sábado, 1 de febrero de 2020

Cristina, Alberto, el Papa y la carta robada: el juego de todos

Clarín


31/01/2020 - 21:03


Cristina, Alberto, el Papa y la carta robada: el juego de todos


Cuando el dinero falta la fe busca sustituirlo. Y ese ansiolítico espiritual suele calmar las aguas.


El presidente Alberto Fernández con el papa Francisco.
Foto: Víctor Sokolowicz




  Miguel Wiñazki
                                                     La columna de los sábados




Cristina, ese espectáculo omnipresente en la política argentina, juega según la lógica audaz de la Carta Robada. Edgar Allan Poe describe en su insuperable cuento policial que la mejor forma de encubrir un robo es exponerlo. De ese modo, nadie ve lo que está a la vista. Así, los que se han corrompido en lugar de ocultarse triunfan mostrando su desfachatez ante la luz pública. "El ladrón… es el ministro D quien se atreve a todo”, escribió Poe.

Cristina camina junto a Gerardo Ferreyra, hasta hace poquísimo hundido hasta las manos en la causa de los cuadernos. La vicepresidenta reclama a viva voz que el Estado pague por una ruta que ya se le pagó a Lázaro Báez que nunca terminó, pero que cobró. Solicita que todos paguemos dos veces por lo que no se hizo y por lo que según ella ahora debiera realizarse a pesar del desfalco pasado.

¿Y el dinero que ya se pagó quien lo tiene?

Aníbal Fernández asumió en Río Turbio, una cueva de Alí Baba. Aníbal nunca se encubrió. Esgrimista de reflejos rápidos y lengua suelta y temida, volvió al campamento del que nunca se fue, ni aún fracasando electoralmente. Cristina o su cuñada Alicia Kirchner, o ambas, volvieron a ungirlo ahora en la mina histórica de la Patagonia rebelde. “Es uno de esos hombres tan inconvenientes como convenientes”, describió Poe al “Ministro D..

Mientras tanto, en Roma, adonde por cierto conducen todos los caminos, el Pontífice destinó tiempo y deferencias con el presidente. Bergoglio​ se percibe visiblemente más cómodo que antes, aún pese al nubarrón que presagiaría para él la perspectiva del aborto legal en la Argentina. Desde luego, el mensaje eclesial fue pronunciado. Francisco pide "protección de la vida desde la concepción". La teología política nacional afronta su hondo laberinto y todos pujan por ejercer el comando espiritual. El Papa, Cristina y Alberto. Una trinidad anudada, comandada por Su Santidad pero con la disputa por el aborto en el horizonte.

El Papa se presenta como un aliado para operar en favor del gobierno argentino en su renovado drama con la deuda. Hay que rogar mucho aparentemente para que los acreedores decidan hacerse eco del mensaje pontifical. La iglesia no sólo apoyaría al gobierno en el frente externo, sino -sobre todo- en el interno, activando más sus redes de contención social, en una alianza (y competencia solapada) con el evangelismo creciente.

Cuando el dinero falta la fe busca sustituirlo. Y a veces ese ansiolítico espiritual calma aguas que podrían ser más turbulentas.

La religiosidad popular sostiene a la política. Y la política requiere y azuza a las feligresías encausadas en las iglesias diversas. Lo sabe Bolsonaro. Y lo saben también quienes gobiernan este país. En ese punto no difieren tanto como parece.

Claro, hay otras feligresías argentinas, más distantes de los altares, que sospechan de nuevas inquisiciones, o de imposiciones morales hipócritas y disonantes.

Haciendo equilibrio, su gran especialidad, Alberto asistió a una misa ofrecida por Marcelo Sánchez Sorondo, cercanísimo a Alberto Rodríguez Saá y otros progresistas. El obispo enalteció en ese acto a Juan Perón y al Padre Mujica.

Perón en el altar de la patria que se yergue en Roma con el retrógrado panegírico del Panteón beatificado de la Nación Católica y justicialista. “Perón cambió a la Argentina y tenemos que seguir ese camino”, recitó el clérigo. Consagró al General, desde el axis mundi del catolicismo, como al perenne faro iluminador. Lo reivindica en agua bendita con el espíritu preconciliar de la veneración religiosa del caudillo.

“Una carta llega siempre a su destino”, señala Jacques Lacan precisamente en su seminario sobre la Carta Robada.

Cristina Fernández sabe cómo jugar y cómo enviar sus cartas que han sido las elegidas por la mayoría de los votantes. Las cartas son misivas y también naipes.

Todos juegan. Francisco juega. Y Alberto, a quien Su Santidad calificó de discípulo (al modo jesuita) también juega. "Primero los monaguillos", le dijo amablemente cediéndole el paso ante una de las venerables puertas vaticanas. Las compuertas allí se abren o se cierran, según la obediencia o la desobediencia hacia su autoridad máxima

Por ahora, y como siempre, las llaves de Reino las tiene el Papa. El tutor del cielo político por el que todavía transitan el señor presidente y la vicepresidenta, buscando a Dios con la cruz en una mano y la carta robada en la otra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario