domingo, 24 de mayo de 2015

Entre Nisman, el Panadero y el manco





24/05/15

Difícilmente Viviana Fein pueda sacar una conclusión definitiva sobre si Alberto Nisman se suicidó o lo mataron. Aunque el Gobierno vería con agrado que cierre el tema con la idea del suicidio. El informe de la junta médica aporta más indicios en torno a esa hipótesis. Pero los expertos oficiales y de la querella coincidieron en un par de aspectos –la inexistencia del espasmo cadavérico– que no permitirían desechar la otra posibilidad. Final abierto, entonces, para una de las tragedias políticas más graves de esta democracia.
El trabajo de los médicos sirvió para limar otra diferencia. El peritaje privado realizado por la ex esposa del fiscal, Sandra Arroyo Salgado, había establecido la hipótesis de la muerte a partir del anochecer del sábado 17 de enero. Los especialistas oficiales insistieron que el deceso se habría producido en la media mañana del domingo. Dos aspectos ayudaron a la concordancia. La verificación de que la computadora de Nisman fue utilizada ese domingo bien temprano en su propio departamento. No a la distancia, como en algún momento se conjeturó. La utilización de una tabla específica de autopsias para realizar aquel cálculo por parte de los peritos privados cuya confección, hace ya muchos años, correspondió a Fernando Trezza. Se trata del perito forense de la Corte Suprema. Sus puntos de vista habrían resultados aceptables para la parte querellante. Detalles que, sin embargo, no alcanzarían a inclinar la balanza hacia la tesis del suicidio o del crimen.
La jueza Arroyo Salgado no está dispuesta a que esa ambigüedad marque para siempre el final de la historia. Entre varias razones, porque considera que desde el poder político se hizo ingente esfuerzo para embarrar el escenario. De allí sus permanentes recusaciones a la fiscal Fein, siempre rechazadas. También, la constante desconfianza que imperó en la junta médica entre expertos de uno y otro bando. A la ex pareja de Nisman sólo le queda presentar un recurso de queja ante la Cámara de Casación. Estaría dispuesta a ventilar el caso en tribunales internacionales.
La muerte del fiscal ocurrió hace más de cuatro meses. Su fuego público se apagó por la implacable campaña kirchnerista para pulverizar su imagen y la decisión de la Justicia de desestimar su denuncia por encubrimiento terrorista contra Cristina Fernández y Héctor Timerman. 
La enloquecida realidad argentina puede con todo. Los vestigios del impacto por Nisman fueron barridos por una ráfaga de gas pimienta. El escándalo en un partido –Boca y River, por la Copa Libertadores– que sirvió para radiografiar en diez días cómo el fútbol puede ser espejo de un sistema colectivo en crisis profunda, donde no existirían exculpados. Le cabrían sayos a los clubes, al poder político, a los partidos, a los sindicatos, a la Justicia, al periodismo y a la propia sociedad. En un lapso muy breve para cualquier nación con rasgos de cierta normalidad se mutaron los actores principales: un fiscal muerto dejó paso forzado a Adrián Napolitano, el Panadero, connotado barrabrava boquense, autor de la agresión a los futbolistas de River.
Aquella referencia al comportamiento popular podría resultar molesta y tal vez arbitraria. Pero la pirámide, para comprender la calidad y dimensión del fenómeno, podría explorarse también de abajo hacia arriba. Vale reparar en un caso emblemático y reciente. Independiente consiguió a mediados del 2014 su ascenso en medio de un pavoroso desorden institucional. Hubo un llamado a elecciones anticipadas. Entre varios postulantes, surgió Hugo Moyano, el líder de los camioneros. Se quedó con el 70% de los votos. El club recompuso su imagen y ordenó en cierta medida las finanzas. El poder del secretario general de la CGT alcanzó además para contener a los violentos. Aunque no para combatirlos. Los barras suelen usar los quinchos del club y hasta el estadio para sus entretenimientos. Independiente simula ser otro y sus hinchas se preocupan ahora sólo de su juego, sus victorias o sus derrotas.
Los presidenciables que estarían por llegar tampoco auguran una observación distinta de esos serios conflictos. Alcanzaría para comprenderlo la liviandad con que abordaron el escándalo. Mauricio Macri afirmó sentir “dolor, tristeza e impotencia”, como si estuviera refiriendo a un episodio del Manchester United. El ingeniero utilizó la plataforma de Boca para lanzarse a la política y fundar el PRO. Jamás descuidó su sucesión. Daniel Angelici, el actual titular del club, es un hombre influyente en la Justicia porteña. A medida que el escándalo creció, al macrismo lo invadió el virus kirchnerista: creyó descubrir una confabulación política y nunca un problema que le atañe. El club decidió salir del paso sancionando y demandando a un grupo de socios. Y sustituyendo en el estadio los alambrados por acrílicos. ¿Alguien podría creer que se trata de la búsqueda de una solución?
Sergio Massa pretendió sacar una tajadita con una entrada fugaz. Habló de los vínculos entre la política y el fútbol en un tiro parabólico dirigido a Macri. El diputado del Frente Renovador no acostumbra a ser amigo de temas urticantes. Golpeó con la corrupción del gobierno K recién cuando su situación en la campaña lo urgió. Tigre también tiene sus cuitas irresueltas con los barras. Homicidio no esclarecido (2013) y gente prófuga. Scioli promovió la sanción de la Ley Antibarras y se calló. ¿Acaso lo podría acusar de algún pecado en ese campo? El gobernador de Buenos Aires posee y juega en un equipo de futsal (La Ñata) que compite en el torneo de AFA y también de Conmebol. Su estadio fue clausurado en 2014 tres fechas por desórdenes. La barra de La Ñata se alimenta de barras de otros clubes bonaerenses que juegan en el Ascenso. Algunas fuentes aseguran que son rentados. Otras, que recibirían simplemente prebendas.
Esa vaporosidad de los presidenciables no debería sorprender. Parecen candidatos que entenderían la práctica política, sobre todo, desde un puntilloso delineamiento de la imagen. Scioli ha sabido sostener de esa forma su popularidad. Nunca se preocupó por edificar estructuras. Congrega y arrastra a partir de las certezas que brinda para las urnas. Los intendentes bonaerenses se le pegan, el pejotismo también. Hasta hay ultra kirchneristas, temerosos del desierto, que lo empezaron a mirar con cariño.
Empresarios del sector energético quedaron desconcertados cuando escucharon al gobernador exponer la semana pasada. No se habría esmerado demasiado. En cambio, calibró sin desajustes la toreada con Florencio Randazzo, su único rival en la primaria del FPV. El ministro del Interior tuvo una incursión infortunada cuando aludió al brazo derecho ortopédico de Scioli. Dijo que si fuera al final el candidato el proyecto K “podría quedar manco”. Aunque más decrépitas sonaron las risotadas de los intelectuales de Carta Abierta que lo escuchaban. Casi todos hombres grandes que vienen de las utopías revolucionarias de los 70. El gobernador le tendió el perdón a Randazzo. Advirtió que su pelea es sólo con Macri. Karina Rabollini, su mujer, lagrimeó en cámara cuando le preguntaron por aquella frase del ministro del Interior. Combinados, ambos recursos proporcionaron la receta ideal de la victimización. Así se debate el modelo en el interior kirchnerista.
Scioli descansa en Ernesto Savaglio, el publicista de cabecera que ideó la marea naranja. También el logo del PRO. Periódicamente escucha a James Carville, ex asesor de Bill Clinton y ahora de su esposa, Hillary, precandidata demócrata. Massa tiene lo suyo: el español Antonio Sola, que asesora al Partido Popular e influyó en la presidencia de Juan Manuel Santos en Colombia; Roberto Bendixen, encuestador peruano y Ramiro Agulla, publicista. El líder del FR, como Scioli y Macri, le dedica mucha atención al marketing. A veces demasiada: se entusiasmó con la campaña publicitaria que lo tildó de “distinto”, en la cual debían aparecer también Mercedes Sosa, Charly García, Diego Maradona y hasta José de San Martín. La tira se cortó con el afiche del candidato. Generó una polémica interna y tuvo floja recepción exterior.
Macri se embelesa por épocas con Jaime Durán Barba. Pero al asesor ecuatoriano le agrada mezclar sus conocimientos comerciales con la estrategia política. Resistió el acuerdo con los radicales y con Elisa Carrió, aunque al final debió aceptarlo. Fue el tiempo del despegue macrista. Ha cavado una trinchera para repeler cualquier acercamiento al massismo.
Durán Barba argumenta que añadiría confusión al PRO que hace de “lo nuevo” su estandarte. Existen también miradas menos superficiales. Emilio Monzó, ministro de Gobierno y armador macrista, tomó contacto con intendentes de Massa no para sellar un pacto turbio: sólo para hacerles saber que si no hay una primaria opositora única y luego de las primarias el diputado del FR no queda bien posicionado, tendrían las puertas abiertas en el PRO. Un gesto destinado a no vivir políticamente al día. A Macri no le cayó bien. Pero al mismo tiempo viajó a Tucumán para acordar con el diputado radical José Cano, que ya selló su trato con Massa. Difícil de entender esa dualidad.
Cristina es más práctica. Notificó a Scioli que querría que Axel Kicillof siga como ministro de Economía. Pronto llegará un correo similar por César Milani en el Ejército. Tiene asegurada a Alejandra Gils Carbó en la Procuración General. Le resta el diseño electoral del FPV antes de la despedida. Si es que se despide.

COPYRIGHT CLARIN 2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario