Sábado 02 de mayo de 2015 | Publicado en
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Por Francisco Olivera | LA NACION
Ourre con cierta frecuencia. Cada vez queMiguel Galuccio, presidente de YPF, se sienta delante de inversores, tiene la locuacidad y la crudeza de un empresario. Será por el 49% que a la petrolera le queda de privada. De cualquier modo, así se explayó hace unos días, cuando intentaba transmitirles sus urgencias a representantes de fondos de inversión.
Hablaba del subsidio que reciben las empresas del sector para cobrar el gas a 7,5 dólares por millón de BTU, de la necesidad que él tiene de nuevos fondos, y entonces admitió que lo que se disponía a decir no estaba bien. Planteó: "El negocio, tanto para ustedes como para mí, es «esquilmar» al Gobierno, y para eso es necesario que los capitales que estén dispuestos a suministrar lleguen rápido".
Era el Galuccio político. El que intuye que el aporte del Estado para lograr ese precio largamente reclamado por las petroleras podría revisarse tarde o temprano porque las cuentas no cierran y el kirchnerismo se va. Cada tanto, Galuccio vuelve a su rol de soldado del proyecto. Como la semana pasada, cuando para obtener 1500 millones de dólares pagó una tasa de 8,6% -menos que el Estado nacional, pero casi el doble que sus vecinas Ancap (Uruguay) e YPFB (Bolivia)- para que se contabilicen en las reservas del Banco Central.
Es el costo que asume el Galuccio técnico, inmerso en una gestión energética prolífica en inconsistencias. Una de ellas es la torpeza en la importación de gas. El 30 de marzo y el 9 de abril, por ejemplo, la Argentina le compró a la británica BP dos barcos metaneros que llegaron a Bahía Blanca a 14,7 dólares por millón de BTU. Casi el doble de los 7,7 dólares que le pagó después a la española Gas Natural Fenosa por dos buques que arribaron a Escobar el 13 y el 19 de abril, y bastante más que el precio de la italiana ENI, que cobró 8,45 el 31 de marzo.
¿Esquizofrenia? ¿Mala intención? No, urgencia pura: los dos barcos de BP, los más caros, fueron contratados el año pasado en la modalidad "a término", al precio que tenían entonces; los otros corresponden al mercado spot, lo que cuesta cada día ese mismo gas. De tan necesitada, como un sediento que ofrece todo el oro por un vaso de agua en el Sahara, la Argentina no puede exponerse a que, por desencuentros logísticos, se interrumpa el suministro.
Este ciclo energético terminará con varias ironías. En los últimos días, enterado de que la planta de regasificación que la firma Gas Sayago prepara en Uruguay no estará lista el año próximo, sino en 2017, y que, por lo tanto, no podrá importar gas desde allá, el Gobierno inició conversaciones para comprárselo a la chilena ENAP. Hace once años, la Argentina tuvo un conflicto bilateral cuando resolvió, por la escasez, cortar todas las exportaciones de gas a Chile. Habrá que ver ahora a qué precio llega la benevolencia trasandina.
En eso consisten varias de las elucubraciones políticas de Galuccio. Algunos delirios administrativos necesariamente llegan a su fin, sea quien fuere el ganador de las elecciones de octubre. Y esta conclusión, compartida en cámaras corporativas, desencadena ahora múltiples contradicciones. Algunos hombres de negocios, por ejemplo, enterados del último repunte de Daniel Scioli en las encuestas, empezaron a resignarse a lo que podría significar esa suerte de continuidad del modelo y fantasean con que tal vez no sea tan dramática. Pragmatismo empresarial. Imaginan, por lo pronto, al líder bonaerense retomando el diálogo con cada sector. Antigua virtud que le reconoce el establishment y que espanta a los pibes para la liberación: "Antes de tomar una medida, Daniel avisa", dicen. La contracara de un país en que los bancos se enteran por Télam de las inspecciones que van a recibir.
Y bastante lejos del recelo que generan en las corporaciones candidatos como Sergio Massa o incluso Mauricio Macri, con quien coinciden ideológicamente, pero al que desde algunos foros -como la Unión Industrial Argentina- se lo ve más como constructor que como par. Con elegancia dudosa, el líder de un grupo alimentario suele contar que tuvo malestares estomacales la noche del día en que el jefe de gobierno porteño prometió salir del cepo en 24 horas. "Yo no estoy en condiciones de soportar una devaluación del 30% en un día", admite.
Esta preferencia por lo gradual antes que por el shock que promete Macri supone una de las rarezas del fin de ciclo: actitudes del jefe de Pro que molestan a empresarios merecen reconocimiento en el kirchnerismo, donde admiten que, con la elección del domingo, se recibió de "político". Le valoran, por ejemplo, el mensaje que dio al mundo de la política: prefirió respaldar públicamente a Rodríguez Larreta, un dirigente carente de carisma que se embarró trabajando con él durante ocho años, a pesar de que Gabriela Michetti tiene en el país incluso mejor imagen que Macri. Ese gesto hacia la militancia está apenas empezando: en el gobierno porteño esperan todavía que Michetti diga en público, de manera explícita, que trabajará por la candidatura de Rodríguez Larreta, algo que le encargó Macri en el anochecer del domingo y que ella, hasta ahora, apenas insinuó.
Ese reclamo forma parte de una estrategia que arrancó a las 15.30 de ese domingo, cuando la primera encuesta a boca de urna le daba a Rodríguez Larreta una diferencia de 12 puntos que todos imaginaban que bajaría a 8, pero que quedó finalmente en 10. Al contrario de lo que le pasó a Recalde, que se envalentonó con números apócrifos, Michetti tenía los mismos resultados que los ganadores, y eso provocó, cerca de las 19, la reunión y el pedido de Macri. Había cierto molestar: del lado triunfador le atribuyen todavía a la diputada haber soltado el rumor, transmitido por varios canales de televisión, que anticipaba un anuncio importante de Macri esa noche. El jefe de Pro lo desactivó a la mañana siguiente: dijo que ya tenía decidido quién sería su compañero de fórmula y descartó a Michetti.
Son reflejos que no alcanza a apreciar el 100% de los empresarios, más inclinados hacia lo predecible que a cualquier destreza de conducción. Perdido por perdido, y si es cierto lo que proyectan las encuestas, algunos confían en un Scioli deskirchnerizado. Aunque la apuesta suene a resignación y esté lejos de cualquier anhelo de renovación, más si la campaña viene con envión del Gobierno. El miércoles, en el hotel NH Cerrito, con el respaldo de La Cámpora, Aníbal Fernández anunciará su precandidatura a gobernador de la provincia de Buenos Aires
. Un viejo sueño que el jefe de Gabinete, que largará el 17 de mayo encuestas para sondear sus posibilidades, sustenta en la ausencia de propuestas. Lo explica en la intimidad y a lo Aníbal Fernández: "Si va un chupacirios como Domínguez, un Rambo de mesa de luz como Berni y un nerd como Bossio, ¿por qué no puedo ser yo, que soy la política?".
Es el mensaje que transmitirá la parte de la militancia que, tras la derrota de Recalde, tampoco quiere nuevos sobresaltos. El kirchnerismo y los empresarios suelen razonar de un modo bastante similar. No por nada han convivido tanto tiempo
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