jueves, 30 de enero de 2014

Impericia, prepotencia, improvisación y negocios







Por  | LA NACION


Impericia. Prepotencia. Improvisación. Negación de la realidad. Búsqueda de fantasmagóricas conspiraciones. Maniobras dialécticas para no asumir los errores que saltan a la vista. Todo eso es lo que muestran el ministro de Economía, Axel Kicillof, y el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, en pleno desarrollo de una carrera contra la presente crisis económica que podría terminar mal. Muy mal. Como terminó, por ejemplo, su mandato, antes de tiempo, Raúl Alfonsín, en 1989. O como terminó, incluso, Fernando de la Rúa, en diciembre de 2001. Es verdad. Se trata de situaciones distintas. Pero los tiempos parecen acelerarse de manera muy peligrosa, igual que en los casos anteriores. Y los instrumentos adecuados para salir del embrollo empiezan a resultar inservibles. Porque cambian de una semana a la otra. De un día al siguiente.

 Y a veces, con diferencia de horas. Incluso se anuncian y se ejecutan medidas contradictorias, como la baja de la quita al dólar turista que al final no se ejecutó.
Los movimientos gestuales y corporales de Kicillof el día que Capitanich anunció el falso levantamiento del cepo cambiario fueron reveladores. El ministro lucía desesperado. Parecía un estudiante secundario en medio de una toma. Me dio vergüenza ajena. Y también un poco de tristeza. El ministro manoteó el micrófono, después del retiro intempestivo del jefe de Gabinete, para acusar a los "conspiradores" que quieren el dólar a 13 pesos. Y los comparó con los fanáticos de la convertibilidad del 1 a 1. Como si Néstor Kirchner y Cristina Fernández no hubiesen sido los primeros y más consecuentes defensores de otro gran soberbio: el ex superministro Domingo Felipe Cavallo.

Es increíble que, a esta altura -cuando no hay precios de decenas de productos y se remarca cada 72 horas-, la Presidenta y sus ministros sigan sin pronunciar la palabra inflación. O que después Kicillof asegure, sin que se la caiga la cara de vergüenza, que la devaluación no va a impactar en los precios. O dice cosas sin pensar, o miente, o se trata de un funcionario que ignora los fundamentos básicos de la economía. El problema, en todo caso, es que tanto él como Capitanich intentan disfrazar los enormes errores de gestión con la denuncia de un supuesto intento de golpe de mercado. Cuando Kicillof afirma que hay una movida para imponer un ajuste debería decir que para atacar la inflación y evitar la corrida lo que corresponde es bajar y distribuir mejor el gasto público. Y no se trataría de una decisión "de derecha" o noventista. Sería, en todo caso, el "ajuste" correcto para controlar la inflación.

 ¿Cómo va a pretender que los sindicatos firmen por una paritaria menor al 30% si el aumento del gasto en el último año superó el 40%? Y cuando uno analiza las partidas del presupuesto que más incrementaron sus gastos, se encuentra con que los subsidios a las empresas y la propaganda son los rubros en los que más dinero se dilapidó. De nuevo: o mienten, o son ignorantes, o no tienen idea de dónde están parados. Al trabajar en la normativa para autorizar a comprar el "dólar ahorro", argumentaron que habían pensado en los que menos tienen. Pero la verdad es que, en la práctica, dejaron afuera a más del 70% de los trabajadores registrados, incluidos los jubilados, porque no llegan a cobrar un ingreso de 7200 pesos. Y ni hablemos de la enorme presión impositiva sobre todos los argentinos incluidos en los registros de la AFIP. 

Porque no sólo es la presión más alta de la historia. También es una de las más fuertes y regresivas del mundo, con el 21% del IVA a la cabeza. Es decir: un mismo impuesto para todos y todas y sin la más mínima contraprestación en materia de salud, educación y seguridad, donde el Estado de un gobierno nacional y popular debería ser omnipresente.

A la mirada obtusa del ministro de Economía se le agregó, en las últimas horas, el argumento intergaláctico de la Presidenta y del jefe de Gabinete. ¿Vienen por el agua, el oro y el petróleo de la Argentina y por eso atacan al peso y el valor de los activos? ¿Somos la reserva económica, alimentaria y, por qué no, ya que estamos, también la reserva moral del planeta y eso explica la devaluación de la moneda de más del 30% en menos de un mes y una expectativa inflacionaria de entre 30 y 40% para 2014? 

¿De verdad esperan que la mayoría de los argentinos crean en semejante teoría conspirativa? Nadie puede estar en contra de un plan como el Progresar, aunque el dinero salga del Tesoro y todavía la Presidenta no haya explicado cómo se va a financiar. Tampoco nadie podría afirmar que es algo malo que el Gobierno trate de evitar que empresarios inescrupulosos suban los precios más allá del impacto de la devaluación. Pero tanto una decisión como la otra no son más que pequeños parches para una goma que está reventada y hay que cambiarle la cámara, antes de que suceda el accidente.

Todos los que saben algo de economía básica, desde la izquierda o desde la derecha, están diciendo lo mismo: hay que presentar un plan integral, anunciar y ejecutar las medidas todas juntas, porque sueltas, y a la bartola, no van a tener ningún efecto positivo. Desde el levantamiento parcial del cepo cambiario hasta la suba de las tasas de interés en pesos. Desde el plan de precios cuidados hasta la intención de reducir la brecha entre el dólar paralelo y el oficial. Hay que volver a generar confianza y hacer las cosas sencillas y prácticas que están haciendo Chile, Bolivia, Uruguay, Paraguay o Perú. A esos países no les faltan dólares. Más bien les sobran. Tampoco tienen alta inflación. Y mantienen sus tasas de crecimiento por encima de las de la Argentina. Son, para los funcionarios del gobierno nacional, el peor de los ejemplos, porque sirven para demostrar lo malos que están siendo en la gestión.

El presidente del Banco Ciudad, Rogelio Frigerio, me dijo ayer por radio: "Este gobierno desafió las leyes de la física. Chocó una calesita, algo que, para la lógica, es imposible de chocar". Antes de terminar la conversación, le di un ejemplo concreto de un gerente de un medio al que, ayer mismo, le autorizaron la compra de dólares por 10.000 pesos. Le expliqué que los compró a poco más de 8 pesos y que el banco "tomó" de su cuenta corriente 2000 pesos, como anticipo de ganancias. Le entregaron en la mano casi 1250 dólares. Calculamos que si esa persona hubiera ido al mercado ilegal y hubiese vendido sus dólares a cerca de 12 pesos, habría obtenido, con ese pase de manos, una diferencia de entre 3000 y 4000 pesos. Y todo en unas pocas horas. Es decir: sin trabajar. Frigerio afirmó: "Es pura timba". También opinó que la presión para comprar dólares, si no se hace algo pronto, va a terminar de dejar al Banco Central casi sin reservas en un plazo relativamente corto.

Este desbarajuste, así como va, no puede durar mucho tiempo, porque la realidad va a terminar de poner las cosas en su lugar. Y una cosa más. Habría que prestar atención a la sugerencia de Beatriz Sarlo: antes de que empiece el desbande, todos los precandidatos a presidente deberían comprometerse, en público, a apoyar a los fiscales y jueces para que investiguen a fondo la corrupción de los funcionarios públicos. Porque la impericia, la prepotencia y la improvisación de estos años fueron de la mano con el fenómeno al que el ex ministro Roberto Lavagna definió como capitalismo de amigos. Que el fiscal José María Campagnoli pase de investigador a sospechoso sólo porque estaba haciendo su trabajo es, en este contexto, un dato desalentador. Tan desalentador como el desmadre de la economía.

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