22 de febrero de 2020
Cuando la única verdad era la realidad
Carlos M. Reymundo Roberts
LA NACION
En los últimos tiempos vengo pensando mucho en la incómoda relación entre Alberto Fernández y la verdad. Incómoda para la verdad. Alberto está feliz de la vida: no le importa un comino llevarse a las patadas con los hechos, con la realidad, con el decoro. En las redes ya lo están caracterizando con una nariz prominente que no deja de crecer. Me dicen que incluso Cristina está sorprendida -gratamente sorprendida- por la facilidad del Presidente para macanear. El otro día, reunidos a solas en Olivos, ella lo escuchó un rato, hasta que decidió interrumpirlo parafraseando la célebre admonición de Beatriz Sarlo a Orlando Barone: "Conmigo no, Albertito. Conmigo no".
En cualquier momento me animo y le digo lo mismo: "Con nosotros no, profesor". Porque todo tiene un límite. No voy a negar que mentira y política suelen ser, en cualquier latitud, dos caras de la misma moneda. Pero se debe guardar cierta proporcionalidad. Por ejemplo, cada cinco verdades, una mentirita. Invertir la fórmula no es sustentable. Esta semana, Alberto se mostró enojadísimo porque el recorte en los aumentos de las jubilaciones había sido presentado como un ajuste. "Ciertos medios afirman que ha habido un ajuste sobre los jubilados, cuando en realidad eso no pasó. Es un ejemplo de cómo se desinforma", escribió en Twitter. ¿No es increíble? ¿Cómo que "eso no pasó"? Con la suspensión de la ley de movilidad, el Gobierno les sustrajo de un saque a jubilados y pensionados 5500 millones de pesos. En los tiempos de Macri, los ajustes se presentaban como algo doloroso, pero necesario. Hoy, el relato albertiano consiste en negarlos. Durante la campaña, convirtió en un latiguillo eso de que "entre los bancos y los jubilados, siempre voy a elegir a los jubilados". Que se retire Pinocho: su nariz ya no puede competir.
Desde hace unos días, la Casa Rosada puso a trabajar a equipos de varias áreas en la recomposición tarifaria -antipática, pero impostergable- que se hará a partir de julio. La novedad fue informada por el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. Pero ayer lo desmintió el Presidente, que sostiene que nunca hay que creerle a un jefe de Gabinete. "Hoy no está en cartera un aumento de tarifas", dijo. Confirmado: en julio sube todo.
La distorsión de los hechos también fue homenajeada por el Gobierno al referirse al comunicado del Fondo Monetario del miércoles, en el que se afirmó que la deuda es insostenible y que los acreedores privados deben hacer una contribución. El texto habla de "contribución apreciable" (si ponían "contribución solidaria", yo me retiraba junto con Pinocho), pero en ningún momento de "quita", como difundieron, en clima de festejo, voceros de la Presidencia y de Economía. En la liturgia oficial, "quita" adquirió estatus de sancta sanctorum desde que la usó Cristina en Cuba en su reclamo al FMI. Después, dócil y presuroso, la repitió Alberto. "El Fondo nos dio la razón -dijo el Presidente sobre el cambio de posición del organismo respecto de la sustentabilidad de la deuda-. Lo que nosotros decíamos no era mentira, era verdad". Tres veces esta semana, refiriéndose a distintos temas, usó la misma expresión: "Vieron, no mentíamos". Se ve que la sabiduría del profesor le hace presumir, o sospechar, que mucho no le creemos. Duerma relajado: es solo una sospecha.
"Tengo la tranquilidad de tener a Cristina a mi lado", acaba de decir en un acto en Ezeiza. El aplauso de la gente premió su arrojo.
No estoy haciendo del uso sistemático de la mentira o el engaño una cuestión moral, sino de salud pública. Es contagioso. El diputado kirchnerista Hugo Yasky, que como secretario general de la CTA hizo de la cláusula gatillo la causa de su vida, pidió apartarse de esa modalidad "porque es indexatoria". De no creer: la obediencia debida al relato le hace decir a un dirigente sindical que está en contra de la indexación de los salarios.
Su colega de bancada Florencia Saintout escribió el sábado en un tuit: "Hoy #abreTecnópolis después de cuatro años de abandono". Cuatro años de abandono es la nueva formulación de "tierra arrasada". Pero no quisiera estar en la piel de Saintout. Como fue público y notorio, Tecnópolis gozó de excelente salud durante todo el gobierno de Macri. No solo eso: se la potenció impulsando Tecnópolis Federal, que recorrió varias provincias. El predio sobre General Paz fue sede de exposiciones, muestras de ciencia y tecnología, conciertos, espectáculos artísticos y grandes acontecimientos deportivos, como los Juegos Olímpicos de la Juventud, en 2018. Dije que no quisiera ponerme en la piel de Saintout porque siempre aparece un malaleche como Hernán Lombardi, a cargo de Tecnópolis durante el gobierno anterior, que se le da por publicar las cifras de visitantes durante esos cuatro años de abandono: en 2016, 2,5 millones; 2017, 3,1 millones; 2018, 2 millones, y 2019, 2,9 millones. También es posible que todas esas multitudes hayan querido ver de cerca los escombros de lo que había sido una gran feria.
Me pregunto si nos mienten por placer, por deformación profesional, por costumbre o porque a los argentinos nos gusta que nos mientan. Aristóteles dijo, y Perón repitió, que la única verdad es la realidad. Pero vaya uno a creerles a estos dos señores.
En los últimos tiempos vengo pensando mucho en la incómoda relación entre Alberto Fernández y la verdad. Incómoda para la verdad. Alberto está feliz de la vida: no le importa un comino llevarse a las patadas con los hechos, con la realidad, con el decoro. En las redes ya lo están caracterizando con una nariz prominente que no deja de crecer. Me dicen que incluso Cristina está sorprendida -gratamente sorprendida- por la facilidad del Presidente para macanear. El otro día, reunidos a solas en Olivos, ella lo escuchó un rato, hasta que decidió interrumpirlo parafraseando la célebre admonición de Beatriz Sarlo a Orlando Barone: "Conmigo no, Albertito. Conmigo no".
En cualquier momento me animo y le digo lo mismo: "Con nosotros no, profesor". Porque todo tiene un límite. No voy a negar que mentira y política suelen ser, en cualquier latitud, dos caras de la misma moneda. Pero se debe guardar cierta proporcionalidad. Por ejemplo, cada cinco verdades, una mentirita. Invertir la fórmula no es sustentable. Esta semana, Alberto se mostró enojadísimo porque el recorte en los aumentos de las jubilaciones había sido presentado como un ajuste. "Ciertos medios afirman que ha habido un ajuste sobre los jubilados, cuando en realidad eso no pasó. Es un ejemplo de cómo se desinforma", escribió en Twitter. ¿No es increíble? ¿Cómo que "eso no pasó"? Con la suspensión de la ley de movilidad, el Gobierno les sustrajo de un saque a jubilados y pensionados 5500 millones de pesos. En los tiempos de Macri, los ajustes se presentaban como algo doloroso, pero necesario. Hoy, el relato albertiano consiste en negarlos. Durante la campaña, convirtió en un latiguillo eso de que "entre los bancos y los jubilados, siempre voy a elegir a los jubilados". Que se retire Pinocho: su nariz ya no puede competir.
Desde hace unos días, la Casa Rosada puso a trabajar a equipos de varias áreas en la recomposición tarifaria -antipática, pero impostergable- que se hará a partir de julio. La novedad fue informada por el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. Pero ayer lo desmintió el Presidente, que sostiene que nunca hay que creerle a un jefe de Gabinete. "Hoy no está en cartera un aumento de tarifas", dijo. Confirmado: en julio sube todo.
La distorsión de los hechos también fue homenajeada por el Gobierno al referirse al comunicado del Fondo Monetario del miércoles, en el que se afirmó que la deuda es insostenible y que los acreedores privados deben hacer una contribución. El texto habla de "contribución apreciable" (si ponían "contribución solidaria", yo me retiraba junto con Pinocho), pero en ningún momento de "quita", como difundieron, en clima de festejo, voceros de la Presidencia y de Economía. En la liturgia oficial, "quita" adquirió estatus de sancta sanctorum desde que la usó Cristina en Cuba en su reclamo al FMI. Después, dócil y presuroso, la repitió Alberto. "El Fondo nos dio la razón -dijo el Presidente sobre el cambio de posición del organismo respecto de la sustentabilidad de la deuda-. Lo que nosotros decíamos no era mentira, era verdad". Tres veces esta semana, refiriéndose a distintos temas, usó la misma expresión: "Vieron, no mentíamos". Se ve que la sabiduría del profesor le hace presumir, o sospechar, que mucho no le creemos. Duerma relajado: es solo una sospecha.
"Tengo la tranquilidad de tener a Cristina a mi lado", acaba de decir en un acto en Ezeiza. El aplauso de la gente premió su arrojo.
No estoy haciendo del uso sistemático de la mentira o el engaño una cuestión moral, sino de salud pública. Es contagioso. El diputado kirchnerista Hugo Yasky, que como secretario general de la CTA hizo de la cláusula gatillo la causa de su vida, pidió apartarse de esa modalidad "porque es indexatoria". De no creer: la obediencia debida al relato le hace decir a un dirigente sindical que está en contra de la indexación de los salarios.
Su colega de bancada Florencia Saintout escribió el sábado en un tuit: "Hoy #abreTecnópolis después de cuatro años de abandono". Cuatro años de abandono es la nueva formulación de "tierra arrasada". Pero no quisiera estar en la piel de Saintout. Como fue público y notorio, Tecnópolis gozó de excelente salud durante todo el gobierno de Macri. No solo eso: se la potenció impulsando Tecnópolis Federal, que recorrió varias provincias. El predio sobre General Paz fue sede de exposiciones, muestras de ciencia y tecnología, conciertos, espectáculos artísticos y grandes acontecimientos deportivos, como los Juegos Olímpicos de la Juventud, en 2018. Dije que no quisiera ponerme en la piel de Saintout porque siempre aparece un malaleche como Hernán Lombardi, a cargo de Tecnópolis durante el gobierno anterior, que se le da por publicar las cifras de visitantes durante esos cuatro años de abandono: en 2016, 2,5 millones; 2017, 3,1 millones; 2018, 2 millones, y 2019, 2,9 millones. También es posible que todas esas multitudes hayan querido ver de cerca los escombros de lo que había sido una gran feria.
Me pregunto si nos mienten por placer, por deformación profesional, por costumbre o porque a los argentinos nos gusta que nos mientan. Aristóteles dijo, y Perón repitió, que la única verdad es la realidad. Pero vaya uno a creerles a estos dos señores.
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