26/04/2020
por Elena Valero Narváez
“Queremos manifestar enérgicamente que esta crisis no debe ser sacrificando los derechos y libertades que ha costado mucho conseguir. Rechazamos el falso dilema de que estas circunstancias obligan a elegir entre el autoritarismo y la inseguridad, entre el Ogro Filantrópico y la muerte”. Mario Vargas Llosa.
Nadie podrá negar que los ex presidentes Raúl Alfonsín y Mauricio Macri tuvieron buenas intenciones cuando llegaron al poder. Ambos buscaron salir exitosos de su función y ambos fijaron metas de progreso para el país. Pero, si bien respetaron las instituciones democráticas, fallaron en la política económica. Aunque las metas sean maravillosas, si no se acierta en los medios para lograrlas se fracasa, y lo que es peor, a veces se prepara el camino para que suceda lo peor. Alfonsín tuvo un inesperado buen sucesor, el Dr Menem, quien se animó al cambio de rumbo necesario para ir hacia una economía libre, aunque su procedencia política fuera de las filas del peronismo. El presidente Macri no fue tan afortunado: la mayoría votó por la vuelta de un gobierno que se distinguió por representar al peor peronismo, no solo por las ideas erróneas en el manejo de la economía sino en la acción premeditada de destruir la democracia.
Hoy parece que la historia intenta repetirse: la vicepresidente, Cristina Kirchner, entre otras maniobras anticonstitucionales, ha blindado la información del gobierno y otorgó al Secretario de Justicia, Juan Martín Mena -ex subjefe del espionaje nacional- la facultad de negar los pedidos de acceso a la información pública. No podemos conocer las acciones del gobierno si se niegan datos públicos sobre sus actividades.
Cristina Kirchner no ha perdido las mañas. Continúa queriendo imponer su voluntad aunque sus acciones vayan en contra de la transparencia y las leyes de la República. El presidente Alberto Fernández, en nombre de mejorar la democracia, no se queda atrás. Apenas asumió anuncio una reforma integral del sistema de justicia con la intención de ayudar a Cristina Kirchner a evitar sus rigores. Nadie le ha negado a los ex funcionarios kirchneristas, responsables de tremendos actos de corrupción, respetar la norma que niega la posibilidad de ser condenado sin juicio previo, aporte de pruebas, derecho de defensa y jueces imparciales. La verdad, no puede ser relativa a un grupo social o a un individuo por más que esa persona o grupo sostengan lo contrario. Los actos de corrupción perpetrados por los acusados del gobierno kirchnerista están confirmados por suficiente cantidad de datos recogidos con ecuanimidad.
La democracia que mejoró durante el gobierno de Mauricio Macri, permitió trabajar con menos trabas a la Justicia, por lo que favoreció la transparencia y ayudó a dejar el miedo de lado a quienes tenían datos comprometedores y a quienes venían investigando al gobierno anterior.
Ante la crisis económica es imprescindible, preservar el imperio de la ley, y jueces aceptables, no solo agradecidos al gobierno sino que diferencien entre legalidad y criminalidad, que reverencien el Estado de Derecho. Las normas mejoran si las creencias de los miembros de la sociedad acerca de la libertad, la democracia, y la Justicia, también lo hacen. Debemos exigir al Estado que proteja las instituciones democráticas para poder, cuando pase la pandemia, obtener la confianza de los gobiernos democráticos del mundo y así poder unirnos en una estrecha colaboración y asistencia mutua que nos permita retornar a la normalidad política y económica lo antes posible.
Mario Vargas Llosa, como otros intelectuales y líderes políticos, han alertado a la sociedad del peligro de hacer el juego, a quienes denostan la democracia liberal, en tiempos donde, por necesidad, se le permite al Gobierno aumentar el poder de decisión. La filosofía de vida de Vargas Llosa como la de muchos de nosotros, exalta la libertad. Defiende elementos heredados del liberalismo como la participación política, la igualdad jurídica, la difusión del saber a nivel popular, el derecho a la crítica del propio grupo, además, de la responsabilidad personal.
No hay duda de que aumentarán significativamente los índices de pobreza, por lo cual, también los conflictos sociales. Es por eso que el Estado tendrá un significativo papel que cumplir: protegernos, garantizando el castigo a quienes no cumplan con el marco normativo que garantiza la convivencia pacífica. Sin embargo, la situación de peligro por la pandemia y la crisis económica cada vez más cerca del desborde, ha forzado a concentrar el poder, por ende, la sociedad debe estar atenta a que no se comprometa la estabilidad democrática.
Son varias las decisiones del Gobierno que hacen sospechar que intentará limitar otros poderes que le hacen sombra. Es la forma que han utilizado los gobernantes con pretensiones autoritarias o totalitarias, sin excepción. Esas apetencias las disfrazarán tratando de satisfacer, aunque sea parcialmente, las expectativas e intereses de quienes más sufren por la pandemia y les resultan necesarios para mantenerse en el gobierno. Como demostraron en períodos anteriores, los kirchneristas son maestros en el gobierno de “amigos” y en el ataque a la autonomía personal. Esta vez, debido a que hay poco y nada para repartir, no les será tan fácil sino debilitan al máximo posible, los poderes democráticos y republicanos. Para ello han incentivado en las universidades y en la calle, el desprestigio del sistema democrático. Es lamentable que se presten a ese peligroso juego, no solo partidarios, socorridos por la propaganda oficial en los medios, sino también, algunos sectores e intelectuales de la oposición. Se olvida, que situaciones críticas permiten, si no hay otros poderes que lo impidan, instaurar poderes absolutos.
El Estado, es garantía de orden, fundamento de la existencia de la sociedad y fuente de seguridad en las actividades cooperativas; supone, por otro lado, una amenaza a nuestra integridad ya que nos da directivas para comportarnos en función de las metas asumidas por él. Además es un centro de recompensas institucionales o prebendarías, por lo tanto, le da al gobierno, la posibilidad de manipularlas en beneficio propio. Los innumerables actos de corrupción del anterior gobierno kirchnerista, no necesitan explicarlo.
La democracia hace posible, con grados variables de eficacia, el control y la remoción de los que toman decisiones. Permite se los fiscalice por varios medios, uno de los más importantes es la opinión pública institucionaliza. Hace unos días el Presidente airado por críticas al gobierno del periodista, Jonathan Viale, avaló por twitter un comentario ofensivo sobre su aspecto físico. También, Graciana Peñafort, cercana a la vicepresidente, su abogada y responsable de Asuntos Jurídicos de la Cámara Alta, expresó, en claro ataque y amedrentamiento a uno de los poderes de la República: “Es la Corte Suprema quien tiene que decidir ahora si los argentinos vamos a escribir la historia con sangre o con razones, porque la vamos a escribir igual”. Estos son ejemplos que comienzan a preocupar.
La democracia puede desaparecer cuando algún partido acepta el sistema de partidos provisoriamente, hasta que llegue la situación en la que cuente con suficiente fuerza para suprimir a sus rivales. Fue una conducta típica del marxismo, el fascismo, y el nacional- socialismo, partidos enemigos de la opinión pública, del mercado del voto, y la competencia partidaria. Juan Domingo Perón fue un buen alumno. Una vez que llegó a la presidencia, ignoró a los partidos políticos; gobernó apoyado en las corporaciones, las cuales los reemplazaron cuando recién se estaban constituyendo, como instrumento para articular las demandas sociales.
La sepultura o debilitamiento del sistema de partidos exige siempre la dictadura o el autoritarismo para conciliar el enfrentamiento que, inevitablemente, se da entre los diferentes grupos. El riesgo es, que partidos muy doctrinarios o dogmáticos, como lo es el peronista en la actualidad, dominado por políticos kirchneristas, pueden, en situación de crisis, hacer triunfar sus orientaciones de tipo radical.
La democracia sin ser la panacea, es el mejor sistema para garantizar limitaciones al poder político, en un marco de estado de derecho y respeto al ordenamiento jurídico. Es una manera de expandir la libertad, la justicia y el progreso, organizando las tensiones y conflictos que generan las luchas de poder, característico de todas las sociedades humanas. Gobernar no debería significar restricción a las libertades individuales. Si bien la democracia es el gobierno de las mayorías, debe respeto y espacios para las minorías, o sea, tolerancia hacia la diversidad. La sociedad debería estar atenta y denunciar todo intento de menguar los grados de libertad que la democracia nos permite.
La solución a la pandemia y a la crisis económica sin duda tendrá infortunados costos, que no sean la imposibilidad de la libertad y la liquidación de la igualdad ante la ley. Nuestras acciones deben estar orientadas a que el Estado mejore sustancialmente en observabilidad, transparencia y rigor administrativo.
“El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”, decía Churchill. Debemos intentar una mayor comprensión de los problemas que en la actualidad preocupan al mundo, sin que nos hundamos en el miedo paralizante. Sin embargo, no debemos engañarnos creyendo que tendremos menos problemas en el futuro. Solo existe la posibilidad de que siendo nuestro conocimiento mayor, las tentativas por remediarlos sean cada día mejores.
Elena Valero Narváez
Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia
Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias. Morales y Políticas
Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas)
Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed Lumiere, 2006
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