28/03/2020 - 5:00
CARTAS AL PAÍS - OTRAS CARTAS
Reflexiones sobre una Tierra que parece tomar revancha
Un mundo amenazado por el coronavirus. Foto: AFP.
La emprendimos contra ella como si nada importara y despreciamos sus avisos y alertas porque no creímos que se cobraría todo el mal que le hicimos. Pero no nos devolvió otro tsunami predecible o un huracán seguido por radar. Nos mandó su arma biológica.
Y de golpe, de una semana para otra, pestañamos y vimos historias como en El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez.
Los amantes se encontraron ante una grieta casi insalvable. Los novios, ante una prueba de fuego: ¿había amor aquí? Las madres, ancianas y solitarias. Los padres, sin sus hijos. El aplauso agradecido a la enfermera y al policía por sus tareas, como si cada noche estrenaran su mejor obra callejera.
Mientras los más ricos del mundo esperaban fabulosas noticias sobre el hallazgo de algún otro planeta que pudiera ser habitado, el coronavirus se les deslizó por la ventana.
Porque ya no buscan territorios para comprar con grandes fuentes de agua dulce, como los lagos más bellos del mundo en nuestra Patagonia. Los magnates del espacio ya nos dan por perdido.
Buscan en Marte la salida a este mundo que ya no les importa. Y los países se niegan a firmar los tratados de reducción de emisión de gases industriales que afectan la capa de ozono y el aire, como China y Estados Unidos.
Exterminamos especies, secamos ríos y glaciares, comemos murciélagos, matamos con fuego y hacha los bosques más ricos y hermosos del universo.
Pero “Soy la cobra que se cobra” dice la canción y en 2022 todos tendremos en nuestro escobero o en el cuartito una máscara de oxígeno y un kit astronauta de sobrevivencia. Volverá la comida enlatada de larga duración. Otra vez deberemos acomodarnos para tratar de ser felices como podamos. Mientras, Donald Trump, alegremente, nos saludará por Skype desde Júpiter.
Andrés Sobkowicz
andressobko@gmail.com
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