebrando. Se anunció la exportación a Angola, pero la prueba a campo fue un fracaso. A los proveedores de las piezas con las que se construyó el engendro se les pagó con cheques sin fondo. La “fábrica” resultó ser un galpón vacío. La “empresa” se declaró en quiebra. Sólo se fabricó el fallido “prototipo”. Se supo luego que el mismo “cuento del tío” había funcionado poco antes en Formosa (2007). Pese a las causas judiciales, las denuncias periodísticas de medios locales y los pedidos de informes de legisladores provinciales, el hecho recién cobró relevancia nacional cuando volvió a denunciarlo Jorge Lanata en Canal 13, en abril de 2012. Se dilapidaron no menos de 6 millones de pesos, además de las facilidades otorgadas para la instalación y los gastos pagados por el Gobierno Nacional para “concretar las exportaciones”. Ni Urribarri ni los restantes funcionarios involucrados han emitido declaraciones públicas sobre todo esto en los últimos dos años.
Hasta el Mundial, esperar
A todo esto, la cúpula del macrismo sigue muy de cerca el cambio de clima entre el cristinismo y Scioli. Tan especulador como este último, el jefe de gobierno porteño advertiría que sus chances presidenciales pueden mejorar. Su entorno también está dividido, porque su primo Jorge Macri y Diego Santilli están embarcados en la estrategia de un pacto con Sergio Massa en el cual Macri debería aceptar ser el compañero de fórmula de éste. Antes de moverse, el macrismo quisiera saber hasta dónde llegaría el distanciamiento entre el gobernador y el núcleo presidencial.
Según una interpretación, en la Casa Rosada estarían decididos a restarle votos a Massa y para esto les vendría bien un Scioli menos oficialista. Otros opinan que la presidente está decidida a impulsar una interna salvaje en el peronismo, como una forma de asegurarse conservar, como árbitro, una importante cuota de poder. De un modo u otro y ajuste mediante, hasta después del Mundial de Brasil habría pocas jugadas fuertes. Es que, si la selección nacional volviera con la Copa, el escenario electoral del 2015 volvería a cambiar.


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