23/01/14
Hoy se cumplen 25 años del ataque terrorista –el 23 de enero de 1989- al
Regimiento de Infantería Mecanizada 3, que tenía su asiento en la localidad
bonaerense de La Tablada, vecina a la Capital Federal. Un aniversario que ya
dejó de serlo hace mucho tiempo, ya que a pocos años de ese suceso los políticos
de turno, con el lógico beneplácito de los organismos que dicen defender los
derechos humanos, a los que sumaron su complicidad los medios de la llamada
“gran prensa”, se encargaron de ir borrando todo recuerdo de esa fecha y todo
vestigio del que pudiera haber quedado. Obviamente, los actos recordatorios de
militares y de familiares de los caídos y mutilados en ese ataque nunca
encontraron espacio alguno en los medios, debiendo llevarlos a cabo en total
soledad. Es que, por muchas razones, era “conveniente” quitar el tema La Tablada
de en medio, y en eso se tuvo éxito. Tanto que hasta se hizo “desaparecer” al
mismo Regimiento atacado, ya que algunos años después de ello la guarnición fue
levantada de su tradicional asentamiento y trasladada a unos 600 kilómetros del
lugar, a la localidad bonaerense de Pigüé. Y tan conveniente era borrar ese tema
de la memoria que intentaremos reflejar los probables motivos.
Al menos algunos recordarán que a las 6 de la mañana de aquel día un numeroso
grupo de personas de ambos sexos irrumpió violentamente en el cuartel arrojando
volantes –fuera del mismo otro grupo realizaba igual tarea- firmado por un
supuesto comando “carapintada”, pretendiendo imponer la idea de una sublevación
militar o un presunto golpe de Estado para derrocar al entonces presidente Raúl
Alfonsín, “conspiración” en la que se involucraba al candidato presidencial
Carlos Menem y a algunos sindicalistas. La “puesta en escena” se cayó muy
rápidamente ya que varios elementos de la policía bonaerense, que se encontraban
muy cerca del lugar efectuando un operativo de control de tránsito, detectaron
la maniobra y, a poco de comenzar el intercambio de disparos entre los atacantes
y los soldados del cuartel, quedó en evidencia la
realidad.
El grupo incursor estaba conformado por
miembros del Movimiento Todos por la Patria (MTP), una agrupación nacida tres
años antes e integrada en su mayoría por ex guerrilleros del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP) y liderada, en ese entonces desde su refugio en
Nicaragua, por uno de sus jefes históricos, Enrique Gorriarán Merlo. El MTP
había sumado también a sus filas a abogados defensores de presos políticos, como
Manuel Gaggero, o miembros de organismos de derechos humanos, como Jorge Baños,
finalmente uno de los atacantes muertos en esa aventura, y a sacerdotes y ex
sacerdotes considerados “rebeldes” por la Iglesia, como el fraile Antonio
Puigjané y Rubén Dri. Incluso contó con la activa participación de Pablo Díaz,
el único sobreviviente de “la noche de los lápices”, quien recorría el país
reclutando jóvenes para el movimiento llevando bajo el brazo la película
homónima y dando charlas “concientizadoras”. Posteriormente, al optar el MTP por
el retorno a la lucha armada –nostalgias de los ’70 como está ocurriendo ahora-
hubo una escisión y se alejaron de la agrupación Gaggero, Dri y Díaz, entre
otros. Quedó así resuelto por la conducción “combativa” –conformada por
Gorriarán Merlo, Jorge Baños, Antonio Puigjané, el periodista Carlos Burgos y
los ex guerrilleros Francisco Provenzano y Carlos Samojedny- el plan de lucha
armada que iba a tomar cuerpo, trágicamente, aquel 23 de enero de 1989. El resto
es historia conocida, si bien ahora olvidada: los combatientes del MTP llegaron
mayoritariamente del Gran Buenos Aires, principalmente de la zona Sur, desde
Salta y Jujuy, Tucumán y otros puntos del país. Y casi todos, exceptuando los
que lograron huir y refugiarse en Brasil o que hoy figuran como “desaparecidos”,
cayeron en La Tablada, entre ellos Claudia Lareu, la esposa de Provenzano,
muerta al igual que éste y dejando huérfana una hija que entonces contaba con
cinco años de edad.
Los sonidos del silencio
Los sonidos del silencio
Así como fracasó, con un luctuoso saldo de por medio, la operación armada del MTP, paralelamente lo hizo la operación política montada por los cómplices de la agrupación. Estos no eran otros que el propio Raúl Alfonsín y su entorno más cercano, en el que descollaba el “monje negro” del gobierno, Enrique “Coti” Nosiglia, amigo íntimo de Francisco Provenzano, en la casa de cuya familia paterna llegó a funcionar un comité radical de la línea de la recordada “Coordinadora”, que fuera inmediatamente levantado tras el ataque al cuartel de La Tablada.
Lo cierto es que al menos desde dos años
antes de este ataque la conducción del MTP venía manteniendo estrechos contactos
con miembros del entorno alfonsinista. Todo ello, sumado a muchos detalles de la
actividad previa del MTP, incluyendo la relación con la guerrilla de El
Salvador, con el gobierno sandinista de Nicaragua –que hizo aportes financeros a
la agrupación- y otros datos no menos importantes, quedó reflejado en un amplio
informe filtrado de la SIDE y reproducido en varias páginas tres días después
del ataque a La Tablada, en la edición del 26 de enero de 1989 del diario
“Ambito Financiero”. Algo que generó no poca sorpresa y a la vez gran disgusto
en el gobierno de Alfonsín. Quedaba expuesta la vinculación del mismo con los
terroristas del MTP. ¿Con qué objetivo?. Aún hoy es una incógnita que debería
develarse si no hubieran primado intereses que desembocaron en un llamativo
pacto de silencio. ¿Necesitaba el gobierno de Alfonsín un fuerte golpe de efecto
para reforzarse en momentos en que comenzaba a hacer agua por todas partes?.
¿Quería el entonces presidente gobernar por decreto?. Se recuerda que pocos años
antes, en 1985, había inventado una supuesta “conspiración” para
“desestabilizarlo”, encarcelando y persiguiendo a diversos políticos y
periodistas opositores y decretando el estado de sitio. Algo que poco después
quedó evidenciado como uno de los mayores papelones de esa
administración.
El caso es que, a 25 años de ocurrido,
la investigación del ataque al cuartel de La Tablada sigue permaneciendo en la
oscuridad. Como todos sabemos, la corporación política es una de las más
cohesionadas, y esa cohesión es mantenida al margen de que los dirigentes se
encuentren ideológicamente en las antípodas o en la superficie sean enemigos
acérrimos. Por lo tanto, esa corporación optó por tapar toda la suciedad que
podía desprenderse de aquellos hechos. Que era mucha, sin duda alguna. Las
investigaciones quedaron circunscriptas a los acontecimientos sucedidos en el
interior del Regimiento 3, cuando debieron haber avanzado fuera de él,
preocupándose por establecer fehacientemente quiénes estaban detrás de la
operación además del grupo terrorista, y obviamente exponer los contactos
políticos del MTP; cómo se obtuvo el armamento empleado y por qué vías llegó, ya
que no todas eran “armas desenterradas de la guerrilla del ‘70” como se dijo –al
parecer muy bien conservadas después de veinte años- ni “escopetas compradas en
armerías” como también se declaró; quiénes financiaron el ataque; qué
participación tuvieron gobiernos y movimientos de países centroamericanos; con
qué objeto el MTP adquirió un campo en el partido de San Vicente, para lo cual
retiró el dinero de la embajada de Nicaragua; y muchas otras cosas que jamás se
ventilaron.
Hoy se da la incongruencia de que el ex
presidente Raúl Alfonsín es llamado a declarar en la payasesca causa inventada
contra María Estela Martínez de Perón por el tema de la Triple A, otra cortina
de humo de la actual administración pingüinera para distraer de otras cuestiones
en las que también, como Alfonsín en su momento, está haciendo agua:
desaparición de Julio López; surrealista “secuestro” de Luis Gerez; fuga
incontenible de precios; paradero nunca aclarado de los fondos de Santa Cruz;
tema de las valijas narcóticas de Southern Winds y otros múltiples casos de
narcotráfico; negociados varios a través de uno de sus esbirros, Julio DVD; y
varios etcéteras más.
En realidad lo que tendría más
fundamento es que Alfonsín fuera llamado a declarar por los acontecimentos de La
Tablada, al igual que varios de sus laderos durante su gobierno. Pero por
supuesto ello no habrá de ocurrir en tanto la corporación política anteponga sus
esfuerzos por tapar toda mugre que provenga de sus
entrañas.
Mientras tanto, respecto del tema de La
Tablada, todo está como era entonces. Silencio y olvido
absoluto.
Carlos Machado
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