16 de octubre de 2019
Cristina, otra vez, pone en discusión la prensa libre
Joaquín Morales Solá
LA NACION
En la tarde del lunes, en El Calafate, Cristina Kirchner volvió a señalar al periodismo como su verdadero adversario (o enemigo, quién lo sabe). Es el culpable, dijo, de que no haya existido un "escándalo" luego de las referencias de Mauricio Macri a la deuda pública durante el debate presidencial del domingo. No vale la pena meterse en el supuesto "escándalo" que la escandalizó porque no sucedió. Es importante, en cambio, señalar que ella no cambió, a pesar de los exégetas suyos que aseguran haberla visto muy distinta. La que vimos en El Calafate es la misma Cristina de siempre.
Las palabras de la expresidenta en ese acto santacruceño son un dato más, pero no el único, de que la prensa libre volvió a estar en alegre discusión entre los dirigentes del cristinismo. Volvió, en definitiva, a ser una noticia de primera magnitud para los que entienden la libertad de prensa como la primera de las libertades, porque sin ella no podría haber ninguna otra. Una novedad tan significativa como aquella fue el informe de la Comisión Provincial de la Memoria (de la provincia de Buenos Aires) que suscribió la teoría del juez federal Alejo Ramos Padilla de que un grupo de periodistas hacían extorsiones a través de sus investigaciones. Podrían ser dos hechos inconexos, pero no lo son. La comisión está presidida por Adolfo Pérez Esquivel, de manifiesta simpatía con el cristinismo y solidario con el régimen de Nicolás Maduro.
Macri existe porque goza de la protección del periodismo. Esta es la tesis que abona la expresidenta. Como acusa a Macri del hambre y del endeudamiento público, dentro de poco ella culpará al periodismo, por complicidad, con el hambre, sobre todo. Su candidato a presidente, Alberto Fernández, trató de diferenciarse de Cristina. Fue a programas y a canales de televisión a los que ella nunca iría. Se solidarizó en el acto con el escritor Marcelo Birmajer, de conocidas posiciones antikirchneristas, cuando fue insultado en la calle por un fanático cristinista. También hizo declaraciones a favor de la libertad de prensa. Sin embargo, en los últimos días, Alberto Fernández se pronunció sobre la causa que lleva adelante el juez Ramos Padilla; señaló que había leído el procesamiento del periodista Daniel Santoro y que lo que percibió era que se lo acusaba de extorsión. "Una cosa es la información y otra cosa es usar la información para extorsionar", señaló, en respaldo del juez. Además de leer los escritos del juez, ¿no debió Alberto Fernández consultar con ADEPA, que tiene como socios a 180 propietarios de medios periodísticos del país, o con Fopea, que agrupa a centenares de periodistas de todas las provincias? Ambas organizaciones se pronunciaron contra el procesamiento de Santoro y contra la injerencia de la Comisión Provincial de la Memoria. En la misma declaración, Alberto Fernández dijo que el Estado no debe meterse con la prensa. "De ningún modo debe hacerlo. Eso es un delirio, ni debe ocurrir. Ustedes [los periodistas] tienen derecho a escribir, a preservar sus fuentes. Eso no cabe duda de que es así". Hay una contradicción evidente en las declaraciones del candidato presidencial. O Ramos Padilla tiene razón, como sugiere en la primera parte de su exposición, o no la tiene, como señala en la segunda parte.
Ramos Padilla milita en la agrupación judicial Justicia Legítima. Fue a la Cámara de Diputados a informar sobre el caso D'Alessio luego de procesar a Santoro, en la Comisión de Libertad de Prensa, que increíblemente preside el diputado cristinista Leopoldo Moreau. Los diputados de Cambiemos no asistieron. Fue una amable reunión entre cristinistas. Ramos Padilla es hijo del polémico juez (camarista) Juan Martín Ramos Padilla, que suele usar Twitter para despacharse contra Mauricio Macri. Ambos despliegan con frecuencia sus antecedentes en el radicalismo, como lo hace el propio Moreau, aunque lo significativo es que ahora todos ellos se olvidaron de Raúl Alfonsín y lo reemplazaron en el altar de sus devociones por Cristina Kirchner. No hay nada más antitético en la política argentina que esas dos figuras políticas. "Las palabras violentas preceden a los hechos violentos", solía decir el expresidente radical. Ni Cristina ni Moreau le hicieron caso nunca a ese sano consejo.
El fiscal del juzgado a cargo de Ramos Padilla, Juan Pablo Curi, le pidió ya tres veces al magistrado que se apartara del caso D'Alessio porque está violando principios fundamentales del derecho, como el del juez natural, el del derecho a la defensa y el del debido proceso. Curi señaló que de los 28 hechos que investiga Ramos Padilla en esa causa 22 sucedieron en la Capital y seis tienen puntos de contacto con la jurisdicción capitalina. En la Cámara Federal de Mar del Plata, que es la instancia superior a Ramos Padilla, juez de Dolores, sucedió algo imprevisto que inquietó al cristinismo. El fiscal de Justicia Legítima Daniel Adler se excusó del caso, después de haber sido complaciente con Ramos Padilla. Su lugar lo tomó el fiscal Juan Manuel Petiggiani, que respaldó a su colega Curi y pidió que Ramos Padilla se apartara. Pero todos los planteos se frenan en la propia Cámara de Mar del Plata, integrada por los jueces Alejandro Tazza y Eduardo Pablo Jiménez, ambos integrantes de Justicia Legítima. Ramos Padilla y la Cámara persiguen al fiscal Carlos Stornelli y a Santoro para desbaratar la investigación periodística, por un lado, y la causa de los cuadernos, la más prolija descripción de la corrupción en épocas del kirchnerismo, por otro lado.
¿Qué idoneidad tiene la Comisión de la Memoria para analizar y sacar conclusiones sobre la labor de los periodistas? Ninguna. No es un órgano auxiliar de la Justicia ni nadie de los que están ahí sabe nada de la profesión periodística. El único informe que vale en un expediente judicial es el que pueden ofrecer las dependencias auxiliares de la Justicia, que tienen conocimiento de causa. No hay tales dependencias en este caso porque las que existen carecen de aptitud para hacer tales trabajos; son los peritos forenses de la Corte Suprema o los especialistas de la Gendarmería o las diversas policías. Pero menos la puede tener un organismo creado para preservar la memoria sobre las violaciones de los derechos humanos durante el régimen militar o la vigencia actual de tales derechos. Según Graciela Fernández Meijide, Pérez Esquivel integra actualmente una organización prochavista con sede en Venezuela. En mayo pasado, luego de reunirse con Cristina Kirchner, Pérez Esquivel se pronunció públicamente a favor de la candidatura presidencial de ella.
Los periodistas hablan con buenos y con malos. La información puede venir de cualquier lado. La única obligación del periodista es chequear la información que recibe. Pero nunca un periodista debe ser juzgado por sus fuentes. La propia Constitución, según la reforma de 1994, le dedica un párrafo explícito a la protección de las fuentes de información del periodismo. En este caso, es obvio que Marcelo D'Alessio, un falso abogado, se aprovechaba de sus amistades periodísticas y políticas. Los periodistas fueron víctimas de D'Alessio, no sus cómplices. La Comisión de la Memoria escribió lo que Ramos Padilla quería leer: ocho periodistas (todos de investigación o que han participado de investigaciones) habrían extorsionado a través de la información que publicaban. Un disparate.
La labor profesional del periodismo solo puede ser juzgada por el fuero civil (Ramos Padilla está en el penal) en el caso de denuncias por calumnias e injurias. El trabajo periodístico no puede ser investigado por el fuero penal. La decisión de Ramos Padilla, con la complicidad de la Comisión de la Memoria, es inconstitucional y viola varias garantías legales que protegen al periodismo. No hay casualidades. El juez es cercano al cristinismo. Pérez Esquivel quiere ver a Cristina en la Casa de Gobierno. La Cámara Federal de Mar del Plata, que podría poner las cosas en orden, tiene simpatías por el cristinismo. Alguna instancia de la Justicia debería cortar de una buena vez con esta cadena de insensateces. De todos modos, lo único cierto entre tantas mentiras es que Cristina no ha cambiado. Ella es ella, tal como la conocimos.
En la tarde del lunes, en El Calafate, Cristina Kirchner volvió a señalar al periodismo como su verdadero adversario (o enemigo, quién lo sabe). Es el culpable, dijo, de que no haya existido un "escándalo" luego de las referencias de Mauricio Macri a la deuda pública durante el debate presidencial del domingo. No vale la pena meterse en el supuesto "escándalo" que la escandalizó porque no sucedió. Es importante, en cambio, señalar que ella no cambió, a pesar de los exégetas suyos que aseguran haberla visto muy distinta. La que vimos en El Calafate es la misma Cristina de siempre.
Las palabras de la expresidenta en ese acto santacruceño son un dato más, pero no el único, de que la prensa libre volvió a estar en alegre discusión entre los dirigentes del cristinismo. Volvió, en definitiva, a ser una noticia de primera magnitud para los que entienden la libertad de prensa como la primera de las libertades, porque sin ella no podría haber ninguna otra. Una novedad tan significativa como aquella fue el informe de la Comisión Provincial de la Memoria (de la provincia de Buenos Aires) que suscribió la teoría del juez federal Alejo Ramos Padilla de que un grupo de periodistas hacían extorsiones a través de sus investigaciones. Podrían ser dos hechos inconexos, pero no lo son. La comisión está presidida por Adolfo Pérez Esquivel, de manifiesta simpatía con el cristinismo y solidario con el régimen de Nicolás Maduro.
Macri existe porque goza de la protección del periodismo. Esta es la tesis que abona la expresidenta. Como acusa a Macri del hambre y del endeudamiento público, dentro de poco ella culpará al periodismo, por complicidad, con el hambre, sobre todo. Su candidato a presidente, Alberto Fernández, trató de diferenciarse de Cristina. Fue a programas y a canales de televisión a los que ella nunca iría. Se solidarizó en el acto con el escritor Marcelo Birmajer, de conocidas posiciones antikirchneristas, cuando fue insultado en la calle por un fanático cristinista. También hizo declaraciones a favor de la libertad de prensa. Sin embargo, en los últimos días, Alberto Fernández se pronunció sobre la causa que lleva adelante el juez Ramos Padilla; señaló que había leído el procesamiento del periodista Daniel Santoro y que lo que percibió era que se lo acusaba de extorsión. "Una cosa es la información y otra cosa es usar la información para extorsionar", señaló, en respaldo del juez. Además de leer los escritos del juez, ¿no debió Alberto Fernández consultar con ADEPA, que tiene como socios a 180 propietarios de medios periodísticos del país, o con Fopea, que agrupa a centenares de periodistas de todas las provincias? Ambas organizaciones se pronunciaron contra el procesamiento de Santoro y contra la injerencia de la Comisión Provincial de la Memoria. En la misma declaración, Alberto Fernández dijo que el Estado no debe meterse con la prensa. "De ningún modo debe hacerlo. Eso es un delirio, ni debe ocurrir. Ustedes [los periodistas] tienen derecho a escribir, a preservar sus fuentes. Eso no cabe duda de que es así". Hay una contradicción evidente en las declaraciones del candidato presidencial. O Ramos Padilla tiene razón, como sugiere en la primera parte de su exposición, o no la tiene, como señala en la segunda parte.
Ramos Padilla milita en la agrupación judicial Justicia Legítima. Fue a la Cámara de Diputados a informar sobre el caso D'Alessio luego de procesar a Santoro, en la Comisión de Libertad de Prensa, que increíblemente preside el diputado cristinista Leopoldo Moreau. Los diputados de Cambiemos no asistieron. Fue una amable reunión entre cristinistas. Ramos Padilla es hijo del polémico juez (camarista) Juan Martín Ramos Padilla, que suele usar Twitter para despacharse contra Mauricio Macri. Ambos despliegan con frecuencia sus antecedentes en el radicalismo, como lo hace el propio Moreau, aunque lo significativo es que ahora todos ellos se olvidaron de Raúl Alfonsín y lo reemplazaron en el altar de sus devociones por Cristina Kirchner. No hay nada más antitético en la política argentina que esas dos figuras políticas. "Las palabras violentas preceden a los hechos violentos", solía decir el expresidente radical. Ni Cristina ni Moreau le hicieron caso nunca a ese sano consejo.
El fiscal del juzgado a cargo de Ramos Padilla, Juan Pablo Curi, le pidió ya tres veces al magistrado que se apartara del caso D'Alessio porque está violando principios fundamentales del derecho, como el del juez natural, el del derecho a la defensa y el del debido proceso. Curi señaló que de los 28 hechos que investiga Ramos Padilla en esa causa 22 sucedieron en la Capital y seis tienen puntos de contacto con la jurisdicción capitalina. En la Cámara Federal de Mar del Plata, que es la instancia superior a Ramos Padilla, juez de Dolores, sucedió algo imprevisto que inquietó al cristinismo. El fiscal de Justicia Legítima Daniel Adler se excusó del caso, después de haber sido complaciente con Ramos Padilla. Su lugar lo tomó el fiscal Juan Manuel Petiggiani, que respaldó a su colega Curi y pidió que Ramos Padilla se apartara. Pero todos los planteos se frenan en la propia Cámara de Mar del Plata, integrada por los jueces Alejandro Tazza y Eduardo Pablo Jiménez, ambos integrantes de Justicia Legítima. Ramos Padilla y la Cámara persiguen al fiscal Carlos Stornelli y a Santoro para desbaratar la investigación periodística, por un lado, y la causa de los cuadernos, la más prolija descripción de la corrupción en épocas del kirchnerismo, por otro lado.
¿Qué idoneidad tiene la Comisión de la Memoria para analizar y sacar conclusiones sobre la labor de los periodistas? Ninguna. No es un órgano auxiliar de la Justicia ni nadie de los que están ahí sabe nada de la profesión periodística. El único informe que vale en un expediente judicial es el que pueden ofrecer las dependencias auxiliares de la Justicia, que tienen conocimiento de causa. No hay tales dependencias en este caso porque las que existen carecen de aptitud para hacer tales trabajos; son los peritos forenses de la Corte Suprema o los especialistas de la Gendarmería o las diversas policías. Pero menos la puede tener un organismo creado para preservar la memoria sobre las violaciones de los derechos humanos durante el régimen militar o la vigencia actual de tales derechos. Según Graciela Fernández Meijide, Pérez Esquivel integra actualmente una organización prochavista con sede en Venezuela. En mayo pasado, luego de reunirse con Cristina Kirchner, Pérez Esquivel se pronunció públicamente a favor de la candidatura presidencial de ella.
Los periodistas hablan con buenos y con malos. La información puede venir de cualquier lado. La única obligación del periodista es chequear la información que recibe. Pero nunca un periodista debe ser juzgado por sus fuentes. La propia Constitución, según la reforma de 1994, le dedica un párrafo explícito a la protección de las fuentes de información del periodismo. En este caso, es obvio que Marcelo D'Alessio, un falso abogado, se aprovechaba de sus amistades periodísticas y políticas. Los periodistas fueron víctimas de D'Alessio, no sus cómplices. La Comisión de la Memoria escribió lo que Ramos Padilla quería leer: ocho periodistas (todos de investigación o que han participado de investigaciones) habrían extorsionado a través de la información que publicaban. Un disparate.
La labor profesional del periodismo solo puede ser juzgada por el fuero civil (Ramos Padilla está en el penal) en el caso de denuncias por calumnias e injurias. El trabajo periodístico no puede ser investigado por el fuero penal. La decisión de Ramos Padilla, con la complicidad de la Comisión de la Memoria, es inconstitucional y viola varias garantías legales que protegen al periodismo. No hay casualidades. El juez es cercano al cristinismo. Pérez Esquivel quiere ver a Cristina en la Casa de Gobierno. La Cámara Federal de Mar del Plata, que podría poner las cosas en orden, tiene simpatías por el cristinismo. Alguna instancia de la Justicia debería cortar de una buena vez con esta cadena de insensateces. De todos modos, lo único cierto entre tantas mentiras es que Cristina no ha cambiado. Ella es ella, tal como la conocimos.
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