sábado, 30 de noviembre de 2013

Cristina, con un estilo cada vez más menemista






noviembre 30, 2013
 
 
 
 
 
 
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La designación del sacerdote Juan Carlos Molina como titular de la SEDRONAR confirma el marcado cambio de estilo que está practicando la presidente. Aunque es un antiguo colaborador de Alicia Kirchner, Molina será sin duda publicitado como un hombre de la Iglesia. Sus posibilidades reales de conseguir resultados de corto plazo en la lucha contra la droga son remotas, dada la inexistencia de la SEDRONAR y la complejidad del avance de las redes del narcotráfico en las instituciones y los ámbitos dirigentes. 

La decisión de CFK es astuta porque lo razonable es que los resultados de la gestión de Molina sean magros, pero en ese caso la Iglesia quedaría asociada al fracaso y pagaría los costos junto con el gobierno. Esta filosofía es la misma que el gobierno está siguiendo con Jorge Capitanich. Si éste consigue algunos objetivos importantes, allí estará la presidente para adjudicarse el éxito. Pero si fracasa, el gobierno diría que el chaqueño no supo hacer las cosas y tiene que irse. Las limitaciones laborales que la enfermedad cardíaca de CFK le imponen están siendo utilizadas por ella para tomar distancia y no pagar los costos de las nuevas y complejas decisiones del gobierno. 

Las negociaciones con el FMI, los holdouts y el Club de París no forman parte de la retórica presidencial, porque contradicen todo lo que dijo antes. Pero si el gobierno consigue volver a los mercados de crédito y aumentar las reservas del BCRA, la presidente capitalizaría el éxito.

En suma, la presidente cada vez delega más e intenta que otros paguen los costos de la era de ajuste que fatalmente se inicia.

En sus épocas doradas, el kirchnerismo nunca aceptó socios. Ahora, en las malas, se recuesta sobre la Iglesia, los empresarios, los gobernadores y los intendentes.

Capitanich acechado

 

El nuevo estilo casi menemista de Cristina incluye fomentar los enfrentamientos entre los hombres fuertes del gobierno. Es lo que empieza a ocurrir entre Capitanich y Axel Kicillof. Este último ya comentaría que él no va trabajar para la candidatura presidencial del primero. El jefe de gabinete, en su intento de afianzarse, intenta que se realicen algunas auditorías en áreas controladas por La Cámpora, lo que es considerado como una declaración de guerra. 

El chaqueño sabe que tiene pocas semanas para acumular el suficiente poder político como para resistir los embates que le esperan. La naturaleza conflictiva del kirchnerismo hace que casi todos estén a la espera de que Capitanich resbale. En la nueva era, Cristina, en forma similar a Menem, no sólo delega cada vez más sino que no está dispuesta a pagar ningún costo.
 

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