10 Abril 2020
El incorregible peronismo al acecho
Por Carlos Berro Madero
La pasión demostrada por el peronismo –alimentado hoy por la versión kirchnerista-, para recomenzar una y otra vez sus estrategias políticas autoritarias tradicionales, comienza a evidenciarse con una crudeza que preocupa por contar con el supuesto amparo de un argumento ideal a su favor: los dimes y diretes que ha provocado la pandemia del Covid-19.
No es casual que estén buscando consagrar -con rostros solemnes y circunspección escenográfica-, el sesgo autoritario de su gobierno, utilizando la figura de un Presidente supuestamente “iluminado”, poniendo en evidencia que con el pretexto de apostar a un futuro “limpio” del virus, intentan llevarnos lentamente al primitivismo instrumental que siempre los destacó.
Demuestran ser así tan incorregibles como los desnudó Jorge Luis Borges, e insinúan un discurso que reza: “quien no está conmigo, está contra mí”, que gana protagonismo en sus comunicaciones oficiales en forma tácita y/o expresa.
Al mismo tiempo, a la par de que se les hace más difícil cada día esconder las intenciones de restablecer un gobierno cerrado y omnipotente, comienzan a cometer errores instrumentales que van poniendo de manifiesto las razones por las cuales ya han demostrado, antes de ahora, ser absolutamente ineficientes para manejar la administración pública.
Hay días en que se asemejan a una verdadera manada de elefantes lanzados a “conquistar territorio”, pretextando que deben poner orden en la redistribución de la riqueza disponible, empujándonos a todos para depender de sus “favores” magnánimos.
Además, como antaño, no se ponen de acuerdo entre ellos mismos, alimentando ciertas luchas intestinas y repartos de poder –horizontales y verticales-, que muestran las contradicciones de las distintas “líneas” internas antagónicas del partido que no se toleran mutuamente (¿la grieta “made in casa”?), operando bajo el influjo de intrigas nacidas “dentro y fuera del palacio”, por decirlo de algún modo.
El caso de los jubilados, casi al punto de un soponcio por haberse dispuesto pagarles de manera presencial sus haberes sin orden ni escalonamiento alguno provocando un caos fenomenal, y la compra de alimentos a repartir en los barrios populares a precios mayores que los del mercado, son solo el comienzo de lo que será una “apretada” que lanzarán seguramente sobre todos nosotros con el pretexto de la emergencia virósica.
A ello se suma también el presunto escándalo por la compra de alcohol en gel por parte del PAMI para facilitar la higiene de manos en sus sucursales, y otros, que saldrán a la luz si algunos periodistas independientes dedican algunas horas a escarbar detrás de la alfombra oficial.
Es bien sabido que al peronismo le encanta la excepcionalidad y cuando llega al gobierno suele esquivar las leyes estableciendo jerarquías imposibles de defender; ignorando que una vez que se ha dispuesto una excepción, ¿quién puede establecer la prevalencia de ésta sobre otras?
¿Con qué razones? ¿Las que aluden a causas de “fuerza mayor”? ¿Cuál fuerza mayor? ¿La de tipo climático? ¿La sanitaria? ¿O simplemente, la que pretende corregir una desigualdad sentenciada como tal por el poder de turno?
Los peronistas se han instalado desde hace años en los lugares “preferentes” de la sociedad convirtiéndose poco a poco en los personajes principales. Como diría Ortega de ellos “no hay protagonistas, sólo hay coro”, siendo notable su capacidad para absorber “aspirantes” a convertir una labor de calidad en cantidad, atiborrando la administración pública de empleados que, si se presentaran a trabajar juntos el mismo día, no tendrían espacio disponible para hacerlo.
Cuando pensamos intrigados sobre las razones que les han permitido conseguir tantos adeptos para su credo fascista, recordamos inmediatamente una frase de Bertrand Russell: “en materia de fe no son los argumentos racionales sino las emociones las que hacen creer en la vida futura”.
Y decimos futura y no presente, porque en el caso del justicialismo, sus promesas populistas mueven constantemente hacia adelante el palo del que penden sus zanahorias, para quienes, han comprado –y compran aún LA ILUSIÓN DEL PORVENIR, creyendo en el circo montado por la apelación a sueños inverificables.
¿Cómo es posible que sigamos dando pábulo a teorías apoyadas en lo invisible y lo improbable?
La única respuesta que nos surge es que la masa peronista ha desarrollado capacidades sensoriales para inventarse realidades culturales alternativas, como una forma poética de combatir sus carencias (provocadas, ¡oh ironía! por su propio credo), renovando la fe en un realismo mágico que recuperaría una dimensión más placentera de su vida frente a las desigualdades.
Pero, aun así, ¿es ello suficiente para que dicha masa tolere a sus dirigentes lo que quizá no soportaría cada uno de sus miembros a sus propios padres biológicos?
¿Qué garantías de veracidad ofrecen los gobiernos peronistas y cómo podrían justificar su credo oportunista después de haber “creado”, casi de la nada, 10 millones de pobres?
Alguna vez hemos intentado preguntárselo a alguno de ellos, recibiendo una catarata de frases teóricas gaseosas de quienes creen que estos gobiernos populares son “EL MEJOR FUNDAMENTO PARA SOSTENER LOS VALORES MORALES DE LA SOLIDARIDAD SOCIAL” (sic).
Y hemos quedado estupefactos con esta respuesta, habida cuenta de la larga historia de corruptelas y latrocinios que han “distinguido” a los dirigentes del “movimiento”, quienes muy pocas veces cumplieron con lo prometido.
¿Será acaso que las desigualdades –inevitables en el mundo moderno, como a través de toda la historia-, han alimentado un sentimiento benévolo respecto de paliativos engañosos ofrecidos frente a la feroz competencia librada entre los más capaces? ¿No comprenden que es esto último, al fin y al cabo, lo que alimenta el motor de la creatividad y el progreso bien entendido?
¿Cómo es posible, además, que en medio de sus necesidades haya quienes toleren las mentiras de un partido que suele encubrir sus fechorías con un cinismo inigualable?
Creemos que el “día después” de la pandemia nos pondrá frente al mismo desafío de siempre: convencer a esa masa “aplanada” que quienes nos gobiernan hoy son los mismos que han evidenciado históricamente que su ideología no alcanzó jamás ninguna realidad objetiva, POR HABER DESCARTADO SIEMPRE EL DESEO DE SABER CÓMO SON LAS COSAS.
Mientras tanto, no seamos al menos tan ingenuos de creer que los instrumentos que nos llevaron al fracaso en materia de progreso, repetidos una vez más, arrojarán resultados diferentes.
A buen entendedor, pocas palabras.
Carlos Berro Madero
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