por Jorge R. Enríquez
Los cambios de gabinete de esta semana se presentaron por capítulos. Primero supimos que Axel Kicillof, el ministro de Economía real, pasaría a ser el ministro de Economía nominal, y que Jorge Capitanich reemplazaría a Juan Manuel Abal Medina en la Jefatura de Gabinete. Pero la noticia más resonante se dio al día siguiente: la renuncia de Guillermo Moreno. Las redes sociales explotaron desde el instante mismo en que el vocero presidencial leyó el comunicado pertinente.
Sabemos que Moreno encarna como nadie el autoritarismo y la prepotencia del gobierno nacional. Es autoritario pero ineficaz, como ese personaje de El Aleph, de Borges, Carlos Argentino Daneri. En efecto, el autoritarismo es siempre malo, pero a veces se lo asocia a la eficacia. Se cree que quien no tiene los obstáculos de las normas y los procedimientos está en condiciones de resolver mejor y más expeditivamente los problemas. Moreno es la más vívida demostración del error de esa creencia.
Como un nuevo Atila, allí donde
pisó no creció la hierba. Todo lo hizo mal, con inefable coherencia. Su misión
principal era mantener bajos los precios: desde que asumió el cargo de
Secretario de Comercio la inflación no dejó de subir. La crisis energética es
también su obra, como el desabastecimiento, la falta de insumos o los
conflictos con naciones hermanas del Mercosur. La necesidad de importar
combustible generó la sangría de divisas. El modo moreniano de frenar ese
drenaje fue el cepo, que incentivó la compra de dólares y cerró con siete
llaves la entrada de moneda externa.
El fracaso de la política
antiinflacionaria (por llamarla de alguna forma) quiso ser cubierto por una de
las medidas que, a la larga, tendrían mayores efectos negativos para el país:
la intervención de hecho del INDEC y la manipulación de los índices. Esa
iniciativa se complementó con las amenazas y sanciones a consultoras privadas
por el grave delito de informar la verdad.
Ahora bien, no perdamos de vista
que Moreno es sólo un instrumento. Todo lo que hizo fue bajo las órdenes de los
Kirchner. Son ellos los verdaderos responsables de ese ejercicio ostensible de
la prepotencia. Por eso, si bien es cierto que la salida de Moreno es una buena
noticia, es a la política general del gobierno a la que debe prestarse
atención. Quizás los modales del funcionario que lo reemplace sean menos toscos
y brutales, pero es difícil creer que vaya a haber un viraje significativo
del rumbo de esas políticas. No olvidemos que ahora cobra mayor
protagonismo Kicillof, que detesta a los mercados, a la libre iniciativa y a la
seguridad jurídica, y adora el estatismo y la intervención.
No vaya a ser que el
fascismo artesanal de Moreno sea sustituido por el fascismo científico de
Kicillof.
Si bien es saludable que en su primer
día en funciones Capitanich y Kicillof hayan hecho declaraciones a la prensa,
habrá que ver si esta modalidad –natural en los países democráticos, pero
extraña durante la década kirchnerista- se mantiene en el tiempo. Habrá que ver
también si Capitanich ejerce efectivamente la Jefatura de Gabinete o – pese a
que creyó conveniente recordarnos sus atribuciones, al citar los artículos 100
y 101 de la Constitución Nacional - termina siendo un ministro más. El
hiperpresidencialismo argentino, fortalecido hasta extremos patológicos por los
Kirchner, no permite abrigar mayores esperanzas en cuanto a que el sucesor del
casi invisible Abal Medina consiga un juego político propio.
Si así no ocurre, dado que Capitanich
tiene formación y experiencia en materia económica y que políticamente representa a los
gobernadores peronistas que apoyan al gobierno nacional, es fácil prever que en
algún momento entre en conflicto con Kicillof, apoyado por La Cámpora y por la
presidenta. La necesidad de definiciones en un escenario de desconfianza e
incertidumbre hace avizorar que esa tensión, aunque no aflore públicamente, no
demorará mucho en manifestarse.
Viernes 22 de noviembre de 2013
Dr. Jorge R. Enríquez
twitter: @enriquezjorge
La presente nota del Dr. Jorge R. Enríquez es publicada en La Misère Porc, por gentileza de su autor.
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