Enrique Guillermo Avogadro

“Un Estado es gobernado mejor por un hombre bueno que por unas buenas leyes” Aristóteles

La semana pasada, ignorando el triste papel que haría en el Senado don Pinocho Reposo, dije que el empeño por la aprobación de su nombramiento como Procurador General de la Nación constituiría la primera de las dos batallas verdaderamente dramáticas que debería librar nuestra peculiar señora Presidente en los próximos días. Como sabemos, la perdió y, más allá del disfraz de renuncia con que pretendió vestirse a la derrota, lo cierto es que doña Cristina no pudo imponer su voluntad y, con ello, se fue gran parte de su todopoderosa imagen y de su caudal político.

La siguiente, que tendrá lugar el 12 de julio en la CGT, será aún más importante porque el vencedor deberá demostrar, luego, su poder de fuego en la calle. Una calle que, como todos sabemos, es una de las principales preocupaciones del kirchnerismo desde sus lejanos días al frente de la Intendencia de Río Gallegos. En la medida en que, según todos los analistas y cualquiera sea el escenario final, el Gobierno fracasará en su intento de destronar a don Camión Moyano de su sitial en la calle Azopardo, sólo queda por saber a qué medios recurrirá la Presidente para conservar el espacio en disputa: ¿la Gendarmería, tan bien armada, o los grupos “sociales” afines, generosamente retribuidos? El tema, como sabemos quienes tenemos muchos más años que la actual democracia argentina, no es menor.

Tanto así que algunas fuentes bien informadas cuentan que hasta un magnicidio fue imaginado en la Casa Rosada para evitar esa derrota, que hoy aparece como segura; las mismas afirman que don Hugo también habría escuchado esos rumores y que ya habría tomado las precauciones del caso. En cualquier otro momento, todo esto habría suscitado sonrisas escépticas pero, tratándose de los chapuceros que conducen nuestros destinos, que creen ser herederos de la “juventud maravillosa”, comienza a adquirir visos de credibilidad.

Pero, volviendo al tema de Pinocho y su múltiples cartas de renuncia, cuya real autoría obviamente corresponde a la Casa Rosada, me llamó la atención que se atribuyera públicamente un poder tan equivalente al de la Presidente, que pretendía imponer su designación, al de los señores Mitre y Magnetto, que –parece- querían evitarla. El frustrado candidato imputó a La Nación y a Clarín haber hecho, mediante un golpe de estado mediático, renunciar a Alfonsín. ¡Sólo faltó acusarlos de haber crucificado a Cristo!

El tristemente célebre don Reposo comparó, en esa notable pieza literaria que fue su carta a la Unión Cívica Radical, sus notas universitarias con las de Alfonsín y confirmando su ignorancia, incluyó en ésta nada menos que a la Constitución, que no exige grado académico o curriculum alguno para ser electo Presidente de la República mientras que el puesto que pretendía ocupar requería no ser payaso ni que le “soplaran” en el examen. ¡Curiosidades de nuestra decadente realidad!

Por su parte, doña Cristina usó, por enésima vez, la cadena nacional para anunciar el plan estratégico diseñado por el Ing. Galuccio para YPF (volveré sobre él un poco más tarde) y, desde el atril, desarrolló un nuevo show sólo comparable al que ejecutó en la feria de Luanda, cuanto aleteó como pollo y ordeñó vacas imaginarias.

Esta vez, eligió como sparring a un abogado de Mar del Plata que, ante la imposibilidad de adquirir US$ 10 para obsequiar a sus nietos, demandó al Gobierno. En su crítica al proceder de mi colega cometió un verdadero acto fallido: calificó de “amarrete” al reclamante, y dijo que ella hubiera sido más generosa en iguales circunstancias. Obviamente no lo dudo, ya que sus hijos Máximo y Florencia pueden dar fe de su dispendio natural cuando se trata de regalar bienes –aunque se trate de viajes individuales a Calafate en aviones oficiales o departamentos en Nueva York, pagados por todos nosotros- pero no se dio cuenta, porque tiene depósitos por US$ 3 millones, que $ 48 pueden ser una fortuna para muchos argentinos.

La anunciada pesificación de sus depósitos en dólares que, como es natural, no son más que la puntita del iceberg de sus reales activos, fue un nuevo cachetazo a una ciudadanía que ya no soporta más la soberbia, la desfachatez y la impunidad presidencial de esta señora, al lado de la cual Alí Babá sería un aprendiz. Gracias a Dios, encontró su límite en el caso Pinocho, pero debemos recordar, como ya lo hizo con Guita-rrita, que siempre redobla la apuesta.

Respecto al plan quinquenal que Galuccio anunció, muy interesante por cierto, lamento informar a la población en general que el nuevo CEO de YPF omitió explicar de dónde saldrán los ingentes fondos necesarios para ejecutarlo, mucho menos si hay que agregarles la indemnización que será necesario pagar, en algún momento, a la confiscada Repsol. Un dato no menor es que la gerencia financiera de la empresa quedó en manos de la gente de Kiciloff, que tiene una visión marxista en materia económica y difícilmente reúna los cariños indispensables en la industria petrolera mundial.

El jueves, hartas de inseguridad, de inflación y de corrupción, volvieron a sonar las cacerolas en Buenos Aires, Rosario, Mar del Plata, Córdoba y otras ciudades, y el viernes, con encendidos discursos en el acto central, la CTA realizó más de cien cortes en rutas, puentes y accesos a la ciudad capital, que se sumaron a los piquetes del campo. Supongo que, por falta de información precisa, no fueron causas de esos reclamos la suspensión de pagos a sus proveedores por parte de PAMI, que dejó a 90.000 discapacitados y veteranos de Malvinas sin atención, ni el sobreseimiento del inefable don Uberti, que tan servicialmente ayudaba a Antonini Wilson a transportar las muchas valijas que mandaba el Papagayo moribundo a sus amigos argentinos.

Porque, con él, el único funcionario responsabilizado en su momento por el ingreso de tantos dólares de contrabando quedó libre de culpa y cargo, y nadie se ha preguntado por qué el PAMI, que no puede pagar sus deudas, prestó tantos cientos de millones de pesos al Gobierno para que éste pudiera seguir despilfarrándolos haciendo populismo clientelar. Que la Justicia no es pareja en la Argentina no es una novedad, pero que el saqueo ya habitual a los organismos previsionales por parte de doña Cristina y sus cómplices los prive de prestar los servicios asistenciales que son su principal objeto debiera generar una ruidosa protesta de los jubilados y pensionados, presentes y futuros.

Para terminar, una confesión. Quienes han tenido la deferencia, teñida de masoquismo, de seguir mis notas, saben que siempre he dicho que la crisis que se avecina sería fundamentalmente económica. Sin embargo, en una reunión reciente, un grupo de inteligentes amigos me convenció, y los hechos les dieron la razón, que será política.

Resta saber a quién encargaremos los argentinos la casi imposible tarea de reconstruir a la Argentina; creo, sin embargo, que las crisis siempre generan a ese tipo de individuos, capaces de conducir las naves en medio de las peores tormentas.

Porque, convengamos, la herencia será muy, muy pesada: las arcas del Banco Central están llenas de papelitos de colores; estamos peleados con el mundo entero que, a su vez, está viviendo una profunda crisis; nuestra infraestructura –ferrocarriles, rutas, ductos y comunicaciones- es obsoleta y está colapsada; la ignorancia, la torpeza y el clima están degradando nuestros principales activos exportables; la droga está haciendo estragos y su tráfico está creciendo exponencialmente; tenemos una inédita crisis energética, con importaciones crecientes en cantidades y precios; la decadencia de nuestra salud, de nuestra educación y de nuestra seguridad es inocultable; muchos de nuestros conciudadanos no han trabajado ni visto trabajar a sus padres hace mucho; y gran parte de nuestra población come, se alimenta diariamente, de subsidios que ya resultan impagables.

¿Sabe qué es lo peor de todo? Ese inventario corresponde a un país que, en los últimos diez años, formó parte de todo un continente beneficiado por una situación internacional que lo llevó a un progreso sin antecedentes, ya que el mundo entero creció, demandó más materias primas y las pagó como nunca antes, y el dinero sobró y no se pagó interés alguno a las imposiciones meramente financieras. Ése fue el mayor pecado de los Kirchner: haber desperdiciado una oportunidad que resultará difícilmente repetible y que, aunque subsista por algunos años para América Latina, será difícil de alcanzar para nuestro país, ya que antes deberá recomponer la confianza.

¡Qué pena tan grande! Porque este matrimonio tenía todo a su favor para lograr cambiar el curso decadente de nuestra historia. Sin embargo, prefirió robarse el país entero –bancos, empresas, juego, recursos minerales, obras públicas- a obtener el bronce eterno. Como siempre digo, ¡qué buenos gobernantes hubieran sido los Kirchner, si hubieran sido buena gente!

Bs.As., 10 Jun 12