21/01/2014
Por José Luis Milia
"En 30 o 40 años, la Argentina será uno de los grandes países
del mundo o va a desaparecer del mapa”
Nicolás Sarkozy
Hace setenta años se enseñoreó de la
Argentina el populismo. Salvo algunas cortas pero quizás no tan honrosas
excepciones su omnipresencia incidió de manera importante pero desafortunada
tanto en gobiernos militares como en gobiernos civiles y el accionar de estos en
función de sus premisas han dejado como saldo esta Argentina postrada.
Para todos ellos no había nada más
fácil que el populismo y su política de la alegre repartija. Era la más cómoda
de las actitudes. Se callaban por un momento, al menos, los reclamos y era más
que fácil sacarle la renta a los que producen ya que estos en Argentina son de
una insondable mansedumbre y agachan la cabeza frente a cualquier prepotente con
chapa de funcionario esperando que la tormenta no sea tan dura ni la sequía tan
larga.
Nuestros pícaros
mantenidos- los políticos que supimos conseguir- creen y creo lo hacen
sinceramente de puro brutos que son, que la leche y la carne se producen en la
heladera o que a un tornillo lo hacen en la ferretería. Eso les ha dado a lo
largo de estos años la “autoridad” de decidir cuánto debe o no debe ganar el que
produce y a partir de este concepto viene el “apriete”; cuando éste llega, como
su ignorancia o su tendencia al robo los impele a que se les vaya la mano en la
rascada de bolsillos a los productores, al poco tiempo solo les queda la
“maquinita” de imprimir billetes o si prefiere, de
cortar boludos que son aquellos que, inflación mediante, terminan siempre
pagando el pato de la boda. Que los pagadores de la fiesta sean los que ellos
decían que venían a “salvar” es solo una contingencia menor.
Pero también es
cierto, y esto hay que decirlo con todas las letras, que la fiebre populista por
rascarle la bolsa al que produce ha sucedido, casi siempre, con el beneplácito
del argentino común que en general desconfía de aquel que con su capital da
trabajo- sea del campo o un industrial genuino- obtiene una renta
sobre el mismo y sostiene el orden económico, pero al que considera, por su
alegre tendencia a hacer socialismo con el dinero ajeno, que es justo arrancarle
una buena parte de su utilidad a partir de elucubraciones maniqueas invocando
una justicia que ni ellos ni los políticos conocen ni cumplen.
Esto son los que- voto
mediante- han manejado y seguramente, manejarán la República una vez terminada
esta trágica payasada de la “década ganada”. En verdad si fueran solo cobardes,
cualidad liminar de un político, tan solo serían deleznables; pero a su
populismo de haraganes le suman su adhesión a algo que ni siquiera saben que es,
ya que vulgares imitadores de lo peor que de afuera nos viene, se autodenominan
“progres” reduciendo la palabra progresismo a la actitud pueril de una
transgresión de confesionario. Para estos iletrados ser progresista se reduce a
descolgar un crucifijo, apoyar el matrimonio gay, el aborto y dentro de unos
años, ¿por que no si se pone de moda?, a la pedofilia.
Estos populistas están
desde siempre convencidos que capacitarse o especializarse a los efectos de
saber usar sus conocimientos para el bien público es hacer una especie de
colimba donde lo tienen a puro “salto de rana” intelectual. Se han quedado con
“Robin Hood” como libro de cabecera, creen, aunque no lo dicen, que al “arroz
con leche” lo compuso Beethoven, y que el sempiterno general hace años que se ha
reencarnado en un caballo pinto que nadie puede montar. Son los que al reparto
de beneficios y canonjías para los amigos lo llaman “bien común”, a la compra de
votos mediante subsidios “devolver la dignidad al trabajador” y “solidaridad” a
ver a quien se le echa la culpa de cualquier desastre que por culpa de ellos se
haya producido. Todos estos que bailan al son de los “arreglos” en el congreso y
se imaginan poniéndose la banda son los que se rasgan las vestiduras por la
Constitución y se hacen los distraídos toda vez, y ya van mil doscientas veces,
que permiten que al artículo 18 de la Constitución sea usado como papel
higiénico por unos payasos que se creen jueces.
Por necios, son
incapaces de generar ideas constructivas y si alguien cree que respetarán en el
futuro al argentino que produce es mejor que se desengañe ya. Ellos, de ganarse
el premio en la tómbola de una elección van a seguir con impuestos distorsivos,
desde el IVA al impuesto al cheque sin olvidarnos de las retenciones y cuando se
les caiga la estantería como sistemáticamente se les ha caído en estos treinta
años siempre tendrán la desfachatez de echarle la culpa al resto, a aquellos que
pese a todo siguen trabajando en el país.
Pero también es
necesario decir, como consecuencia de la chatura intelectual de la que hacen
gala, que acá ni siquiera hay liberales o socialistas en serio. Solo tienen la
preocupación por su quinta y nada más. Y así le ha ido a la Argentina.
Entonces, paremos la
chata y veamos quienes son los que se anotan para suplantar a este régimen de
fulleros diplomados, ¿Alfonsín, Carrió, Binner, Massa, Scioli, Macri?, no seamos
ilusos, para hacer que la Argentina renazca hacen falta cojones y todos estos
han sido parejamente capados. ¿Creen que alguno de estos inútiles se animaría a
enfrentarse a Moyano?, ¿Se imagina a alguno de ellos diciendo que los subsidios
serán por seis meses prorrogables a otros seis y el que no trabaja no tendrá
postre?, ¿los ven rebajando las retenciones agropecuarias pero exigiendo a los
productores ciento cincuenta millones de toneladas por año?.
No, no nos
encandilemos con la urgencia de salir de este manicomio en el que también ellos
ayudaron a meternos, ¿o nos olvidamos que ellos, la oposición, se orinaba a
chorritos por los mangantes de la corte suprema, o que Gils Carbó subió con su
voto en el congreso?
Que nadie se llame a confusión, acá nadie, al menos yo, está pidiendo
la entronización de un régimen liberal o sus espurias modificaciones que
sirvieron- veinte años atrás- para dejarnos sin salud ni escuela pública, sin
política energética, sin trenes, sin caminos y sin defensa. Pero hoy, sepámoslo,
la Argentina toda está contagiada de populismo y su sistema inmunológico se ha
ido al carajo.
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