12 de octubre de 2019
Snif, snif, los alemanes no nos entienden
LA NACION
Lo primero es lo primero: declaro formalmente que no estoy trabajando para Alberto Fernández, ni lo haré en el futuro en caso de que llegue a la presidencia. Es cierto que me lo ofreció, como ya circula por las redes, pero le expliqué que me resultaría muy incómodo, indigerible, volver a estar en un gobierno kirchnerista. Que ya no tengo paciencia para soportar a Cristina. "Yo tampoco", me contestó.
Sí es verdad que, aprovechando que viajaba a Alemania para asistir a un encuentro de editores latinoamericanos y europeos, acepté tener conversaciones con funcionarios cercanos a la canciller Merkel y con diplomáticos acreditados en Berlín. La idea era dar una imagen más ajustada de lo que está pasando en el país y, sobre todo, de lo que podría pasar ante un eventual triunfo de la fórmula de los Fernández. Por cierto, la primera pregunta que me hicieron todos mis interlocutores fue si había posibilidades de que se revirtiera el resultado de las PASO. Respondí que no, con la misma seguridad y convicción, je, con que antes de las primarias decía que iba a ganar Macri.
"¿Y los multitudinarios actos que está teniendo el Presidente en todo el país? ¿No se estará produciendo un vuelco que usted quizá no valore en su justa medida?", me planteó un secretario de Estado en un alemán con acento de Baviera (dato que me pasó la traductora, claro). Le conté que, a falta de encuestas confiables, estaba recurriendo a la vieja técnica indígena de poner una oreja contra el piso para escuchar señales. Sorprendido, el tipo quiso saber qué había oído. "Siento que está viniendo mucha gente, siento rumor de multitudes, siento una avalancha -dije-. Pero no estaría pudiendo identificar la procedencia". El funcionario adujo que tenía una llamada y no volvió más.
Otro, bastante más friendly y que habla español porque vivió dos años en la Argentina, me contó que había recibido datos de un sondeo encargado por una importante embajada en Buenos Aires -sospecho que es la alemana-, según el cual Macri llega hoy a 35 puntos y Alberto, a 50. Y en un hipotético ballottage, Alberto ganaría por 10 puntos. "Son prácticamente las mismas cifras que tengo yo", le mentí. La mentira consistió en que no tengo ninguna cifra, pero me daba vergüenza enterarme por él. Agregué que hay otros números para tener en cuenta: el dólar y la inflación siguen subiendo, y el consumo y el PBI siguen bajando. "Así las cosas -concluyó-, si Macri consigue ir a una segunda vuelta es Gardel, Le Perón y los cuatro guitarristas". Lo corregí: "Le Pera, señor. Alfredo Le Pera".
El día antes de volver me organizaron un almuerzo con diplomáticos en un restaurante cercano a Alexanderplatz, la famosa plaza en el centro de Berlín. Tuve que responder tantas preguntas que apenas pude probar el sencillito plato de currywurst que había pedido. Me acribillaron, pero creo haber salido airoso. "¿Quién va a mandar, Alberto o Cristina?" Fernández, dije. "¿Seguirán su curso las causas por corrupción contra los Kirchner y los funcionarios y empresarios kirchneristas?" Por supuesto: seguirán desactivándose. "¿Cuál va a ser el papel de personajes como Boudou, De Vido, Cristóbal López, Lázaro Báez...?" Constituir un comité de ética para asesorar al presidente. "¿Qué puede esperarse de la Corte Suprema de Justicia?" Simplemente, un pequeño cambio de nombre: Corte Suprema Justicialista. "¿Alberto Fernández honraría el pago de la deuda?" Claro que sí. Honrará la deuda y, si hace falta, honrará el default. "Antes de las PASO, el dólar estaba en 46 pesos y ahora, en 60; el riesgo país estaba en 860 puntos y trepó a 2000; la inflación era de 2,2%, la más baja del año, y en septiembre superará el 5%. ¿Cómo se explica esto?" Bueno, después del voto de la gente, que reclamó un cambio, votaron los mercados, que son escépticos y asustadizos. "¿Los mercados temen un triunfo del kirchnerismo?" No, tienen miedo al voto de la gente. "¿Una Cristina ganadora estaría dispuesta a cerrar la grieta?" Obvio. Y a levantar un muro como el que tuvo Berlín durante casi 30 años. "¿Cuál sería la reacción del Vaticano ante un cambio de gobierno?" En 24 horas restablecería relaciones con la Argentina.
Aunque en general las fuentes con las que hablé estaban bastante al tanto de la realidad de nuestro país, a veces se despistaban. Uno me preguntó si Alberto Fernández fue el que dijo que Alemania tenía más pobres que la Argentina. "No, ese era Aníbal Fernández -le aclaré-, al que cariñosamente todos llamamos la Morsa. Alberto fue el que dijo que Cristina era inútil, corrupta, terca, soberbia, absurda y patética". Quedó más despistado.
Llegué a la conclusión de que la mentalidad alemana quizá no es la más adecuada para entender lo que nos pasa. Como que son muy cerrados, cero flexibles, y les cuesta asimilar nuestra forma de ser. Todo el tiempo volvían al escándalo de los cuadernos: no termina de cerrarles que los principales acusados estén a punto de volver al poder. Yo les insistí en que eso es el pasado. Que están arrepentidos y no cometerán los mismos errores. Nunca más un caso como el de los cuadernos: ahora el reparto de la recaudación se hará con Uber.
En fin, estoy nuevamente en Buenos Aires, feliz de la vida. Y con la oreja pegada al piso.
Lo primero es lo primero: declaro formalmente que no estoy trabajando para Alberto Fernández, ni lo haré en el futuro en caso de que llegue a la presidencia. Es cierto que me lo ofreció, como ya circula por las redes, pero le expliqué que me resultaría muy incómodo, indigerible, volver a estar en un gobierno kirchnerista. Que ya no tengo paciencia para soportar a Cristina. "Yo tampoco", me contestó.
Sí es verdad que, aprovechando que viajaba a Alemania para asistir a un encuentro de editores latinoamericanos y europeos, acepté tener conversaciones con funcionarios cercanos a la canciller Merkel y con diplomáticos acreditados en Berlín. La idea era dar una imagen más ajustada de lo que está pasando en el país y, sobre todo, de lo que podría pasar ante un eventual triunfo de la fórmula de los Fernández. Por cierto, la primera pregunta que me hicieron todos mis interlocutores fue si había posibilidades de que se revirtiera el resultado de las PASO. Respondí que no, con la misma seguridad y convicción, je, con que antes de las primarias decía que iba a ganar Macri.
"¿Y los multitudinarios actos que está teniendo el Presidente en todo el país? ¿No se estará produciendo un vuelco que usted quizá no valore en su justa medida?", me planteó un secretario de Estado en un alemán con acento de Baviera (dato que me pasó la traductora, claro). Le conté que, a falta de encuestas confiables, estaba recurriendo a la vieja técnica indígena de poner una oreja contra el piso para escuchar señales. Sorprendido, el tipo quiso saber qué había oído. "Siento que está viniendo mucha gente, siento rumor de multitudes, siento una avalancha -dije-. Pero no estaría pudiendo identificar la procedencia". El funcionario adujo que tenía una llamada y no volvió más.
Otro, bastante más friendly y que habla español porque vivió dos años en la Argentina, me contó que había recibido datos de un sondeo encargado por una importante embajada en Buenos Aires -sospecho que es la alemana-, según el cual Macri llega hoy a 35 puntos y Alberto, a 50. Y en un hipotético ballottage, Alberto ganaría por 10 puntos. "Son prácticamente las mismas cifras que tengo yo", le mentí. La mentira consistió en que no tengo ninguna cifra, pero me daba vergüenza enterarme por él. Agregué que hay otros números para tener en cuenta: el dólar y la inflación siguen subiendo, y el consumo y el PBI siguen bajando. "Así las cosas -concluyó-, si Macri consigue ir a una segunda vuelta es Gardel, Le Perón y los cuatro guitarristas". Lo corregí: "Le Pera, señor. Alfredo Le Pera".
El día antes de volver me organizaron un almuerzo con diplomáticos en un restaurante cercano a Alexanderplatz, la famosa plaza en el centro de Berlín. Tuve que responder tantas preguntas que apenas pude probar el sencillito plato de currywurst que había pedido. Me acribillaron, pero creo haber salido airoso. "¿Quién va a mandar, Alberto o Cristina?" Fernández, dije. "¿Seguirán su curso las causas por corrupción contra los Kirchner y los funcionarios y empresarios kirchneristas?" Por supuesto: seguirán desactivándose. "¿Cuál va a ser el papel de personajes como Boudou, De Vido, Cristóbal López, Lázaro Báez...?" Constituir un comité de ética para asesorar al presidente. "¿Qué puede esperarse de la Corte Suprema de Justicia?" Simplemente, un pequeño cambio de nombre: Corte Suprema Justicialista. "¿Alberto Fernández honraría el pago de la deuda?" Claro que sí. Honrará la deuda y, si hace falta, honrará el default. "Antes de las PASO, el dólar estaba en 46 pesos y ahora, en 60; el riesgo país estaba en 860 puntos y trepó a 2000; la inflación era de 2,2%, la más baja del año, y en septiembre superará el 5%. ¿Cómo se explica esto?" Bueno, después del voto de la gente, que reclamó un cambio, votaron los mercados, que son escépticos y asustadizos. "¿Los mercados temen un triunfo del kirchnerismo?" No, tienen miedo al voto de la gente. "¿Una Cristina ganadora estaría dispuesta a cerrar la grieta?" Obvio. Y a levantar un muro como el que tuvo Berlín durante casi 30 años. "¿Cuál sería la reacción del Vaticano ante un cambio de gobierno?" En 24 horas restablecería relaciones con la Argentina.
Aunque en general las fuentes con las que hablé estaban bastante al tanto de la realidad de nuestro país, a veces se despistaban. Uno me preguntó si Alberto Fernández fue el que dijo que Alemania tenía más pobres que la Argentina. "No, ese era Aníbal Fernández -le aclaré-, al que cariñosamente todos llamamos la Morsa. Alberto fue el que dijo que Cristina era inútil, corrupta, terca, soberbia, absurda y patética". Quedó más despistado.
Llegué a la conclusión de que la mentalidad alemana quizá no es la más adecuada para entender lo que nos pasa. Como que son muy cerrados, cero flexibles, y les cuesta asimilar nuestra forma de ser. Todo el tiempo volvían al escándalo de los cuadernos: no termina de cerrarles que los principales acusados estén a punto de volver al poder. Yo les insistí en que eso es el pasado. Que están arrepentidos y no cometerán los mismos errores. Nunca más un caso como el de los cuadernos: ahora el reparto de la recaudación se hará con Uber.
En fin, estoy nuevamente en Buenos Aires, feliz de la vida. Y con la oreja pegada al piso.
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