domingo, 20 de abril de 2014

Visión bélica del gobierno y destrucción de riqueza




Domingo 20 de abril de 2014 


Por Roberto Cachanosky 

El kirchnerismo ha sumergido al país en una guerra de todos contra todos. De una guerra nunca surge riqueza.


A principios de año el Secretario de Comercio, Costa explicó los beneficios del programa precios cuidados. Uno de los argumentos que esgrimió es que los acuerdos entre la industria y los supermercados permitan una rentabilidad razonable. Hasta el momento desconocemos qué es una rentabilidad razonable para el gobierno. ¿Qué porcentaje de ganancia definen como “razonable”? En rigor no hay ningún parámetro para definir la razonabilidad de una rentabilidad en un mercado libre. Luego lo explicaré, pero tal vez pueda ensayar algún número “razonable” para el secretario, que podría ser el aumento del 158% en 2008 en el patrimonio de los Kirchner y que Oyarbide lo aceptó como válido. Resulta realmente irónico que el kirchnerismo hable de rentabilidad razonable cuando varios de sus funcionarios tienen aumentos patrimoniales tan veloces que Bill Gates parece tener un kiosco de cigarrillos y golosinas en comparación con la legión de funcionarios kirchneristas y sus crecimientos patrimoniales.

Resulta realmente delirante que mientras los burócratas de turno llenan sus planillas de Excel para analizar costos y rentabilidad, el BCRA quede patrimonialmente quebrado por la emisión monetaria, la pérdida de reservas y la acumulación de papeles del tesoro sin valor de mercado. Es decir, en vez de entender que no son los precios los que suben, sino que es la moneda la que se desvaloriza, los burócratas se entretienen viendo cuál es el costo de los insumos, los salarios y demás rubros en la producción de un bien para, por algún criterio mágico, determinar la utilidad razonable de una empresa para llegar al precio que debe venderle a un supermercado sus mercaderías. Y luego hacen el mismo inútil ejercicio con el supermercado para llegar al precio final en que debe vender para tener una utilidad “razonable”.

Le pregunto al lector, ¿cuándo Ud. llega a la caja del supermercado, le pide al cajero la planilla de costos del super para saber cuánto gana el gerente financiero, cuánto gasta de luz, etc. o se limita a comparar precio y calidad del producto? A la gente no le interesa el costo de cada empresa, sino que la relación precio y calidad de cada producto sea la que desea, en consecuencia, Costa llena planillas de Excel que a nadie le interesa pero creen que controlando los costos evitan la inflación que genera el BCRA por el déficit fiscal que le financia.

Un solo dato, el BCRA acaba de “dibujar” utilidades tomando el mayor valor de las letras instransferibles que le enchufa el tesoro para quitarle las reservas. Como esas letras están nominadas en dólares, la devaluación de enero le generó “utilidades” por U$S 62.000 millones que en cualquier momento se los transfiere al tesoro emitiendo moneda contra utilidades ficticias y que, además, son devengadas, no realizadas porque esos bonos vencen del 2016 en adelante. Es decir van a emitir contra utilidades que no existen, cobrar el impuesto inflacionario y mientras tanto, Costa se entretiene revisando las planillas de costos de las empresas, dato que no sirve de nada porque para poder comparar costos la moneda tiene que servir como unidad de cuenta. Comparar pesos de enero de 2012 con enero de 2014 no tiene ningún sentido porque la inflación distorsionó los precios. Bien, a esa actividad improductiva se dedica el Secretario de Comercio.

Y como si esto fuera poco, el inútil trabajo de Costa y Kicillof impide la inversión y en consecuencia la creación de puestos de trabajo.

Es que justamente las ganancias extraordinarias surgidas de la libre competencia indican dónde hay una demanda insatisfecha. Algo que la gente demandaba y la oferta no estaba cubriendo. El que primero descubre esa demanda insatisfecha tiene una ganancia extraordinaria, luego llegan competidores que lo copian, aumentan la oferta, baja el precio y la tasa de rentabilidad disminuye hasta tender a igualarse al resto de los sectores productivos. No hay nada más pacífico y civilizado que el mercado. Los empresarios obtienen ganancias solo si logran satisfacer las necesidades de los consumidores. Lo que se denomina intercambio pacífico y voluntario. Y los empresarios compiten entre sí por ofrecerle al consumidor, la mejor combinación de precio y calidad

En cambio Kicillof y sus colaboradores no ven la actividad económica como una actividad pacífica y de cooperación. Todo lo ven como una guerra. Basta con escuchar sus declaraciones sobre comercio: defender la producción nacional, lucha por la distribución del ingreso, competencia desleal. Para ellos todo es enfrentamiento. Al igual que en el discurso político, no pueden concebir una sociedad trabajando en paz y armónicamente. Todo tiene que ser una guerra. Inventar un enemigo. Investigar sus cuentas. Denunciarlo como desestabilizadores. Golpistas. Y, como en toda guerra se destruye riqueza, esta política económica, concebida como un enfrentamiento bélico, no hace más que destruir riqueza.

Por su parte, la política también ve como todo como una guerra. Si combinamos la “guerra” política con la “guerra” económica que imagina o inventa el gobierno, no podemos tener otro resultado que un país cada vez más pobre porque el gobierno destruye riqueza en su concepción bélica de la vida argentina.

En definitiva, han sumergido al país en una guerra de todos contra todos. Y, como decía antes, de una guerra nunca surge riqueza. Surge la pobreza más atroz que este gobierno está generando.

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