04/02/2020 - 23:00
¡Viva el cáncer!, otra vez (la historia se repite)
La muerte por cáncer cerebral del juez Bonadio ha sido otro capítulo para esas expresiones de canibalismo político que los argentinos han incorporado como un elemento constitutivo de su naturaleza.
El juez Claudio Bonadio murió el martes, a los 64 años.
Ricardo Kirschbaum
Del editor al lector
La historia argentina esta marcada por el ominoso “Viva el cáncer”, una metáfora del odio político, no de la crítica apasionada que no es sinónimo de lo anterior pero que con el fragor del combate coyuntural se confunden deliberadamente. El “Viva el cáncer” aparece en la superficie cíclicamente pero siempre está agazapado. Si aquel iniciático “Viva el cáncer” realmente existió como un grafiti borroneado en una pared porteña en el umbral de los ‘50, no tiene sentido ya discutirlo: el antiperonismo rabioso y oligárquico no necesitaba escribirlo en una pared para que se supiera lo que sentía con la muerte de Eva Perón. Esa historia de trincheras de aquella época, heredera de otras trincheras de la antinómica historia argentina, conoció capítulos mucho más sangrientos. Pareciera que por lo menos la enseñanza de la crítica por las armas ha sido aprendida pero la inercia del odio sigue causando estragos.
Sólo con examinar la desmesura del lenguaje político se puede advertir la intensidad emocional que se pone en la descalificación política e institucional, avivando esa constante antinomia que atraviesa a la sociedad.
La muerte por cáncer cerebral del juez Bonadio ha sido otro capítulo para esas expresiones de canibalismo político que los argentinos han incorporado como un elemento constitutivo de su naturaleza.
El abogado de Cristina Kirchner creyó conveniente decir que “la muerte le sienta bien” al juez fallecido, que ha elevado a juicio oral la causa Cuadernos que es una radiografía de la corrupción en la década kirchnerista. También ha atendido otros asuntos que afectan la salud judicial de la ex presidenta y de sus hijos.
Ya le habían adjudicado el cáncer de Héctor Timerman a Bonadio y, y por si fuera poco, poco menos que la enfermedad de Florencia Kirchner, que es asistida en Cuba desde hace bastante tiempo, y que requiere la atención de su madre que viaja con frecuencia a la isla.
Ya la aparición de una enfermedad en la tiroides de Cristina Kirchner durante su segunda presidencia, que fue presentada como una neoplasia maligna pero que luego fue descartada de una manera rotunda, hizo resurgir en algunos sectores opositores esa irracionalidad histórica a la que aludimos.
El abogado Dalbón, que sabe elegir las palabras para cumplir con su papel de atizador en esta obra, dijo de Bonadio: “Se murió un soberbio, un tipo que le sacó el tratamiento de cáncer a Héctor Timerman”. Otros exponentes del kirchnerismo más rancio le dedicaron críticas pero no pasaron el nivel de exabrupto de Dalbón. Cristina ya lo había calificado de “sicario” en su libro, aunque no especificó el mandante pero se presume que era el macrismo, al que han culpado de la persecución judicial a la ex presidenta y a otros ex funcionarios de su gestión.
Lo raro, en todo esto, es que Bonadio nunca ocultó su simpatía con el peronismo y de su pertenencia a Guardia de Hierro, corriente que comandaba Alejandro “ el Gallego” Alvarez, en la que dicen supo abrevar Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco. Guardia de Hierro disputaba con la Juventud Peronista de las Regionales, formación ligada a Montoneros, el peronismo de los ‘70. El juez fallecido llegó a la Justicia impulsado por Carlos Corach, ex ministro del Interior de Carlos Menem.
Figuró en la célebre servilleta: la lista de jueces que, según Domingo Cavallo, manejaba Corach.
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