Jueves 06 de febrero de 2014 | 13:47
Por Adrián Ventura | LA NACION
El vice es un hombre atrapado por las pruebas en su
contra y, también, por su debilidad política. Y ahora comienza a pagar
las consecuencias.
Ni Di Lello ni Lijo jugarán su carreras ni se expondrán a las críticas para proteger a Boudou.
En la causa hay numerosas pruebas que complican al vice y, en principio, nadie está dispuesto, por ahora, a darle una fuerte protección política. Habrá que ver qué hace la Presidenta, si cree que la indagatoria de Boudou le toca de cerca. Pero todo indica que Lijo inexorablemente está dispuesto a indagarlo.
Otro tema, bien distinto, es el momento de la indagatoria. Según pudo averiguar este cronista, eso podría ocurrir no antes del segundo semestre.
Hay, todavía, varias pruebas que están pendientes de realizarse: Lijo quiere escuchar a varios testigos y, también, como lo pidió Di Lello, tiene que nombrar a un perito para que analice el patrimonio de Boudou, que está imputado, también, por enriquecimiento ilícito.
Nadie indagaría a un político en ascenso. Pero Boudou está en su cuarto menguante: es un vice que el resto del Gobierno se ocupa de hacer invisible, incluso, cuando ejerce la presidencia en forma provisional.
De todas formas, no hay que pensar que el funcionario se quedará de brazos cruzados: él, que tiempo atrás logró sacarse de encima al primer juez de la causa, Daniel Rafecas; al fiscal Carlos Rívolo y al entonces procurador general de la Nación Esteban Righi, ahora está jugando otra carta fuerte para que la Cámara de Casación cierre la investigación en su contra. Sería una carta escandalosa, pero Boudou está dispuesto a pelear su futura tranquilidad judicial. Sabe que su otro futuro, el político, casi no existe.

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