18 de octubre de 2019
Cuba y Venezuela, Estados terroristas
El dictador Nicolás Maduro.
(AP Foto/Leonardo Fernández)
Por Pedro Corzo
Conferencista y escritor
La alianza entre los regímenes de Cuba y Venezuela es integral, ninguno de los dos gobiernos cumplen actividades que sean ajenas al otro. Situación que certifica el apoyo irrestricto que se prestan y la semejanza de la opresión que ejercen sobre sus respectivos pueblos.
Caracas y La Habana reprimen de manera sistemática a sus ciudadanos. Violan sus derechos y los obligan a vivir en precarias condiciones, resultado del control que ejercen sobre el quehacer nacional.
El terrorismo de Estado es una realidad tanto en Cuba como en Venezuela. Los primeros en padecerlos son los ciudadanos de ambos países, sin embargo, no dejan de ser una amenaza desestabilizadora para sus vecinos porque las crisis nacionales que crean tienden a exportarse y desestabilizar a los países que les circundan, como se aprecia en los éxodos que generan.
Por otra parte, la visión hegemónica que caracteriza a estos aparatos les conduce a incursionar en los asuntos internos de sus vecinos para difundir su proyecto, o crear estructuras de contención a sus presuntos adversarios.
Los Estados que practican el terrorismo contra sus pueblos deberían ser execrados por la comunidad internacional. Objetos de sanciones múltiples por los crímenes que cometen. Situación que debería agravarse cuando sus depredaciones domesticas están vinculadas al terrorismo mundial como ocurre con Cuba y Venezuela.
Cuba exportó a Venezuela su terrorismo de Estado. Nutre los servicios represivos de ese país de información y otros recursos. Dirigentes de la oposición venezolana afirman que las decisiones importantes que conciernen a su país se toman en La Habana, que Venezuela está secuestrada por el castrismo que controla varias de las instituciones gubernamentales, entre ellas, las fuerzas armadas, servicios de salud, la dirección de extranjería y otras dependencias del estado y qué, hasta entrena, a los sicarios que torturan a los prisioneros políticos,
Ambos regímenes se enorgullecen del apoyo que prestan a los grupos narcoterroristas colombianos del ELN y la disidencia de las FARC. Hay elementos suficientes que certifican la asociación de los dos gobiernos con grupo ampliamente identificados con acciones terroristas y de narcotráfico.
En consecuencia, es imperioso que el régimen cubano sea reincorporado a la lista de Estados terroristas que confecciona Estados Unidos, a la que se debe agregar Venezuela a la mayor brevedad. Son delincuentes internacionales y la comunidad de naciones, y no solo Estados Unidos, debería actuar en consecuencia.
El presidente de Colombia, Iván Duque, acusó en Naciones Unidas al régimen venezoano de ser parte de una cadena del “terrorismo transnacional” puesto al servicio de grupos armados ilegales, y agregó: “Sus estructuras corruptas son servidoras de los carteles de la droga, sus alfiles son secuaces de la mafia y alimentan la violencia en Colombia; refugian a asesinos y violadores de niños, y quienes ignoran estos oprobios son cómplices de la dictadura”.
Duque fue firme en su ataque a la autocracia venezolana y tuvo el coraje de romper el tabú latinoamericano de no señalar los crímenes del castrismo, una vergonzosa complicidad de gobiernos democráticos, políticos y dirigentes sociales que por décadas han callado ante las depredaciones de los hermanos Castro y sus sucesores contra su propio pueblo, además de no querer ver y escuchar la subversión que por años la isla auspicia contra las democracias americanas.
El mandatario colombiano advirtió a Cuba de denunciarla ante instancias internacionales si no entregaba a dos comandantes de la guerrilla que se presumen viven en la isla, gestión en la que la dictadura insular ha sido más que consecuente ya que desde que la revolución tomó el poder la isla ha sido refugio de terroristas, delincuentes de todo tipo, individuos que han recurrido a la violencia extrema para enfrentar las autoridades de sus respectivos países, incluidos gobiernos que fueron elegidos democráticamente en comicios secretos y plurales.
El castrismo ha dado refugio a criminales de toda ralea, siempre y cuando tuvieran dinero para pagar su estancia o contrajeran compromisos que les favorecieran en alguna medida. Acuerdos que ha traicionado, como demuestra el caso de Robert Vesco.
La inclusión de Cuba y Venezuela en la lista de estados terroristas esta más que justificada por la conducta que ambos regímenes sostienen públicamente. Es tiempo que la justicia internacional actué contra los Estados delincuentes.
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