domingo, 9 de febrero de 2014

Crónica de una extraña conspiración sin móvil







Por  | LA NACION



Las teorías conspirativas suelen ser adictivas. Cristina Kirchner se aficionó tanto a imaginarlas en épocas en las que aún soñaba con el poder eterno que ahora, cuando su ciclo político tiene fecha de vencimiento y la economía no responde a sus recetas, airear conjuras golpistas le sale casi como un acto reflejo.

Se filtra algo de nostalgia en la voz de la Presidenta cuando se para ante sus fieles y proclama: "Intentan derrumbarme, pero no van a poder". Nadie niega que ella coleccionó enemigos en seis años de gobierno, pero el grito alarmista parece hoy destinado al espejo. El dilema impronunciable de los sectores de poder -económico y político- contrarios al kirchnerismo no es cómo hacer para que Cristina se vaya, sino en todo caso cómo asegurarse de que se quede hasta el final. Un detective que analizara el supuesto complot se preguntaría cuál es el móvil; a quién le serviría la caída anticipada. 

A los peronistas en general, no: viven desde hace 25 años de la propaganda de que sólo ellos son capaces de gobernar. Tampoco en particular a los kirchneristas con ansias de trascender a la Presidenta. Hay que ver, si no, el empeño que pone Jorge Capitanich en creerse sus anuncios de la mañana y en ser convincente con sus aclaraciones de la tarde. ¿Qué futuro tendría Daniel Scioli ante un derrumbe de la mujer a la que nunca dejó de reconocer como su jefa?

¿Y Macri, Massa, los radicales, Binner, Carrió? Cada amanecer agradecen al cielo el año y medio que les queda para organizar un proyecto electoral creíble y un plan económico para enfrentar la herencia por la que pelean. Pero quizá lo que haya sean poderes ocultos. ¿Quién empujaría el golpe? ¿Shell, para aumentar las naftas que ya subieron 50% en un año? ¿Los productores de soja, para especular con la liquidación de la soja? ¿Los bancos internacionales, que baten récord de beneficios en el país? ¿Las multinacionales petroleras a las que el gobierno les ofrece Vaca Muerta? ¿El Club de París, al que Axel Kicillof ruega que le dejen saldar la deuda?

 ¿Los que hacen cola para comprar dólares y encima pagan la luz barata?
Imaginemos que alguno lo logra. ¿Cómo lo llevarán a la práctica? Es de imaginar que no será con apoyo de las Fuerzas Armadas. Incluso si fallara el adoctrinamiento nac&pop del general Milani, los militares -¡por suerte!- ya no tienen ni capacidad ni voluntad de volver a asustar. ¿Sería entonces por la vía legal? Después de la Presidenta viene Amado Boudou, un soldado leal cuyas prioridades están en los tribunales de Comodoro Py más que en la Casa Rosada. ¿Ejecutaría el complot este Congreso de clara mayoría kirchnerista?

"No se ilusionen, no nos vamos a ir antes", advirtió el ministro Florencio Randazzo días atrás. Habrá que cruzar los dedos para que la promesa se sostenga. Que no pase como con la devaluación: meses diciendo que jamás ocurriría para que un día aparezca un ministro y diga que se siente cómodo con un peso que perdió en 48 horas el 30 por ciento de su valor.

La Argentina probó de todo en días de crisis. Quizá sea hora de innovar. Un gobierno que gestione hasta el final sin demagogia y una oposición que cumpla su responsabilidad de controlar.

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